Una tarde durante un paseo por el campo desde donde se veía con claridad el horizonte urbano de Ciudad Real conté las “plumas” que se erguían en su soberbia vertical como agujas medidoras de la actividad económica. Comencé por el Este pero enseguida abandoné mi contabilidad atosigado por los números. Apenas había avanzado unos grados en mi ángulo de visión y ya superaban el medio centenar. Fue en aquel momento cuando visualicé la anomalía. Había algo onírico en aquella carrera alocada por tapiar el horizonte. No había que esforzarse mucho ni ser un experto para ver en aquella enloquecida fiebre del oro-ladrillo el anuncio de un tiempo brutal y el presentimiento de una virtualidad que tarde o temprano se evaporaría como el humo. Es decir, la bonanza económica de los primeros años del nuevo siglo era un espejismo, un espejismo de cemento y arena.
Hasta que llegó el colapso y todo se contrajo en un agujero negro no por voraz menos anunciado. La construcción que tanto beneficio reportaba a ayuntamientos, empresarios del ramo, especuladores inmobiliarios, oteadores de suelo .. la construcción vivero de empresas colaterales al servicio de la hormigonera, dejó de expandirse para convertirse en un horizonte de sucesos que se ha llevado una Caja de Ahorros, ha dejado proyectos de ciencia ficción en el paisaje y amenaza con llevarse a la joya de la corona deportiva de la región: el Balonmano. Con Mayúsculas. Es en este contexto en el que hay que analizar la existencia de un club de proyección mundial junto al megalomanismo deportivo de su principal mentor: Domingo Díaz de Mera. Los modos en que el empresario ha reaccionado descubren, o bien un particular infantilismo -puesto que ya no me queréis me lo llevo de aquí- o un incontrolado delirio de grandeza -o la gloria o el barro-, y pese aunque está última disyuntiva tiene su particular atractivo, desanima un poco esa pataleta que tumba de un solo golpe todo un prontuario declarativo que ligaba el conocimiento universal de Ciudad Real al patronazgo del inefable empresario. Todo para concluir que también el Balonmano Ciudad Real, con Mayúsculas, ha sido hijo del narcisismo de un empresario en vena a rebufo de una bien conectada coyuntura, casi estructura, de tanta perdurabilidad. En este deporte, Ciudad Real ha vivido un tiempo feliz que está a punto de acabar en una cruel ruptura amorosa. ¿Por qué no puede seguir el Balonmano en Ciudad Real adaptado a la nueva realidad? Pues que siga el balonmano. Con minúsculas.
Nada más aleccionador que la demostración de lo efímero que resulta lo que se construye sobre la vanidad y el poder con el único fin de una retroalimentación perpetua. Sólo lo auténtico permanece. Ciudad Real sobrevivirá sin Balommano con Mayúsculas porque lo que no se llevará Díaz de Mera a Madrid, será el balonmano con minúsculas. Puestos a priorizar, seguramente haya asuntos bastante más importantes que deporte de élite tal, entre ellos desconfiar de proyectos-coartada más ombliguistas que auténticos. Por lo demás, que nadie se haga de nuevas, ya se sabe que el pueblo es ignorante y desagradecido y lo mismo te corona con el laurel del éxito que te indica con el pulgar el sitio de los leones. Que Díaz de Mera se lleve el ex Renovalia no quiere decir que el balonmano, con mayúsculas minúsculas, desaparezca de Ciudad Real. A lo mejor con una buena política de deporte-base contando con una infraestructura como el Quijote Arena se pueden poner los cimientos para un gran equipo de futuro. Y si no que los chavales y las chavalas simplemente lo practiquen que eso es bueno para el espíritu.