Manuel Valero.- Lo primero que se me ocurre no es nada original: La Inteligencia (capacidad de percibir y controlar los propios sentimientos y saber interpretar los de los demás, según la RAE) es absolutamente natural, inherente al ser humano. La propia RAE lo advierte al hablar de sentimientos. Lo artificial, palabra que ya denota cierta connotación poco simpática por lo que tiene de impostación o artificio, es incapaz de generar sentimientos. Uno en su modesto alcance le da otro enfoque al concepto. El ser inteligente es el único en la Naturaleza que sabe que va a morir, certeza generadora de un sentimiento terrible pero gestionable. Un programa informático, un robot con la fisonomía de Marilyn Monroe o Humphrey Bogart puede clonar la voz, incluso fabricar imágenes de ambos hablándonos con naturalidad pero los únicos que sabían de su caducidad eran la malograda Marilyn y el magnético Bogart. Sus clones y apaños cibernéticos no son más que cromos con menos vida que la mosca del vinagre. La contradicción es manifiesta. Si es artificial no es inteligencia y si es inteligencia no es artificial. La realidad empieza a cambiarse con la mutación del lenguaje.
La Inteligencia Artificial está generando, eso sí, tanta inquietud como aplauso por lo que pueda contribuir a mejorar la vida de los seres humanos. Fundamentamos el argumento en los innumerables avances que la Humanidad ha experimentado con toda su carga bipolar. La gasolina sirve para calentar un hospital pero también para alimentar un tanque de guerra capaz de destruir ese hospital. Es decir, no es la herramienta; es su uso. ¿Y quien está detrás de su uso? La Inteligencia Natural que por supuesto no está exenta de perversidad consciente.
Uno de los aspectos que más acojona de la IA es la capacidad de suplantación y de emular la creatividad. Cantantes, escritores y demás fauna andan un poco con la mosca detrás de la oreja. Lo ha dicho Manolo García, cantante, que las máquinas vienen a sustituir a los artostas ya está pasando y según explica ocurrirá lo de siempre: la élite disponedora de la tecnología será la que gestione el aborregamiento general y las toneladas de paro y ocio que vendrán de su mano. Y ya saben, el paro a la larga deriva en intranquilidad social y el ocio, ya sea forzado o voluntario, desemboca en la previa laxitud que conduce inexorablemente a la decadencia.
Uno, trata de quitarse de encima los moscardones del pesimismo. La Humanidad siempre ha salido adelante aunque, y esto hay que recordarlo, a veces pagando un precio dolorosamente inhumano. El vapor, la electricidad, el maquinismo, la automatización, la producción en cadena, la informatización y las nuevas tecnologías han llegado antes como parientes pobres de la IA y no ha pasado nada. Hoy podemos escribir una carta a nuestro amigo de Sidney que lea en minutos de haberla escrito. Confiemos también que la IA pueda abrir la puerta a la nueva realidad virtual en la que las guerras sean también artificiales, con muchas bajas robóticas pero ninguna humana.
Por lo que a mí me toca estoy por asegurar que por muchos datos que se le faciliten a determinado programa para que escriba una novela, jamás conseguirá la calidad, profundidad y frescura de la mano que la escribió siguiendo los impulsos de su corazón y su cerebro. Una máquina no hubiera podido escribir Los miserables de Victor Hugo ni se hubiera acercado ni por asomo al Hidalgo paisano nuestro. Otra cosa es que dé el pego, que le digamos al escritor artificial que nos escriba una historia con cinco personajes, una época, y una trama principal y que a partir de eso, la máquina vomite 250 folios bien escritos y que el artista de turno ponga su nombre, o que las editoriales fabriquen libros para leer, escuchar o ver, incluso en 3D, sin necesidad de recurrir a los escritores de oficio.
La suplantación es lo que más inquieta pero es una inquietud inofensiva: nada ni nadie puede sustituir al hombre y a su condición. Nunca una máquina dará el paso de HAL 9000 en 2001 Odisea en el espacio y se hará independiente como consecuencia de su inteligencia lo cual le dará a su vez el descubrimiento de su extinción y muerte inevitables. Y no creo que les apetezca mucho.
PD.- En cualquier caso si el asunto se nos va de las manos siempre nos quedará el recurso del mamporro al robot o del desenchufe de la red. Que en esto todos los inteligentes artificiales que vendrán son iguales: unos enchufados. Y Puertollano será cabecera de la IA. ¿Será verdad?