A la Junta de Gobierno, Hermano Mayor, Párroco, Consiliario, Obispado y todos los Hermanos y Cofrades de la Cofradía del Stmo. Cristo de la Caridad

Me dirijo a ustedes como miembro de esta cofradía desde el año 2010 y como hermano costalero desde 2015, para expresar mi profundo malestar y desazón ante las decisiones que han tomado recientemente la Junta de Gobierno, el nuevo hermano mayor y otros miembros responsables de nuestra hermandad.

En primer lugar, quiero recordarles que nuestra cuadrilla de costaleros ha sido un espacio de unidad, esfuerzo y compañerismo, donde las mujeres, a partir del año 2013, pudimos incorporarnos como Hermanas Costaleras en igualdad de condiciones, tras una votación realizada por los propios miembros de la cuadrilla. Esta inclusión fue fruto del deseo de mantener viva nuestra tradición y, lo más importante, de dar respuesta a una necesidad real de portadores para la imagen. Desde entonces, no ha existido ningún problema relacionado con la presencia de mujeres en la cuadrilla, y su integración se ha realizado con el respeto y la consideración que merecen.

Sin embargo, este año, y tras la reciente toma de decisiones por parte de la nueva Junta de Gobierno, nos encontramos con una situación intolerable. Sin consulta alguna a la asamblea general de hermanos ni a la cuadrilla, se ha decidido unilateralmente la incorporación de un nuevo capataz que, en contra de la tradición, ha dejado claro que no quiere mujeres en la cuadrilla. Esta decisión ha sido tomada sin tener en cuenta el esfuerzo y la dedicación de las Hermanas Costaleras que han formado parte de nuestra hermandad durante años, así como el desamparo que sienten al ser excluidas de la cuadrilla de la noche a la mañana.

No solo esto, sino que además se han tomado otras decisiones que afectan directamente a la identidad y tradición de nuestra Cofradía: el cambio de recorrido, de hora de salida y de recogida, sin contar con la opinión ni el consentimiento de los hermanos. La falta de consulta y el desprecio por la voz de los miembros de la Cofradía, que defendemos con orgullo nuestra hermandad, es una muestra clara de desdén hacia quienes queremos lo mejor para nuestra Cofradía.

Esta situación nos deja sin palabras y, lo más grave, sin el apoyo que esperábamos de quienes deberían velar por la hermandad en su conjunto. Las Hermanas Costaleras, que con tanto amor y sacrificio han formado parte de este grupo, se sienten hoy en día olvidadas y apartadas. Los que apoyamos la inclusión y la tradición nos vemos desamparados, sin una respuesta que nos haga sentir parte de esta Cofradía que tantos años hemos querido y por la que hemos trabajado con devoción.

Por todo lo expuesto, me veo en la obligación de denunciar públicamente esta injusticia, y exijo que se respete el derecho de las mujeres costaleras, así como el derecho de todos los hermanos a ser escuchados y consultados antes de tomar decisiones que afectan directamente a nuestra Cofradía.

Este escrito no tiene otro fin que el de hacer reflexionar a todos los que tienen en sus manos el futuro de nuestra hermandad. La decisión de excluir a las mujeres costaleras no es una decisión que represente los valores de unidad, igualdad y fraternidad que deberían guiar a nuestra Cofradía. Por ello, hago un llamamiento a la reflexión, a la apertura de un diálogo sincero y a la revisión de estas decisiones para poder restablecer la armonía, la tradición y el respeto dentro de nuestra hermandad.

Con respeto, pero con firmeza, espero que se tomen las medidas necesarias para corregir este error y que podamos volver a ser una hermandad unida, donde todos, independientemente de su género, tengamos el derecho de formar parte de la cuadrilla de costaleros.

Atentamente, David Núñez Canales

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