Tres grupos de tiburones, desde grandes depredadores hasta curiosos ejemplares de estos temidos peces completamente desdentados, vivieron hace millones de años en las aguas del entonces paisaje de Puertollano, como ha descrito el biólogo Rodrigo Soler, en la ponencia presentada en el Museo García Rodero con la que ha cerrado el ciclo de conferencias sobre el carbonífero organizada por la cátedra de la Uned.
El material fósil del tiburón de Puertollano es tan excepcional, relata Soler, que se puede cortar las espinas, los dientes y el cartílago y con estos elementos estudiar la estructura mineral esquelética, saber el crecimiento, la temperatura y la salinidad del agua mediante la aplicación de la geoquímica.
Huella de aquella presencia son los esqueletos completos hallados en niveles bituminosos profundos. Hay dientes, espinas, escamas, huellas y excrementos, que permiten conocer hasta su alimentación. Toda esta información biológica le ha ayudado a conocer más fondo cómo eran los organismos, cómo crecían, se reproducían y cómo se dispersaban por las corrientes de agua.
De depredadores a desdentados
Gracias a estas investigaciones se ha podido constatar la presencia en Puertollano de tres grandes grupos de tiburones, los acantidos, que son muy primitivos, se extinguieron en el pérmico y también muy extraños, ya que carecían de dientes y comían microorganismos; los anacantidos, depredadores que se extinguen en el diásico y los xenacantidos.
A través del análisis de los rasgos morfológicos de los caracteres primitivos o derivados permiten conocer la estructura del parentesco de los diferentes grupos y saber el más primitivo y cómo ha cambiando en el tiempo.
Tiburones de Puertollano en Australia y en el Museo Británico
Las huellas más completas aparecieron en los niveles bituminosos, entre la capa cuarta y quinta del carbón que se explotó desde 1925 a 1966. El material extraído en el Pozo Calvo Sotelo, dado el desinterés por entonces en estos temas, acabó en el Museo Británico y en Australia, en donde se hicieron radiografías de estos restos de gran valor científico cómo se ha podido constatar años después.
La histología permite saber con mayor detalle cómo era el proceso de crecimiento, si eran más pueriles o seniles. Había tiburones pequeños, otros muy grandes adaptados a la alimentación de microorganismos y de crustáceos, así como depredadores, aquellos anacantes de tres metros que crecían rápidamente con una dentadura especializada en la predación o tiburones que se alimentaban de moluscos.
La cuenca de Puertollano permite conocer en 630 metros con detalle la evolución de los diferentes grupos de tiburones, desde el nivel de la Pompeya, en donde se encontraron huellas datadas en 303 millones de años, a la excavación del rippler, con una antigüedad de dos a tres millones más tarde.
Centro de conocimiento y turismo geológico
El concejal de economía y hacienda, Andrés Gómez, durante la clausura de las jornadas agradeció a las entidades implicadas, a los ponentes y al público que ha asistido a lo largo de esta semana a este ciclo que ha ayudado a adentrarnos en una etapa crucial en la historia de nuestro planeta, marcada por la formación de recursos naturales que transformaron el rumbo de la humanidad.
El carbonífero es una época que ha forjado, de manera literal y simbólica, gran parte de la identidad de Puertollano y estas jornadas han permitido reflexionar sobre cómo nuestra historia geológica nos conecta con el mundo, ha indicado Gómez.
Unas ponencias que han contribuido a aprender de la importancia de conservar y estudiar nuestro patrimonio natural para que las generaciones futuras comprendan su valor y su fragilidad, a la vez que sitúan a Puertollano como centro de conocimiento, turismo geológico y desarrollo cultural, concluyó el concejal.