“Duda cuanto quieras, pero no dejes de actuar”.
ANTONIO BUERO VALLEJO
(La tejedora de sueños)
A principios de los años ochenta, recuerdo una visita que hice a un piso de la calle de la Oca en el popular barrio madrileño de Carabanchel. Allí vivían dos chicas procedentes de un pueblo de la Mancha toledana. Una de ellas era la hija de los dueños y la otra era la novia de un buen amigo mío. Aquella vivienda pertenecía a dos toboseños que, por circunstancias personales, residían en aquella localidad muy próxima a su patria chica.
Llamó mi atención una lámina colgada en una pared del salón en la que aparecía la icónica imagen del poeta Miguel Hernández, hecha a carboncillo. Según parece, el padre de aquella chica coincidió con el poeta oriolano en el penal de Ocaña, donde cumplió condena después de la guerra. Y en aquel mismo establecimiento coincidió también con el que fue el autor de ese retrato, el dramaturgo alcarreño, Antonio Buero Vallejo.

Aquel escritor guadalajareño vivió momentos convulsos siendo joven. Era un estudiante de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando que cuando comenzó la guerra quiso alistarse como voluntario, pero su padre, —que era militar—, no lo autorizó. Poco después, al padre lo detuvieron y lo fusilaron por supuesta adhesión al alzamiento de Franco. Ese trauma familiar no le impedirá ser fiel a sus ideas dando su apoyo a la República.
En 1937 se afilia al Partido Comunista. Es llamado a filas y sirve en los frentes del Jarama y Aragón. Durante la guerra, la Voz de la Sanidad publicará sus dibujos. Al acabar la contienda lo detienen en Valencia. Permanece un mes en un campo de detención, pero será liberado. Ese mismo año es detenido por sus actividades en el partido y, tras un juicio sumarísimo, es condenado a la pena de muerte “por adhesión a la rebelión”.
Casi un año después le conmutan la pena por otra de treinta años de prisión. Cumplirá su condena, entre otras, en las prisiones de El Dueso, en la madrileña del Conde de Toreno o en el penal de Ocaña, de donde saldrá en libertad en 1946. Tras su liberación abandona definitivamente la pintura e inicia su carrera narrativa, como dramaturgo. En 1946 escribe su primera obra, En la ardiente oscuridad, que no se estrenará hasta 1950.

Su primer gran éxito fue Historia de una escalera, escrita en 1948. Con ella consigue el Premio Lope de Vega. Estrenada en 1949, será su consagración como gran dramaturgo para público y crítica. Pese al control que ejercía la censura, la mayoría de sus obras fueron estrenadas. Antes de 1975, destacan El tragaluz, El sueño de la razón o La fundación. Y después, Jueces en la noche, Diálogo secreto o Misión al pueblo desierto.
Pero una de sus obras no la pudo estrenar cuando la escribió. Debió de esperar hasta 1976 para hacerlo. El drama se titulaba La doble vida del doctor Valmy, y fue escrita en 1964. Ello no impidió que se estrenara en versión inglesa en el año 1968, en la ciudad de Chester (Reino Unido). Destacaba su habilidad y sutileza a la hora de escribir teatro, lo que le permitió eludir y sortear con éxito a la censura que escudriñaba sus obras teatrales.
Antonio Buero Vallejo perteneció al selecto grupo de los grandes dramaturgos españoles del siglo XX, junto a Valle Inclán y a Lorca. Fue miembro de la Real Academia desde 1971, obtuvo el Premio Cervantes en 1986 y, entre otros premios, le otorgaron el Premio Nacional de las Letras Españolas en 1996. Recientemente, hemos sabido que fue nominado al Premio Nobel de Literatura en 1974.
Pero este dramaturgo fue mucho más. Porque decidió no exiliarse, aunque a partir de 1963 impartió conferencias en universidades de varios países, entre otras en algunas de los Estados Unidos. Porque será un intelectual que actuará en conciencia, como cuando renunció a ser miembro del Consejo Nacional de Teatro en 1963, o cuando ese mismo año firmó un manifiesto dirigido al Ministro de Información y Turismo.
Porque fue crítico con el movimiento formado por los autores vanguardistas. Él se opuso públicamente al dramaturgo Alfonso Sastre, cuando pedía que no se estrenaran obras dramáticas de autores críticos con el régimen. Mientras que él era partidario de superar la censura con ciertas concesiones. Por otra parte, sus fervores revolucionarios de juventud se fueron atemperando con el paso de los años.
Un aficionado a la poesía me contó que, a principios de los años ochenta, este autor frecuentaba un conocido hotel ubicado en la Sierra de Guadarrama. Allí coincidía con el también dramaturgo y periodista valenciano, Fernando Vizcaíno Casas. Aunque ambos tenían opiniones políticas muy diferentes, ello no les impidió ser capaces de entenderse y de establecer un punto de encuentro a través de la cultura.
Conviene recordar que, debido al gran éxito de Buero Vallejo con Historia de una escalera se llegó a suspender la representación del Tenorio en Madrid. Desde entonces le asignaron el sobrenombre de “El capitán Centellas”, que era el personaje de la obra de Zorrilla que mata a Don Juan. Toda una metáfora teatral.