Ultimamemte y merced al vértigo de las nuevas tecnologías que están empezando a caerme gordas, todo se dispara y se magnifica como si fuera el advenimiento de la peste. Que un político llame gilipollas a un periodista no es correcto ni conveniente pero tampoco es la mundial. Ellos, los políticos, están aguantando últimamente como nunca antes la presión de la prensa y de la calle y ejercen en la antesala de un tiempo nuevo que nadie sabe todavía por donde va discurrir.
Pensemos, pues, si los periodistas a veces no nos creeemos a nosotros mismos precisamente lo que criticamos, una casta intocable. Soy amigo de Santos G. Monroy y lo defiendo como colega de profesión porque no hay relación argumental, lógica ni equiparable entre el comentario de Santos en su cuenta de Twiter que en su opinión denunciaba una vuelta de tuerca más de Silicio Solar contra el alcalde para conseguir más dinero público y suavizar el ERE y la respuesta agreste, frontal y tabernaria del alcalde, pero no creo que porque un politico desfallezca una vez sea para mandarlo a galeras, máxime si se ha disculpado, aunque haya sido a media velocidad. Politica y Prensa son dos pilares que sostienen el sistema democrático, mejorable, sí ya lo sé… muy mejorable, y en eso se está, pero todo es cuestión de acentos y de resonancia. El alcalde de Puertollano, Joaquín Hermoso, tiene que aguantar la cuota de exposición pública que le corresponda como gobernador democrático de una ciudad importante y como personaje político, y los periodistas asumir los efectos de nuestro trabajo que también es público, con la Ley en medio para arbitrar.
Pero a mi juicio, la comprensión humana no debe perderse de vista. Santos no es gilipollas porque se lo haya llamado el alcalde de Puertollano, al contrario un tipo honesto y un periodista felizmente silvestre (que no irresponsable) ni el alcalde de Puertollano ha blasfemado en la plaza pública para quemarlo. Me declaro defensor del periodismo libre y honesto, que informa a la sociedad civil sin más contrapartida que la satisfacción de propalar la verdad u opiniones sinceras, pero no me siento cómodo entre los periodistas que como las viejas desdentadas de la Revolución Francesa, se ponen en primera fila del espectaculo de la ejecución para ver rodar las cabezas. En ocasiones un poco de humanidad cauteriza heridas.Tendrá que pasar mucho tiempo para arreglar este antipático tiempo de desafectos. Deberiamos empezar ya.