Reflexiones de un churriego tras la Semana Santa de Miguelturra

Eduardo Muñoz Martínez.- Cuando casi resuenan aún los tambores, las cornetas… de las diferentes bandas y agrupaciones musicales; cuando parecen oírse los «!al cielo!» con Él o con Ella; mientras se comienzan a difuminar los trazos de las mantillas, de las túnicas, – y sus bamboleos -; cuando aún parece que duelen las manos por esas sentidas y prolongadas ovaciones, que rubrican las evoluciones de costaleros y portadores; apenas recién vividas las celebraciones litúrgicas de estos días santos…, me brotan, desde lo más profundo, unas reflexiones que me apetece compartir con quien tenga a bien detenerse a leerlas.

Quiero, antes de continuar, reconocer la labor, el bien hacer, el compromiso, – aunque la lluvia haya nublado una vez más parte de su trabajo -, de la Asociación de Hermandades, de los diferentes Hermanos y Hermanas Mayores, tales que David Navas García, Jesús Manuel Mondejar Sánchez, Antonio Arenas Nieto, Isabel de Toro Yébenes, Yolanda Peco Ruiz y Fernando Espinosa Monroy; de la Hermandad de San Antón, que se encarga de lo referente a la procesión y cultos del Domingo de Ramos, porque carece de hermandad propia; de los casi 2200 hermanos y hermanas de fila, portadores y de cetro; del «batallón» de soldados romanos, – «Los Armaos»…, y por supuesto de Juan Ángel Sánchez Peco, pregonero de esta Semana Mayor de este año 2025.

A todos ellos, y ellas, por la parte que les toca a cada uno de ellos, y ellas, he de transmitir mi enhorabuena más sincera, porque realmente notable es el impulso que le han dado a nuestra Semana Santa, pero también es verdad que quienes ya pasamos de los 60 y tantos, – y lucimos por ello muchas canas -, añoramos, en unas ocasiones, y lamentamos, en otras, eventos tales que «El Prendimiento», que se conmemoraba la noche de Jueves Santo en las cuatro esquinas de la por entonces Calle de la Legión, – hoy de don Miguel Astilleros -, justo entonces de donde vivía el referido docente, fallecido hace varias décadas y maestro que fue de quien suscribe, o el desfile procesional del «paso» de Jesús orando en el Huerto de los Olivos, que hace años ya no se realiza, y que esperamos vuelva a sorprendernos más pronto que tarde.

Me vienen también a la memoria, – seguro que a los más mayores igualmente -, aquellos tiempos en los que no contábamos con el «paso» de la Entrada de Jesús en Jerusalén, – que lo trajo «Pepe, el campanero», para que todos los paisanos sepan a quién me refiero -, y sobre un borriquillo de carne y hueso subían a un niño vestido y caracterizado al estilo del Mesías. El animalito, si no recuerdo mal, era propiedad de Lucas Gómez, – el abogado -, o de Darío Barco. Por otra parte, quiero tener un recuerdo para mi padre, – que sonreirá ahora desde donde se encuentre -, que junto con otros hombres sacaba a Jesús Resucitado, tras finalizar la «Misa de la Aurora», en las primeras horas de cada Domingo de Resurrección.

Ciertamente, como diría el mítico boticario don Hilarión, «los tiempos han cambiado, por supuesto que para bien, que es una barbaridad», en buena parte gracias a los, y las, jóvenes de hace cincuenta años, pero no podemos, – así lo entiendo -, ignorar los tiempos anteriores y la realidad que los caracterizaba. Por último, y por si la memoria me ha fallado en algún momento, pido disculpas públicamente. !Feliz Tiempo Pascual!

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