Aquel día de comienzos del mes de enero, el quinto de ordinario, la comunidad conversa en Ciudad Real andaba muy revuelta. Era una jornada que jamás hubiesen deseado contemplar todos aquellos miembros que aún permanecían como residentes dentro de aquella ciudad que comenzaba a germinar gracias a la llegada e instauración del tribunal de la Inquisición.
A todos aquellos miembros relevantes o no les afectaba sobremanera los acontecimientos que entonces se desarrollarían y a quiénes alcanzarían sus consecuencias.
Dentro de los miembros del tribunal inquisitorial, el insigne y maledicente promotor fiscal y capellán del Rey había tenido a bien presentar cargos contra uno de los más afamados y relevantes judeoconversos de aquella ciudad. En aquella sala, el tribunal se hallaba presidido por el inquisidor don Francisco Sánchez de la Fuente. El afectado y su esposa, no era otro que el tildado por el propio acusador como “jefe de herejes o heresiarca” y, por todos sus conocidos, familiares y amigos como Sancho de Ciudad. María Díaz, su amada mujer, también había sido incluida en aquella acusación. Pero ¿dónde se hallaba Sancho por aquel entonces? ¿Alguien conocía su paradero y de sus acompañantes? Esa ausencia más que manifiesto llevaría al promotor a incidir en la rebeldía y contumacia de los acusados, prueba manifiesta de que habían judaizado y, como herejes, guardaron la ley de Moisés y los ritos judaicos correspondientes.
El fiscal, Fernán Rodríguez del Barco, intranquilo ante la más que posible ausencia del imputado, («¡maldito puto judío!», pensaba para sí) incluyó en la presentación de cargos el plazo en el que debían comparecer: tres días después a lo sumo.
No obstante, Sancho no sería el único al que la atenta mirada de la Inquisición convocase para aquella fecha. Otro insigne miembro de la colectividad que integraban los judeoconversos allí residentes sería María Díaz, alias “la Cerera”, a la que igualmente se le daría el plazo máximo de tres días para su comparecencia. En la sala nuevamente se hallaba como presidente del tribunal el doctor don Francisco Sánchez de la Fuente, juez inquisidor. Los cargos de judaizar, apostatar y cometer herejía nuevamente se repitieron tal como sucediera con “el heresiarca”, pues a ambos unía una muy estrecha amistad. También, como buena anfitriona de su casa, fue acusada de los guisos que realizó de carnes el viernes para poder así celebrar el Shabat.
E incluso en aquel día de autos para el sastre Juan de Chinchilla se llegaría a conocer qué preguntas y que testigos presentaba la defensa para exonerar de las acusaciones previamente expuestas por el fiscal. En su caso, el procurador y defensor Juan Gómez se haría cargo de su defensa.
Continuaron los citados procesos el día siete del primer mes del año y, ante la ausencia de los citados, el promotor fiscal requirió un nuevo aviso para los imputados Sancho de Ciudad y su María Díaz, citación en la que se demandaba la respuesta a los cargos que les eran atribuidos. Incluso los testigos de cargo serían recibidos e interrogados en aquella jornada.
En el caso de “la Cerera”, Rodríguez del Barco se reafirmó en la petición de procesar a la acusada tres días después. Por ello la corte otorgó nueve días para que la acusación hiciera su presentación y fueron presentados los testigos de la parte acusatoria.
MANUEL CABEZAS VELASCO