La Sociedad Cervantina muestra en forma de ruta el patrimonio de la tradición cervantina de Alcázar de San Juan

Con el aforo completo de inscritos, treinta personas han podido disfrutar de esta ruta guiada por la Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan que, incluida en la programación del Fin de Semana del Patrimonio que organiza anualmente el Ayuntamiento de Alcázar de San Juan, ha tenido lugar en la noche del sábado 3 de agosto

Con una asistencia de personas que completaba el aforo de inscritos, puntualmente a las 22:00 horas del sábado, ante la estatua de Alonso Quijano con su gato, obra del escultor valdepeñero José Lillo Galiani, daba comienzo la ruta guiada que coordinó la Sociedad Cervantina de Alcázar.

Esta ruta que, está enmarcada dentro de la programación del Fin de Semana del Patrimonio, actividad que anualmente y en el primer fin de semana de agosto organiza  el Ayuntamiento de Alcázar, mostró al numeroso público inscrito en la actividad, la gran vinculación que tiene la ciudad de Alcázar de San Juan con Miguel de Cervantes y su obra.

A continuación, los asistentes se desplazaron a la Plaza de Palacio, donde tuvieron ocasión de conocer -a través de las explicaciones de Luis Miguel Román-, la historia que encierra el Quijote Cósmico, busto que Eulalio Ferrer, santanderino exiliado en México tras la Guerra Civil y padre de la Fundación Cervantina de México, regaló a la ciudad de Alcázar de San Juan unos meses después de su nombramiento como hijo adoptivo en marzo de 1992, según cuenta en Salitre nº 8, Javier Calamardo Murat:

«Ferrer, que había fundado el Museo Iconográfico del Quijote en Guanajuato en 1987, quiso agradecer el reconocimiento obsequiando al pueblo alcazareño con un busto de Don Quijote. La escultura se colocó en la plaza de Palacio y la inauguración se llevó a cabo el 9 de julio de 1993, en presencia de Eulalio Ferrer, el alcalde Anastasio López, el escultor Santiago de Santiago y varios miembros de la corporación municipal, así como de numerosos vecinos de la localidad».

En este monumento que en julio ha cumplido 31 años de su instalación, Luis Miguel Román mostró a los asistentes una edición de un Quijote igual al adquirido por Eulalio Ferrer, el 7 de febrero de 1939 en su camino al campo de refugiados de Argelès-sur Mer, novela que le marcaría para toda la vida:

«Fue una gran fortuna para mí que esta apretadísima edición de 1902, de Calleja, cayera en mis manos; libro de cabecera, como le llamo. Cuando aquel miliciano extremeño me ofreció el libro, en Port-Vendres, a cambio de la cajetilla de cigarros que llevaba, sin ser fumador, me pareció natural, sin duda ventajosos para mí. Nunca podré agradecer suficientemente la bondad de un regalo así. Nunca el más grande loco de nuestra historia estuvo mejor acompañado. Y no lo digo por mí, que no sé en qué grado lo estaré, sino por todos estos admirables locos con quienes comparto el confinamiento. En cada uno de ellos creo ver un gesto, una mirada, una ilusión de don Quijote». (Entre alambradas. Eulalio Ferrer).

Posteriormente y en el atrio de la Iglesia de Santa María, la más antigua parroquia de la diócesis de Ciudad Real, fundada en 1226 y que en 2026 cumplirá 800 años desde que se erigió como parroquia, conocieron la existencia de la partida de bautismo de un niño llamado Miguel, hijo de Blas de Cervantes Saavedra y Catalina López, hecho acontecido en este mismo lugar el 9 de noviembre de 1558 y que fue el inicio de la tradición cervantina de Alcázar de San Juan, que perdura hasta hoy.

Esta partida de bautismo, junto con la lista de heridos que estaban en el hospital de Mesina, curando sus heridas sufridas en la batalla de Lepanto  y en la que figura un Miguel de Cervantes y También otro Miguel Cervantes (que recibieron diferentes cantidades como ayuda para su recuperación), suscitó entre los asistentes un intenso debate sobre la existencia de dos personas coetáneas que se llamaron igual y que a pesar de la diferencia de 11 años de edad entre ellas, está acreditado que estuvieron ambas presentes en la jornada naval de Lepanto.

Encaminándose a través de la calle San Antonio pasando por el Museo Formma ubicado en el antiguo “Granero de las Monjas” y pasando frente al callejón del Toro, los asistentes hicieron una breve parada en el cruce de esta calle con la calle San Juan, justo en el lugar en el que Constantino López explicó a los presentes que estuvo la casa de don Juan López Caballero, que del matrimonio con Inés de Cabrera tuvo tres hijos, Catalina Vela, Pedro Barba y Juan Barba (nótese la diferencia de apellidos entre hermanos ya que entonces no era obligatorio registrarse con el primer apellido del padre y el primero de la madre, como en la actualidad).

