Faltan dos días; mejor dicho, entre dos y tres, según la tradición cristiana, para que una parte muy importante de los seres humanos celebremos el nacimiento de Jesús. Efeméride única de transcendencia inabarcable y ansiado objeto de demolición por los poderes emergidos al rebufo de la modernidad y sus herederos.
Independientemente de dónde aparecieran los primeros cristianos, su cosmovisión civilizatoria fue fundamentalmente grecolatina, no judeocristiana. Lo judeo y lo cristiano católico casaron mal desde un inicio. Recordemos que cuando los cristianos en tiempo de San Pablo se reunían y encerraban a cal y canto era <por temor a los judíos>, según sus propias palabras. De ahí que aquél trenzara una estrategia para hacer compatible la práctica del cristianismo con el orden imperial romano.
El cristianismo católico recubrió las prácticas paganas con el mensaje del Nuevo Testamento, integrándolas; no puede entenderse la importancia de los santos en el catolicismo sin esta amalgama cultural. En el siglo II d.c., en pleno período iconoclasta y en medio del debate sobre el paganismo, San Justino defendió la postura de respetar las culturas precristianas, pues ellas contenían <semillas del logos>; de esta forma, vestidas con indumentaria católica, pervivieron las culturas previas, algo que no sucedió allá dónde se estableció el Islam.
Con la interpretación fundamentalista de la Biblia por parte de Lutero, renació con furia el ataque a las imágenes. El protestantismo exacerbaría el culto al Antiguo Testamento -la parte de la Biblia protagonizada por el pueblo judío-, lo que supondría la reivindicación del carácter judeocristiano de Occidente. La preponderancia del mundo anglosajón en las relaciones internacionales, tras la caída del Imperio hispanocatólico, hizo que esta idea acabara triunfando, al punto de considerarse al Estado de Israel una prolongación del mundo occidental.
Aunque siempre <caballero fue don dinero> -parafraseando a Quevedo- la idea calvinista de que el éxito en la vida era una señal de que Dios ya te había salvado antes de nacer, junto a la afirmación de que los ingleses eran la segunda Jerusalén, por tanto, los únicos capaces de gobernar el mundo, hizo que el humanismo del cristianismo hispanocatólico, cuya máxima expresión fue la Escuela de Salamanca y las Leyes de Indias, se sustituyera por el afán de lucro a cualquier precio (recordemos que el lucro era sinónimo de éxito y éste, a su vez, de salvación) De esta forma, se elevó a los altares a los amigos del lucro a cualquier costa y se maniató a la civilización de la que el historiador y filósofo francés Hippolyte Taine dijo: <Hay un momento extraño y superior en la especie humana: España desde 1500 a 1700>. O Theodore Roosevelt (1858-1919) vigésimo sexto presidente de EEUU, en un discurso pronunciado en Baltimore (1912): <Los españoles, con la transmisión de su sangre, de su vida y de su fe, implantaron en nuestro suelo una civilización muy distinta a la de otros pueblos conquistadores. Más humanitaria que la que mata y esclaviza razas, como hicieron los franceses, los ingleses y nosotros mismos con los indios en Norteamérica>
Todas las Nochebuenas nacía el Niño-Dios, el Salvador, más la salvación significaría cosas distintas en un hogar del Virreinato del Perú o de Nueva España que en otro cualquiera de las trece colonias de EEUU. En los primeros, era para todos los hombres, en función de sus obras; en los segundos, era para los elegidos, y el éxito en la vida sería una señal clara de integrar el grupo selecto. <¡Eres un perdedor!> es el peor insulto que puede recibir un estadounidense; Hollywood lo recuerda en sus películas con frecuencia. Desde Lutero y Calvino la cristiandad ya no interpretaría igual la llegada del Niño Jesús.
Católicos y protestantes la festejaban; ambos la celebraban, pero con significado muy diferente; algo que nunca se nos explicó.
