Un “Retrato de la Virgen”, fechado posiblemente a lo largo del siglo XVI, es la nueva “Pieza del Mes” que el Museo de Ciudad Real ha dispuesto en una vitrina ubicada en la primera planta del Antiguo Convento de la Merced de Ciudad Real.
La obra de arte, que se mostrará al público hasta finales del mes de noviembre, ya estuvo expuesta como Pieza del Mes el año pasado en el Palacio de Medrano de Ciudad Real, pero dada su elevada calidad artística se ha considerado que es merecedora de una nueva exhibición pública en un espacio más propiamente artístico como es el Antiguo Convento mercedario, en el que sus responsables pretenden también exhibir periódicamente piezas artísticas de siglos pretéritos.
La pieza en cuestión, que forma parte de los fondos artísticos del Museo de Ciudad Real, es anónima y está realizada en cobre.
Precisamente las primeras pinturas sobre cobre con formato de caballete se realizaron en Italia hacia 1530. La utilización de este material como soporte pictórico se difundió por Europa desde Italia y los Países Bajos.
El cobre presentaba varias ventajas con respecto a otros soportes como la tabla o el lienzo, entre las que cabe citar su bajo coste y el no agrietarse o cuartearse. Además, la pintura aplicada sobre cobre no se absorbe, por lo que permite un trabajo más preciso.
Al respecto, la historiadora del Arte Rosario Hernández de Tejada ha señalado que las obras realizadas en cobre fueron consideradas como obras menores, por lo que no solían firmarse, como es el caso de esta última Pieza del Mes. De ahí también que apenas existan datos documentales sobre ellas y tampoco solían firmarse.
Hay que tener en cuenta asimismo que gran parte de las obras realizadas en cobre en siglos anteriores fueron creadas como conjuntos o series. De ahí que sea muy posible que el retrato que se exhibe en el Antiguo Convento de la Merced formase pareja con una representación de Cristo que actualmente se encuentra en la Catedral de Ciudad Real y que en el Inventario del Patrimonio Histórico Español aparece fechado entre los siglos XVI-XVII. Estilísticamente el parecido entre ambos retratos es muy evidente.
Los dos aparecen representados con una aureola radiada, expresión dulce y serena del rostro, con cejas arqueadas de mediano grosor, ojos almendrados, pequeña y afilada nariz y una diminuta boca carnosa.
Asimismo, la paleta de colores es idéntica en los dos retratos: piel blanquecina, mantos azulados, túnicas encarnadas y ribetes dorados de gran preciosismo.
En el caso de la Virgen su indumentaria responde al modelo representado en los iconos ortodoxos, sobre todo la forma en la que la cabeza es cubierta por el manto y por la cruz de Malta situada en la frente.
Aunque la postura que presenta, su expresión dulce y serena o su cercanía sitúan a esta obra pictórica más próxima al arte occidental del Renacimiento que al hieratismo oriental.