A Rajoy se la vieron cuando trastabilló su melódico sifoneo: la parte humana de su ser. A Cospedal, sin embargo, no había por donde pillarla. Por si no fuera marmórea ya su estampa, una suerte de asesores pretenden hacer con su impronta un anuncio de Nespresso. Pero, oh milagro, la luna de marzo iluminó la estación de penitencia de la cofradía del lacrimal en pianísima y refinada emoción. ¡Populare humanum est!
¿Sería posible, en esta Egpaña Wifi, trasplantar la humanidad de Rajoy a Cospedal, y viceversa? ¿Entendería la sociedad sin cables un tropiezo femenino también como un rasgo humano?¿Qué pensaría si aflorara la oculta sensibilidad masculina en el barbudo gallego? Filtrada por el tamiz de nuestra adulterada concepción de la igualdad y descodificada, la humanidad se tornaría incapacidad o debilidad, en uno u otro caso.
La causa que provocó la secreción de humores en el haz de la secretaria general del Partido Popular no fue otra que los versos recitados de un cerámico poeta cortesano:
Soneto a Cospedal
Magnánima y honrada
por privilegio celestial ungida
supo salvar a España dividida
por la ambición feudal y desalmada
Se llamaba Isabel y fue admirable
verla reinar austera y liberal
recta y dulce impartiendo insobornable
justicia para todos por igual.
He aquí el modelo que hoy te proponemos
cuantos en ti la fe puesta tenemos
desde el más hondo afán de nuestra entraña
No defraudes nuestra íntima esperanza
María Dolores, siempre firme avanza
hasta recuperar muy pronto España
Magistral encaje de bolillos sólo al alcance de los doctos arquitectos de la palabra. Ya hay que tener la musa mustia para no regalarle el verbo y la inspiración a cualquier otra de las veinte millones de graciosas melibeas de esta perdida España. Solventada su lectura sobreviene la duda ¿lloró Cospedal de emoción o de cabreo? Confieso que jamás se me ocurriría enhebrar, ni en verso, a una mujer contemporánea en el ojo de la empecinada Isabel, no fuera a ofender a la moderna, por más que venerara al par.
De cuestionada legitimidad real, la pugna con su sobrina Juana, hija del Rey, regaló a Castilla cinco años de guerra civil fratricida. Casó por ambición la Católica con su primo y rival -Fernando era el pariente varón más próximo a Enrique IV- en pecaminosas y endogámicas nupcias, siendo posteriormente liberados de la pena de excomunión en la que habían incurrido por Sixto IV; Papa que, al objeto de meter en vereda a los judeoconversos, alumbrara la Inquisición española. Una corona bien merece tales fatigas e intrigas, pensarán. No montó tanto en Aragón -a finales del siglo XV la mujer era considerada como un ser inferior al hombre- y guardó a Castilla de su propia hija. Vivió para unificar los reinos hispánicos bajo su espada y la cruz: conquista a sangre y fuego e intransigencia hacia la disidencia religiosa; aunque, eso sí, rescató a los aborígenes americanos de la esclavitud. Pero quien juzgue a la Trastámara según la moralina del presente está cometiendo el mismo error que los que pretenden exhumar valores carcomidos. Cada uno en su tiempo. El que pierde la perspectiva, peregrina sin remedio hacia la sinrazón. Isabel I, sin duda figura imprescindible de la historia, mujer adelantada a su tiempo, y sagaz política y reina de finales del siglo XV y primeros años del XVI. ¿Santa y espejo en el que deba mirarse María Dolores de Cospedal? A los que les incumbe parecen tenerlo muy claro.
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Resulta paradójico que una asociación de mujeres que premia a presidentas y secretarias generales (a saber, la secretaria general del Partido Popular, la presidenta de Caritas interparroquial, la presidenta de la asociación de Familias Numerosas, la presidenta de la Asociación contra el Cáncer y la secretaria general de la Federación Empresarial Talaverana) se inspire en la ardiente Melibea, a la que le comían el corazón serpientes dentro de su cuerpo, para bautizar sus galardones. Una mujer capaz de romper las cadenas de la hipocresía moral de su tiempo; de entregar por amor el más preciado tesoro que guardaba su padre – el mercadeable, entonces, honor de la virginidad -; de rebelarse contra un mundo que hacía de la mujer un objeto y reprimía su pasión: ¡Oh, género femíneo, encogido y frágil! ¿Por qué no fue también a las hembras concedido poder descubrir su congojoso y ardiente amor, como a los varones? Que ni Calisto viviera quejoso, ni yo penada; y de morir de la menos cristiana de las formas y así liberar la flor de su alma de la ciénaga de fingida honra de la sociedad del ocaso medieval: Pues ¡qué crueldad sería, padre mío, muriendo él despeñado, que viviese yo penada! Su muerte convida a la mía, convídame y fuerza que sea presto, sin dilación; muéstrame que ha de ser despeñada, para seguirle en todo […] Toma, padre viejo, los dones de tu vejez. Que en largos días largas se sufren tristezas. Recibe las arras de tu senectud antigua, recibe allá tu amada hija. Gran dolor llevo de mí, mayor de ti, muy mayor de mi vieja madre. Dios quede contigo y con ella. A él ofrezco mi ánima. Pon tú en cobro este cuerpo que allá baja.
