No se confundan los lectores con las preposiciones.
Y mucho menos con las preposiciones estivales, que llevan agua salada dentro.
Porque nombrar mal las cosas, ya sabemos que produce infelicidad.
Y otras catástrofes.
Porque una cosa es Votar por el cambio, como se nos pedía, a todos los españoles, en 1982.
Y otra, bien diferente, es Votar a cambio.
Como se les pide a un grupo favorecido y privilegiado, en un coto reducido de catalanes afectados por la medida.
Votar a cambio de algo es una pura transacción de vergonzoso mercantilismo.
Que debería caer lejos de la política.
Y estar vedado.
Pero cada vez más, ésta se convierte y se adhiere en una suerte de mercado persa de algún sultanato sin nombre.
O de algún mercado catalán.
Votar por el cambio en 1982, era dejar atrás la zarandeada UCD, superviviente del golpe de Estado de 1981 y cuajada de crisis internas y con aromas aun del tardo franquismo.
Votar a cambio, es extender un documento mercantil en las urnas: papeleta electoral por cheque bancario.
La pregunta que hoy –2 de agosto de 2024, plena canícula, honda ola de calor y de bochorno público repetido–los afiliados de ERC están dando respuesta a la misma, es de una enorme singularidad.
Y de una ligereza impropia del lugar y del tiempo.
Pregunta que a juicio de Pedro Sánchez Pérez-Castejón –gran urdidor del asunto, en aras de sus propios intereses– disfraza de “muy buena noticia para el sistema político español”, al responder a un acuerdo semi secreto entre el PSOE y ERC.
Y ya sabemos lo que acaba pasando con los acuerdos semi secretos
Más aún del preacuerdo que motiva la repetida pregunta, el repetido Sánchez Pérez-Castejón, fija de nuevo –visión diamantina de relojero miniaturista– que “Es un paso en la federalización de nuestro Estado autonómico”.
Y yo me renito al acuerdo del PSOE de Granada de 2014, de una de las partes firmantes del actual acuerdo.
La parte contratante de la primera parte, en terminología marxista, ha olvidado ya aquello suscrito con valor de acuerdo central.
Y dice, la tan traída pregunta sometida a los republicanos catalanes: “¿Estás de acuerdo con que ERC vote a favor de la investidura del candidato socialista a cambio de la soberanía fiscal, la promoción y protección de la lengua catalana, La Convención Nacional para la resolución del conflicto político y el resto de las medidas acordadas?”.
Y es que llevamos –desde la investidura de Sánchez Pérez-Castejón del pasado año– una legislatura de cesiones por ese Votar a cambio.
Votar –mi propia investidura– a cambio de un indulto, de una amnistía, de una modificación del código penal.
Y ahora, Votar a cambio de la soberanía fiscal.
La pregunta que se formula –según El País del mismo día 2– a 8.500 republicanos muy divididos– que trae causa de la posible investidura de Salvador Illa, candidato del PSC y ganador de las elecciones autonómicas, pero falto de mayoría posible, pone al desnudo el corazón del socialismo de la Moncloa: Mi reino por un caballo.
O mi reino –el de todos ustedes, claro está– por una investidura.
Todo ello –pregunta y posible respuesta de los salvadores del otro Salvador– a cambio de un salto en el vacío.
Aunque a ese vacío, Sánchez Pérez-Castejón –el de la visión diamantina de relojero miniaturista–, lo llame de forma aforística como “muy buena noticia para el sistema político español”.
De los números – de esos 8.500 ciudadanos seleccionados y selectos, con capacidad de determinar cosas de gran calibre y enorme calado, que se nos escapan a los demás ciudadanos comunes, de los 8 millones de catalanes y los 48 millones de españoles– hablaremos en otra ocasión.
Lo màs importante de todo en democracia es votar. Votar a cambio de un privilegio fiscal en cataluña es tampoco saludable como votar a cambio de bajar los impuestos en otras comunidades autonomas. De la suficiencia fiscal en Madrid, por tener el plus de la capitalidad del Estado, a la soberania fiscal catalana, pasando por el concierto vasco y terminando por gestionar las contribuciones del Estado a Castilla La Mancha, existe un amplio abanico de soluciones fiscales que explorar. Para acabar con el secesionismo hay que avanzar en las autonomias (vesase Pais Vasco) y para acabar con la desigualdad territorial entre comunidades no es necesario acabar con la autonomia fiscal de ninguna comunidad autonoma. Gestionar presupuestos es gestinar poder y hay 17 presupuestos autonomicos distintos donde todos quieren incrementar su poder. Parece increible que habiendo abrazado un sistema Europeo donde hemos cedido nuestra soberania fiscal, politica y judicial, no seamos capaces de trasladar un modelo de representacion y voto, distinto al actual, al interior de nuestro pasis y nos de miedo hablar de federalismo. En Europa siempre se vota a cambio de algo y se negocia a cambio de algo que permita mantener los equilibrios durante los seis años del mandato electoral. El voto ciudadano emitido cada seis años tiene otro valor y lo admitimos con satisfaccion. El modelo Europeo esta basado en dos modelos de voto, uno formal y otro informal, pues bien, siempre se adopta una solucion formal despues de un proceso informal de negociacion y cesion de voto a cambio de algo. Votar a cambio de….
Vaya tela, “lo más importante de todo en democracia es votar” votar 8500 supremacistas antiespañoles por todos es democracia. No sería más democrático hacer un referéndum entre todos los españoles para decidir si los pobres tienen que mantener a los ricos.
(Nueva concepción del socialismo del siglo XXI)