Es sábado, me levanto temprano, tengo tareas del cole que hacer… Abro el correo y me encuentro con uno del Consejero de Presidencia de Castilla-La Mancha informándome que soy un privilegiado, que me rebaja el sueldo el diez por ciento y me aumenta dos horas más de curro, que somos muchos profesores y el treinta de junio próximo un buen número irán a la calle. Nos quita el programa de ayuda social de los asalariados, la gratuidad de libros a los hijos de los trabajadores y su jefa dice que va ampliar la enseñanza concertada ¿para los hijos de los trabajadores?
Vende hospitales públicos, gestión público-privada la llaman, ¿por qué malearán el lenguaje? No me explica quién forma parte de los Consejos de Administración que van a comprar los hospitales y tendrán las concesiones de los nuevos colegios privados. No me explica que van a poner la salud, la sanidad pública de mi Región, al servicio de las cuentas de resultados de las empresas privadas. No me comenta que hospitales como los de de Manzanares, Tomelloso, Villarrobledo y Almansa se han construido y puesto en marcha con el esfuerzo de todos. ¿Por qué son ellos los que disponen de la venta de algo que los ciudadanos hemos puesto en sus manos para que lo cuiden, tutelen y mejoren, que es patrimonio común de los castellano-manchegos?
No me cuenta que paralizan la obra pública y eso va a destruir más de veinticinco mil puestos de trabajo. No me explica que van a traer más miseria y más pobreza nuestra tierra.
Me dice que va a endurecer el acceso a la Dependencia, que nuestros mayores no se han ganado el derecho a una vejez digna cuando no se valgan por sí mismos. El que quiera residencia a mil seiscientos euros el mes, el que no pueda: beneficencia. Machacan a las personas que más necesitan del apoyo de los gobiernos, del apoyo del conjunto de la sociedad.
Me la están colando. La crisis como excusa para cargarse un modelo que a los trabajadores nos ha costado «sangre, sudor y lágrimas» (Cospedal, no nos robes también el mensaje: de sangre, sudor y lágrimas les vas a hablar tú a los trabajadores, de eso tú no tienes ni pajorera idea). En mi Región los ricos ya no ganan lo suficiente y los pobres no se merecen vivir como lo hacían: nos cambian el modelo y sálvese el que pueda, y siempre van a poder salvarse los mismos (los menos).
“El esfuerzo de Cospedal” lo llama la prensa de la derecha, “demuestra que no le tiembla el pulso a la hora de tomar decisiones” afirman ufanos. ¿Desde cuando al rico, al poderoso, al cacique le ha costado apabullar al más débil? Y no se cortan en argumentaciones: “es para seguir creciendo en libertad e igualdad”. Esto último ni lo comento, paso. Los gobiernos fuertes dialogan, pactan y acuerdan, sólo los gobiernos débiles recurren al ordeno y mando. Ya se sabe, fuertes con los débiles, débiles con los fuertes.
Obvia contarme que todo responde al tan reiterado plan oculto existente antes de las elecciones de mayo y noviembre. Han sido calculadamente ambiguos y silenciosos. Nos estafan. Y aún nos queda el trilero del 20-N. Sus recetas más repetidas en campaña han sido “apretarse el cinturón”, “el sentido común” y “hacer-lo-que-hay-que-hacer”, eso sí, siempre “como Dios manda”. Y si Dios existe… se los tendrá que llevar al infierno. En su cielo no quiero estar. Y si el Sumo Hacedor decide mantenerlos en el cielo, yo me voy decididamente al infierno. Eso sí, si morimos será luchando.
Concluyo descubriendo sus mentiras, desenmascarando sus aviesas intenciones, me quieren cambiar el modelo de gestión pública por modelos de gestión privada para convertir lo público, lo de todos, en un negocio particular. Les viene bien la crisis, mentir en la cuentas de la “herencia recibida”, falsear la información a favor de los poderosos y siempre en contra de los que más lo necesitan.
Después de estas reflexiones “a vuela pluma”, como funcionario privilegiado, como maestro vago, pienso que mis alumnos de la escuela pública, hijos de trabajadores, se merecen que me esfuerce aún más en mis tareas del cole. No quiero que vuelvan a los años 60, cuando se sabía qué niño era de una familia que tenía posibles y qué niños veníamos de familias pobres. Sigo creyendo que la educación es la base de la igualdad. Vuelvo a ellas… pero sin olvidarme de ellos.