Según las crónicas de la época, dos caballeros llamados Pedro Barba y su primo Gutiérrez Quesada, salieron de Castilla para cumplir una misión de armas en la corte de Felipe de Borgoña, midiéndose en duelo con los hijos bastardos del conde San Polo, y en el capítulo XLIX Primera Parte del Quijote, refiriéndose a estos dos personajes dice don Quijote: «…de cuya alcurnia yo desciendo por línea recta de varón».

También se explicó a los asistentes que un bisnieto de Juan López Caballero, llamado Alonso de Ayllón Gutiérrez de Quijada había perdido la razón y su mujer, Teresa de Mendoza, pide en su testamento que la justicia nombre a su yerno Pedro de Cervantes -primo hermano de Miguel de Cervantes-, tutor de su hija Clara de 8 años, para proteger su patrimonio de la demencia de su padre: «que no tiene juicio y le está defendida la administración de los bienes», justamentecomo Cervantes describe en el capítulo I a Alonso Quijano.

En la Plaza de Cervantes, antiguamente llamada de los Rosqueros y de las Rubias, frente al lugar donde se encontraba la casa natal de Cervantes, se recordó la figura del moteño Fray Alonso Cano Nieto quien fue uno de los grandes valedores de Alcázar de San Juan como cuna del Quijote por la tradición oral que le había llegado, transmitida de forma directa a través de las personas que habían vivido en la época del escritor, como fueron los abogados Rodrigo Ordóñez de Villaseñor (coetáneo de Miguel de Cervantes), Francisco de Quintanar y Úbeda, que fue pasante del anterior  y Juan Francisco Ropero y Tardío (abogado de los Consejos Reales) quien puso al corriente de Fray Alonso Cano de la tradición cervantina de Alcázar que se había ido transmitiendo a través de diferentes generaciones desde la época del propio nacimiento de Miguel, como queda recogido en el Proemio a la edición de 1780 de la Real Academia Española, realizado por el militar y académico Vicente de los Ríos.

De nuevo, en este punto volvió a suscitarse un intercambio de opiniones sobre cuál de los dos bautizados con igual nombre pudo ser el autor del Quijote, a lo que los miembros de la Sociedad Cervantina aportaron el dato referido por el propio Cervantes en el Prólogo de la Galatea:

 “… solo quiero responder a los que libres de pasión, con mayor fundamento se mueven a no admitir las diferencias de la poesía vulgar, creyendo que, los que en esta edad tratan de ella, se mueven a publicar sus escritos con ligera consideración, llevados de la fuerza que la pasión de las composiciones propias suele tener en los autores de ellas, para lo cual puedo alegar de mi parte la inclinación que a la poesía siempre he tenido, y la edad, que, habiendo apenas salido de los límites de la juventud, parece que da licencia a semejantes ocupaciones”.

Cervantes decide publicar sus versos de La Galatea (1585), “habiendo apenas salido de los límites de la juventud”. Aquí tenemos uno de los datos autobiográficos más importantes que tenemos de Cervantes, su edad aproximada cuando publica La Galatea. Esta obra veía la luz cuando el Miguel de Alcalá tenía treinta y ocho años (muy alejado de su juventud)  y el Miguel de Alcázar, veintisiete años.

Desde el mismo lugar en que estaba la casa natal de Miguel de Cervantes, se explicó a los asistentes el resto del recorrido, especialmente el Museo del Hidalgo donde se recrea la vivienda y el modo de vida de un hidalgo manchego del siglo XVII, o dando a conocer a los presentes los azulejos quijotescos del Parque Cervantes que son un patrimonio único en España, conjunto de azulejos en el que se pueden ver gráficamente representadas todas las aventuras de la Primera y Segunda Parte del Quijote y que además están colocadas en perfecto orden cronológico.

Ya en las estatuas de don Quijote y Sancho Panza de la Plaza de España, recientemente remodeladas, se comentó la inspiración del escultor leonés, Marino Amaya, en la persona de Tico Medina para la estatua de Sancho Panza, que junto con don Quijote, forman desde 1971 la imagen icónica de Alcázar de San Juan que acoge a nuestros visitantes.

En la despedida, los miembros de Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan tanto los ya mencionados como Alonso Cobo y Enrique Lubián (que también colaboraron en la organización de la ruta), agradecieron a los asistentes la gran acogida que esta ruta siempre suscita entre el público y no se cansaron de recomendar la lectura del Quijote, especialmente del que está disponible en la web de la Sociedad, una versión muy de fácil lectura editada por el Socio de Honor, Enrique Suárez Figaredo, titulada “Las aventuras de don Quijote de la Mancha nunca así contadas”, que además de ser de descarga gratuita está en lenguaje actual que puede leerse sin necesidad de parar a cada momento para consultar las anotaciones a pie de página.

https://cervantesalcazar.com/web/pdf/QUIJOTE_SC_Alcazar.pdf

Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan

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