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Si ha de ser la Mujer para la Democracia la abanderada del amor furtivo, la que libere pasiones irrefrenables, la que propague el arrebato sensual del deseo y la lujuria reprimida, presa en el amor universal, sea pues. Cuenten un miembro más en su cruzada, si fuese menester. Sin embargo, yerran estrepitosamente considerando a las personas -en este caso a las mujeres- por sus cargos o medallas sociales. Ésa es una concepción muy masculina y perniciosa de la lucha por la igualdad: una senda que a lo sumo les conduciría a ser iguales a la mayoría de los hombres. Mientras escribo estas palabras cuántas mujeres no habrá ya por el mundo midiéndose el pene.
Otro (h)omenaje, a lo cheerleader, que recibió con todos los (h)onores la presidenta del Partido Popular de Castilla-La Mancha en la misma entrega de premios, fue el siguiente:
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Dolores de Cospedal, primer premio Melibea, permíteme que defina tu personalidad señera con las letras de tu nombre y lo que en ellas encierra:
Tienes la M de mujer porque así Dios lo quisiera,
la A de activa y actual,
la R, de remar recta,
la I de insobornable,
la A de amiga y afable,
la D de dura y discreta,
la O de oficiosa y óptima,
la L de liberal,
la O de honrada y honesta,
la R de realista,
la E de española entera, emprendedora esperanza
y la S de sincera.
Estas son María Dolores de tu nombre las empresas, si las tomas por divisa y en su ejercicio te empeñas Castilla-La Mancha muy pronto te llamará presidenta
Tal derroche de ingenio, haches aparte, bien merece un reconocimiento. Si no ya con otro Melibea, al menos sí con un premio Melopea.
No acaban aquí las distinciones que ha merecido en los últimos días. En la final del concurso gaditano de agrupaciones de Carnaval, la chirigota Los niños cantores de viena o de manolete repitió un pasodoble a la crisis en el que el remate está dedicado a la senadora Cospedal.
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Con un golpe me desperté
y de la rabia lloré
era un sueño tan bonito,
pues soñaba que aparecía un gachó,
me regalaba un jamón
y me lo comía a taquitos.
En la madrugá
me puse a cavilar
la forma y la manera
de poder encontrar
algo para almorzar
y mi gente comiera.
Por eso me da risa
que la gente me diga
que la crisis ha caído
hasta lo más profundo.
Yo que soy pobrecito
la crisis la he vivío
desde que vine al mundo.
Yo jamás en una Navidad
pude abrir un regalo.
Tuve suerte si el Día de Reyes podía comer,
pues de mí se olvidó Papa Noel
y los tres Reyes Magos
y no tuve un padre y una madre
en los que creer.
Al final le voy a dar la razón a la Carmen Lomana
cuando dice que al pobre la crisis nunca le afectó
si yo nunca he tenío, pues nunca lo he perdío…
a mí no me cogió
y tampoco le afecta a aquella senadora
popular diputada de Castilla-La Mancha
que critica la crisis, mientras cobra tres sueldos
y se queda tan ancha
A la sombra del siamés lobby parlamentario surgen -como hongos- infinidad de organizaciones a su servicio. Los galácticos de la política se cobran favores a base de chutes de imagen, y ¿qué hay más amortizable que un premio? De cerámica o de yeso, da igual. Que se premien, que lo hagan más, pero líbrennos de ridículas justificaciones a base de méritos imposibles. Para engañar al que se quiere dejar engañar no necesitan tanta pompa. Cospedal tiene dónde aprender, menudos trasteros tendrán Barreda y Bono. La hierática lideresa debería tomar precauciones: comienza a rodearse de la misma mediocridad en la que ha acabado enterrado su probable predecesor. Un adulador hoy es una sanguijuela mañana.
La crisis ha hecho más por la igualdad que el ministerio de chocolate que se sacó la bruja cejuda de las enaguas. Y a Gretel se le acabó el cuento. La varita mágica del paro ha puesto un mocho en las mismas manos que no mucho tiempo atrás blandían herramientas o aporreaban los teclados. Pues si hemos de premiar, galardonemos a las mujeres que se han puesto al frente de sus familias en este purgatorio económico por el que deambulamos; a las que no les duelen prendas cuando toca arremangarse; a las que no pueden permitirse las letras de MARIADOLORES y les sobra con la S de sacrificio; a las que no serán nunca presidentas, ni secretarias generales: las que no aspiran a melibeas por decreto porque lo son por derecho; a las que llevan la abnegación de serie y nunca se calan; a las que se arrodillan para trabajar y nunca en busca de méritos; a las que conocen mejor la cotidiana blandura de la mierda que la lujosa dureza del rubí y hacen de la dignidad la más preciosa de las joyas; a las que aman con la desmesura de una madre y la locura indómita de la pasión; a las catedráticas de la vida, a todas ellas, rindamos pleitesía.