Agentes de la Comandancia de la Guardia Civil de Albacete, apoyados por otros del Puesto de la Guardia Civil de Socuéllamos (Ciudad Real), han detenido a trece personas, con edades comprendidas entre los 20 y 38 años, por la supuesta comisión de robos con fuerza en explotaciones agrícolas y fincas rurales de las provincias de Albacete, Ciudad Real y Cuenca, consistentes en la sustracción del cableado de cobre de pívots de riego, bombas extractoras de agua y transformadores de energía eléctrica.
Los arrestos son fruto de la investigación realizada por el Área de Delitos contra el Patrimonio de Guardia Civil de Albacete, a raíz de la comisión de una treintena de robos en el término municipal de Villarrobledo entre los meses de diciembre de 2010 y febrero de 2011. Independientemente del valor del cobre y otros objetos sustraídos, los robos llevaban aparejados grandes perjuicios en las producciones agrícolas ya que se causaban graves y cuantiosos daños en las explotaciones.
En base a las investigaciones practicadas, se llegó a la conclusión de que se trataba de un grupo perfectamente organizado que tenía como bases de operaciones las localidades de Socuéllamos (Ciudad Real) y Las Mesas (Cuenca), desde donde cada tarde-noche partían hacía los distintos lugares donde previamente habían planificado perpetrar sus “golpes”.
El entramado delictivo, formado por personas con numerosos antecedentes policiales por hechos similares, era gestionado por cinco componentes considerados “objetivos principales”, los cuales controlaban cualquier tipo de actividad a realizar ya que, además de actuar “in situ” en la perpetración de los delitos, también realizaban los reconocimientos de zona, ponían sus vehículos a disposición de la organización o trasladaban el material sustraído hasta los puntos de venta repartiendo posteriormente los beneficios entre los participantes.
En el segundo escalón se encontraban los llamados componentes que participan de forma aleatoria con mayor o menor grado de implicación en las actividades delictivas del grupo, ejecutando distintas tareas como son realización de vigilancia, funciones de lanzadera o cobertura para avisar de la posible presencia policial, consumación de los hechos delictivos, o la de proporcionar herramientas para la comisión de los mismos.
La organización estaba perfectamente estructurada y jerarquizada, con especialización en diferentes funciones: planificación, ejecución del robo, ocultación del material sustraído, y en caso necesario pelado o quemado y troceado del metal, en un lugar cercano “acondicionado”, posterior transporte y venta en centros gestores de residuos, y en otros casos exportación hacia otros países.
Modo de operar
La primera acción consistía en llevar a cabo los correspondientes reconocimientos de zona a fin de observar los lugares donde con posterioridad ejecutarían los “golpes”. Una vez elegido el lugar o lugares donde el grupo decidía actuar, los “jefes” del mismo reunían al resto de la banda a fin de planificar detalles. Su prioridad era el que se hallaba instalado en pívots de riego, transformadores de energía, cuadros eléctricos o en sistemas de extracción de aguas. El comportamiento de la banda era siempre repetitivo y se puede resumir en que, una vez sustraído, el cableado de cobre era “quemado” eliminado los posibles revestimientos de plástico u otro tipo de material que pudieran llevar para aumentar su cotización en los puntos de venta, donde el “cobre limpio” está más valorado.
Las operaciones de limpieza las solían llevar a cabo en el mismo lugar de comisión del hecho o en sus inmediaciones, y a veces en el interior de inmuebles (casetas, casas de campo o naves agrícolas). Tras obtener su “botín”, el cobre era escondido en alguna zona segura, casi siempre en algún pinar cercano, retirándose del lugar para regresar de nuevo al mismo a primera hora de la mañana a fin de recogerlo y transportarlo hasta el lugar de venta.
Los detenidos, con habitualidad, extremaban las medidas de seguridad tratando de prevenir, primero, el ser sorprendidos “in fraganti” y, más tarde, cualquier tipo de localización o seguimiento que pudieran realizarles a los vehículos “lanzadera” o a los que transportaban el cobre sustraído para su venta hasta dos establecimientos de recuperación, transformación y comercialización de residuos sólidos, ubicados en la Comunidad de Madrid.
Durante el tiempo en que se ha desarrollado la investigación (desde principios del año 2011), el grupo organizado había conseguido apropiarse de 8´5 toneladas de cobre. Asimismo, en dichas instalaciones de recuperación se encuentran incautadas 129 toneladas más.
El objeto del delito principal de la banda era cableado de cobre, si bien son numerosos los episodios de sustracción de gasoil del tipo “B” (agrícola bonificado), que utilizaban como carburante de sus vehículos. Asimismo, sustraían cualquier tipo de herramienta o pequeña maquinaria que pudieran localizar (grupos electrógenos, radiales, compresores, máquinas soldadoras, etc.), efectos que posteriormente eran vendidos a bajo precio en el conocido como “mercado negro”.
Registros
La Guardia Civil llevó a cabo tres registros domiciliarios en las viviendas particulares de varios componentes de la banda, en los que recuperó herramientas diversas y descubrió documentos de identidad falsos, que habían sido utilizados por los mismos con la intención de dificultar cualquier tipo de control policial. Asimismo, se incautaron tres turismos.
A la banda ahora desarticulada se le atribuyen 115 hechos delictivos, 111 de ellos contra el patrimonio (90 robos con fuerza, 18 hurtos, un delito de daños y dos de receptación), a los que hay que sumar dos de falsedad documental, uno de usurpación de estado civil y uno de asociación Ilícita.
Aunque la operación se halla prácticamente concluida, no se descartan nuevas detenciones.