Si algo hay digno de elogio en el alcalde de Puertollano, Joaquín Hermoso Murillo, es esa oratoria que envidiaría hasta el mismísimo Demóstenes si resucitara. Su gestión está salpicada de patricias declaraciones ante ediles y periodistas, dramáticos giros, augustas poses, altivas miradas y teatrales ademanes que barnizan magistralmente la ocultación política y adornan con susurrantes arrumacos la opacidad de sus últimos años de mandato.
Aplicado estudiante de manual político, nuestro alcalde es consciente de que la convicción frente a las masas otorga al mensaje el aura de la verdad, por más que sólo se profieran hueras palabras. Con esta estrategia, el primer edil puertollanero ha hurtado al pueblo, que por desinformado será siempre fácil de moldear, la asunción de responsabilidades ante ciertas gestiones de interés público que no enumeraré ahora.
Sirva tan solo de ejemplo el último capítulo protagonizado por nuestro presidente municipal, erigido ni más ni menos que en artífice de la Transición democrática puertollanera en virtud de su osada y valiente iniciativa de proponer al Pleno la retirada del nombramiento del dictador Francisco Franco como alcalde honorario de la ciudad.
Quien esto suscribe vilipendia las dictaduras, sean de izquierdas o de derechas, pero no deja de ser inquietante la frivolidad y el falaz efectismo con que es usada la Historia en el afán de captar militancias políticas o distraer la atención ciudadana. Ya metidos en harina, poco le ha faltado a Hermoso Murillo para proponer al Pleno de la Corporación que redacte una Ley de Reforma Política como la del 77, y culminar su particular experimento reformista. ¡Apártense los Suárez y Felipe González! ¡Idos, los Santiago Carrillo y Gutiérrez Mellado! ¡Inclinaos, padres todos de la Constitución Española, ante el verdadero hacedor de la transición democrática en Puertollano, el excelentísimo señor don Joaquín Carlos Hermoso Murillo!
Me dirán que la Historia es el recuerdo, y en el recuerdo están las lecciones. Dirán que recordar es reparar, y reparar es hacer justicia. Así es, y es justo y necesario. Pero no es igual recuperar la dignidad del asesinado en una cuneta que usar estéril y torticeramente la Historia para distraer a la opinión pública de los problemas del presente o hacerse acreedor de un mérito vacuo aprovechando el efectismo del mensaje.
Amo la libertad y condeno cualquier régimen totalitario. Pero hasta que no veamos muchos aspectos de nuestro pasado como lo que son, Historia, no maduraremos democráticamente.
La mayoría de los puertollaneros ya habían olvidado a Franco hasta que vino mi alcalde a invocar su fantasma sepia. Pero que no tengan miedo mis paisanos. Que Franco está muerto y enterrado. Que el dictador no es, ni puede ser, alcalde de Puertollano, por la sencilla razón de que en España existió un periodo llamado Transición que deslegitimó al anterior régimen criminal. Que, consecuentemente, unas actas municipales firmadas en 1945 o en 1967 perdieron su legitimidad en 1978. Que esos polvorientos documentos tienen la misma “validez” jurídica que la de una Carta Puebla del siglo XII. Que estamos en noviembre de 2011. Y que vienen tiempos muy duros… Tiempos oscuros en los que habrá que luchar contra otras dictaduras para las que quizá, ay, no exista Transición.
Twitter: @santosgmonroy
http://santosgmonroy.blogspot.com