Las cosas que consideramos importantes las colocamos en lugares destacados, donde se vean, de esta manera les damos la importancia que tienen. Si tuviéramos un cuadro de Picasso o de Goya, por ejemplo, lo colgaríamos en la pared más grande y luminosa de la casa, no lo bajaríamos al sótano o a la cochera. Otro ejemplo: Torre de Juan Abad está tan orgullosa de su más ilustre vecino, Don Francisco de Quevedo y Villegas, poeta del Siglo de Oro español y señor de la villa, que le ha puesto, con todo merecimiento, una estatua en su plaza más grande, para que se vea y se note.
Torre de Juan Abad, retiro que fuera de don Francisco, lugar donde se respira historia y literatura, tiene tres edificios de significación arquitectónica e histórica: la iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Olmos, declarada Bien de Interés Cultural, con su órgano barroco y su retablo renacentista manierista; la ermita de Nuestra Señora de la Vega, que va por el mismo camino; y la Casa de La Tercia, inmueble del siglo XV, situado en la plaza principal del pueblo, donde se guardaba la tercera parte de los diezmos.
Esta última construcción, la más llamativa de la plaza de arriba, hoy Plaza Pública, ha estado ligada a la cultura del pueblo desde hace décadas. Fue “colegio de niñas y párvulos”, aquí aprendieron a leer y a escribir muchos vecinos y vecinas antes de que se hiciera el colegio nuevo. Finalmente, de manera acertada, los gobernantes locales la convirtieron en biblioteca municipal a la que le pusieron el nombre del poeta, otorgándoles a los libros la importancia que les daba el ya mencionado Don Francisco: “Retirado en la paz de estos desiertos, con pocos, pero doctos libros juntos…”, decía en uno de sus poemas escrito desde La Torre.
Estos días la puerta de la biblioteca tiene un cartel: “Cerrado por traslado”. La Casa de la Tercia deja de ser la biblioteca municipal de Torre de Juan Abad. Esos muros, que tanto han visto y escuchado en este pueblo, paseado por don Francisco cumbre de la cultura hispana y gran amante de los libros, dejarán de contener los casi dieciocho mil volúmenes, que sus bibliotecarios (principalmente Lourdes) han ido acumulando con dedicación, desde que el seis de junio de 1985, hace treinta y ocho años, fuera inaugurada. Libros que, por otra parte, son patrimonio cultural del pueblo, como la iglesia, el órgano, la ermita o los legajos del propio Don Francisco que se conservan en su casa museo o en el archivo municipal. Esos muros albergarán próximamente quién sabe qué otra cosa.
Pero la biblioteca ha sido y es mucho más que un almacén de libros (desde luego no es como un almacén de muebles). Sabemos que la biblioteca ha sido cada año, durante muchos años, lugar donde encontrar lecturas entretenidas para pasar las largas tardes de verano e invierno, donde estudiar, donde curiosear para completar conocimientos, donde reunirse a hacer trabajos para el colegio o el instituto, donde comentar los libros leídos. Ha sido y es el lugar para traer a los hijos, rebuscar entre los libros, leerles poesías, escuchar cuentos y, más aún, ha sido el lugar donde hacer descubrir a los nietos los innumerables mundos que encierra una biblioteca. Ha sido el lugar donde hemos llevado, curso tras curso, a nuestros alumnos para fomentar su gusto por la lectura, para aumentar su conocimiento del pueblo, de su historia y de Francisco de Quevedo, muy en particular con actividades variadas y divertidas.
La colaboración entre el colegio y la biblioteca ha sido una constante a lo largo del tiempo. Lugar de acogida, lleno de vida, donde hacer amigos, donde encontrar el arraigo en un pueblo que no es el tuyo. ¿Cuántas personas tendrán recuerdos de este edificio? ¿Cuántos torreños de nacimiento o de adopción habrán leído sus libros? Cientos, seguramente miles. La biblioteca es fundamentalmente un lugar dinámico de encuentro con la cultura, más bien con las culturas, con todas las culturas. Todo ello de suficiente categoría para figurar, como figuraba, en un lugar tan preeminente que muestre el aprecio que este pueblo siente por la cultura como es su plaza principal, junto al ayuntamiento, en un edificio emblemático, no en un almacén.
La cuestión es: ¿era necesario cambiar de ubicación la biblioteca municipal de Torre de Juan Abad? Porque, a veces, causas de fuerza mayor (ruina del edificio, molestias sobrevenidas con el paso del tiempo, necesidad de más espacio, etc.) pueden obligar a hacer cambios necesarios para mejorar el servicio. Hemos preguntado a la bibliotecaria por las razones del cambio. No nos puede dar muchas razones, se cambia porque se cambia, no hay más. Es una decisión política, le han dicho. El edificio no amenaza ruina, si acaso está un poco descuidado, pero nada que no se pueda arreglar con una mano de pintura y un buen mantenimiento. ¿Problemas de accesibilidad? Ciertamente, la biblioteca está en un primer piso, pero está provisto de un ascensor que no funciona: pues póngase en marcha. Es igualmente cierto que la presencia cercana del bar del Hogar del Jubilado acarrea ciertas molestias (ruidos, estorbo para el paso de los usuarios, etc.), pero
nada grave.
Por otro lado la nueva ubicación no mejora los problemas de espacio que pudiera haber en la Casa de la Tercia (de hecho, parece que el espacio del que se dispondrá es menor aún), tiene menos ventanas, y, por lo tanto, peor ventilación. Da la impresión de que el cambio no será para mejorar el servicio a los usuarios. ¿Se pidió opinión a quien entiende del tema? No. ¿Se preguntó a los usuarios de la biblioteca qué les parecía el cambio? Creemos que no. ¿Se consultó a la población? Nos consta que no.
Se entendería un cambio para mejor. Tomada la decisión del traslado de la biblioteca, existe otro edificio emblemático que podría acogerla sin menoscabo de su importancia, el lugar que albergó, al menos de vez en cuando, la imponente biblioteca de Don Francisco de Quevedo, su Casa Museo. Un edificio infrautilizado, que contiene cosas que sí que merecerían estar en un almacén de muebles, y que debiera ser estandarte de la cultura de este pueblo.
¿Qué será de la Casa de la Tercia cuando no albergue la biblioteca? Un edificio emblemático, que tan bien ha servido a la comunidad durante años, acogiendo a niños y mayores, a gente del pueblo y a gente de fuera.
Las bibliotecas son centros de cultura, donde se guarda la memoria, centros de conocimiento y como dijo un premio nobel: “El conocimiento no es caro, lo caro es la ignorancia”.
Firman este artículo los siguientes docentes que ejercen o han ejercido en el Colegio Público “Francisco de Quevedo” de Torre de Juan Abad: Rosa Mª Murcia / Maru González / Pepi Ginés / Nuria Calatrava / Mª Carmen Molero / Olga Sánchez / Vicente Ruíz / Marta Sánchez / Ana Romero / Ana Belén Megía / Julio Gómez de la Tría / Pilar García / Mª Carmen Almansa.