Los ignorantes

A los del setenta y dos nos llamaron a filas y nos metieron en las trincheras con los del setenta y uno. Estábamos en primera línea y nuestro superior había sido objetor de conciencia en su juventud, como tantos de nosotros. El fuego de ametralladora era intermitente y empezábamos a estar cansados, tras dos semanas agazapados. Mientras no hubiera que ganar terreno, la rutina se resumía a mantenerse seco y a salvo de alguna que otra ráfaga disuasoria. Combatíamos el hastío a base de cartas, damas y ajedrez. Nos quitaron los móviles en el cuartel de reclutamiento.

A la guerra nos mandaron unos ignorantes. No acierto a saber cómo no lo vimos venir, pues cuando uno se acuesta con niños, mojado se levanta y eso fue lo que nos terminó pasando. En nuestro país, hace unas décadas, comenzamos a despreocuparnos por la política y a ella fueron accediendo, cada vez más, currículums vitae en blanco. Desprovistos de contenido, pronto fueron emborronando y adornando sus líneas, llenándolas de másters imaginarios y cursos exóticos. La fiesta había comenzado, por lo que no hizo falta tener el bachillerato ni, mucho menos, hablar o vestirse con propiedad. De ahí a forrarse como intermediarios en la importación de material sanitario en mitad de una pandemia, elegir prostitutas en un catálogo, no recordar la hora a la que se llega a un centro de emergencias cuando la catástrofe es de proporciones hercúleas, traicionar los propios valores, negarlos, cambiarlos, escupir sobre ellos, llamar fascistas a los disidentes, abrazar fascistas a cambio de votos, transformarlos en solidarios, negar lo innegable y defender lo que es grotesco, de ahí a la guerra sólo hubo un paso.

Este paso lo dimos entre todos cuando al mundo se le olvidó la Historia, despreció el razonamiento y mandó al carajo a la ciencia, con método incluido. Aparecieron clones de Maduro de norte a sur, exaltando la ignorancia y vendiéndola como el alma intocable de los justos. Tipos con gorra y bermudas paseando por el despacho más poderoso del mundo, psicópatas que no ven personas sino números de posibles bajas, canallas bailando una estúpida y simple coreografía al tiempo que proclama el odio al diferente y hablan de hacer grande, de nuevo, una nación, sin que seamos capaces de recordar que todos los tiranos usan las mismas palabras. Y en una de estas, en las que se desdijeron de lo que habían dicho, poco después de afirmar lo contrario en varias ocasiones, hubo una confusión y nos mandaron a la guerra.

Todo esto no se limitó a los grandes parlamentos y despachos de poder. No hubiera sido posible sin nuestra colaboración, sin que, en cada puesto de trabajo, por diminuto que fuera, no existieran imitadores o clones de los grandes ignorantes. En cada pasillo, en cada mentidero, se instaló el cuanto peor mejor, se forjaron alianzas con los contrarios para obtener el poder, se pisoteó la integridad, se premió el ascenso sin razones sólidas, se cubrió todo de humo, copando los organigramas con personas que aspiraban a convertirse en algo parecido a lo que veíamos, día a día, en los noticiarios. Aupamos a los que nos llevaron a esta guerra. Aupamos a los ignorantes, queriendo ser como ellos.

Mañana atacaremos a campo abierto, pues hay que lograr una colina que nos permitirá ver, de lejos, a los que apretaron el botón, porque no tenían más remedio que contentar a los millones de imbéciles que los condujeron al poder. Sí. Lo hicimos nosotros. Esperemos que la guerra acabe pronto y no desaparezcan quintas posteriores. Esperemos que todo haya servido para no poner a un tonto más al mando y que nuestros hijos hagan el mundo grande de nuevo, encontrando líderes con valores, cultura, coherencia y humanidad.

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1 COMENTARIO

  1. jajaja
    ‘clones de maduro’ dices ..
    Habiendo trumps, putins, zelenskis .. von der leyens, ruttes … macrones, sanchez .. Y tú vas y te acuerdas de Maduro.
    Vaya un cretino :)))

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