Mutilado el humanismo hispanocatólico a manos del judeoprotestantismo, esta misma alianza comenzará a actuar en Inglaterra hasta crear la masonería especulativa en 1717. No se podrá entender las revoluciones liberales del XIX sin la participación masónica, comenzando por la de las 13 colonias y la mitificada revolución francesa. Si Lutero y Calvino dividieron la cristiandad católica, las revoluciones liberales masónicas, impregnadas de anticlericalismo, tratarán de borrar del mapa el catolicismo. Debemos recordar que las quemas de conventos y las vejaciones y asesinatos de monjas y frailes comenzaron con el impulso liberal. La ideología individualista de la nueva clase dominante no maridaba ni a golpes con la idea comunitaria católica. Es curioso que la obsesión antirreligiosa (antiortodoxa y anticatólica, principalmente) también apareciera en las diferentes revoluciones de marchamo marxista, a pesar de que el concepto de lo colectivo de estas últimas debería ser más compatible con lo comunitario católico; sin embargo, en la cuestión religiosa, optaron por imitar a sus supuestos enemigos liberales. Esta aberración doctrinal dominó también en las de simple carácter republicano ¿A qué pudo deberse tal unanimidad revolucionaria de toda índole? A mi entender, al veneno masónico inoculado en todas ellas. La masonería es doctrinalmente revolucionaria, ya que aspira a construir un orden nuevo sustentado en hombres nuevos; de ahí, la necesidad de arrancar de raíz los obstáculos con posibilidad de interponerse. Toda la inversión de los principios antropológicos a los que asistimos; la nueva educación que en vez de instruir confunde o deseduca; toda esta aparente incoherencia se torna inteligible al analizarla por el tamiz de la revolución hacia un nuevo orden, a través de la herramienta masónica más querida: solve et coagula (disuelve y amalgama, o destruye y reconstruye…) A partir de entonces, y en este contexto actualmente existente, al catolicismo sólo le queda una opción: Defenderse como pueda. Hoy en día, es la religión más perseguida del planeta
Lo acaecido con la <gota fría> en Valencia y en otros puntos de España se asemeja a un <destruir para reconstruir> –solve et coagula– de manual. No será el último evento destructivo. Un nuevo orden necesita mucha destrucción y reconstrucción, pero basada, ésta, en principios y virtudes inversos o muy diferentes a los anteriores.
Saben que no van a ganar. Una civilización como la hispanocatólica no se lamina destruyendo campos ni pueblos. Piensan que la falta de reacción es debida a la apatía; es lo que buscan todos los ingenieros sociales ¿Por qué? Ellos saben que la apatía es la muerte en vida; que una vez en ella la persona no reacciona a ningún estímulo por impactante que sea. Llevan tiempo jugando a estas cosas. Pero se equivocan. Aquí no hay ningún muerto en vida. Los únicos muertos vivientes son ellos, los desalmados. El resto está muy vivo y alerta.
Queridos compatriotas de España y de la Hispanidad, en especial los que soportan aún la <apatía> -esta sí- de nuestras administraciones públicas: del gobierno central, autonómico y municipal, como es el caso de los valencianos. No nos han derrotado; ellos también lo saben, pero aparentan lo contrario para inculcarnos el desánimo, a ti en primer lugar. Te pido que celebres la Navidad renovando tu fuerza, recordando de dónde vienes, del esfuerzo de todos los que te precedieron, seguramente en condiciones más difíciles, pero ganaron, si no tú no existirías. Recupera el significado profundo de estas fechas y, ante todo, recuerda que no estás solo. Sé que puedes pensar ¡qué fácil se dice desde la comodidad de una casa intacta! Ningún español de bien está cómodo desde la gota fría; nos revolvemos con la indignación a flor de piel y afilando lo que tengamos a mano. No, no estás solo. Ten fe y algo de paciencia; sólo eso.
Millones de españoles y de hispanos del resto de la Hispanidad están con vosotros; no os podéis imaginar hasta qué punto. Sentid la fuerza de esta enorme comunidad. Ellos, los androides, no entenderán nada, sencillamente porque los desalmados ni sienten ni padecen y les falta agudeza cognitiva; no confundamos la maldad con la inteligencia. Un androide no tiene inteligencia, tan sólo habilidades aprendidas con algoritmos. Aunque coman turrón de alicante o de jijona no los degustarán; los androides no tienen sentido del gusto. Los comerán para aparentar, es algo que se les da bien; aunque preferirían comer piedras y barro, ambos más acordes con su bestialidad mecánica.
¡Feliz Navidad! Y Paz a los hombres de buena voluntad. De todo corazón (1)
Marcelino Lastra Muñiz
- El mensaje es solo para humanos. Los androides quedan fuera del mismo.