Hoy quiero hablarles de tres malvados criminales guiados por una oscura intención; de un triángulo de malhechores que convirtió el delinquir y desobedecer en su única obsesión. Son peligrosos butroneros de la democracia, expertos en transgredir, quebrantar e infringir, en atentar contra los valores ciudadanos y la moral a golpe de falacia. Se enfrentan, al fin, a un juicio leso de Justicia: sumarísimo, contencioso-militar, administrativo-contable, penal y, con la oportuna intervención civil de Gallardón, esperemos que final.
Este trío perverso, vil camarilla, esparció su veneno impregnado en octavillas. No para publicitar, en folio quebrado, el bello arte de mercadear – vendo joyas y relojes, compro oro, adelgace, ábrase una cuenta, no doy crédito, vóteme o mire qué leones-. No, se empeñaron en profanar la esencia de nuestra mansedumbre: orden, fandango y costumbre; en violar nuestro inquieto derecho al inmovilismo, con tretas, letras y cinismo. Bien merecido tendrán un veredicto mortal por su flagrante y alevoso desacato al reposo, por su falta de ética, de métrica, y su maléfica afiliación a la cinética. Basta ya de libertades, de derechos y nimiedades… sentencia: ¡garrote!… por repartir folletos ¡que los cuelguen del Quijote! y que sirvan de ejemplo… ¡que los sajen!… ¡venga ya, hombre… y que trabajen!
Ciudad Real es la cuna local de la autonomía loca. La libertad de expresión, recogida en la Constitución, no es más que una bicoca. Nuestro Estado de Derecho empieza, fundamentado en la ineludible desinfección de todos los españoles, en el preámbulo de la Ordenanza de Limpieza. Fuera gérmenes y aditamentos, menos Carta Magna y más carta blanca para nuestro Ayuntamiento. Desde La Mancha enseñemos al mundo que el gobierno que funciona es el gobierno que, iracundo, enarbola una fregona.
Jose Luis Vera Roldán