Triste alternativa: de la calumnia al espionaje (Editorial)

El asunto del supuesto espionaje del que han sido objeto destacados cargos del PP provincial es lo suficientemente grave como para tomárselo muy en serio. En cualquiera de los casos, tanto si es una invención de los populares como si realmente hay una mano turbia socialista que mueve los hilos del trabajo detectivesco destinado a elaborar informes para utilizarlos contra el enemigo político, el juego democrático, sosegado, civilizado, normal y limpio, ha quedado dañado de manera irreparable. Abróchense los cinturones para lo que viene.

Si cuando todavía faltan casi cuatro meses para la cita con las urnas salta a la pre-precampaña el feo asunto del espionaje (por una cuestión similar dos afamados periodistas echaron a Nixon de la Casa Blanca), qué nos esperará en las próximas semanas. Quizá convenga tener a mano el valium por si lo que resta aún para las elecciones no se convierte en una versión reducida del  diluvio universal… de dossieres, escándalos al por menor y fuego cruzado de revelaciones íntimas bajo el embozo de públicas virtudes.

Estas elecciones, que deberían ser de calmosa rutina después de tantos años de sufragios, sin más emoción que el resultado, vienen desgraciadamente veladas por una pátina de tragedia: los que mandan desde la noche de los tiempos autonómicos, los socialistas, porque se resisten a dejar el poder regional con la cuantiosa cesantía resultante, y los que aspiran a ganar, los populares, porque por primera vez después de reiterados intentos fallidos parecen estar a un palmo de conseguirlo. El deseo compulsivo del poder no casa con la esencia de la democracia que lo concibe como interino, y cuando los argumentos estrictamente democráticos no sirven, y se toman atajos para arañar los votos que por los conductos naturales no se conseguirían, asistimos a una peligrosa contaminación política cuya respuesta lúcida debería ser, remedando a Saramago, la abstención general y el colapso del sistema.

El caso del espionaje nos ofrece, de ser cierta la versión socialista, una estremecedora alternativa. O bien optar entre un partido, el PP, que calumnia, miente y engaña para conseguir el poder -como si fuera un fin en sí mismo- y el encumbramiento de su candidata para futuros destinos nacionales; o bien por el contrario, y si nos atenemos a la versión del PP, respaldar a un PSOE que se descubriría definitivamente no como un partido democrático, sino como una organización mafiosa capaz de pulverizar moralmente los más elementales principios democráticos para preservar el bastón de mando o conseguirlo por segunda vez en una plaza que se les resiste como Ciudad Real.

Si ya de por sí la labor que ejercen los detectives privados bordea la Constitución, puesto que el trabajo de los sabuesos consiste en husmear en la vida y documentos de una persona sin que se percate de ello, resulta más repudiable y políticamente delictivo que los adversarios en unas elecciones recurran a esas argucias de baja estofa. Y si ya de por sí la calumnia, en cualquier orden de la vida, es propia de miserables, con más razón lo es si parte de la denuncia dolosa e infame de un dirigente político, en este caso de una dirigente política, María Dolores de Cospedal.

Urge, pues, que una vez hecha la acusación, los populares aporten las pruebas con luz y taquígrafos que apuntalen la denuncia y, por una vez, convoquen una rueda de prensa interesante para hacerlo. No hay más salida que tomar uno de los dos sucios callejones: el de un partido que calumnia o el de un partido que espía. Será en esta ocasión muy interesante, quizá más que en las anteriores ver el comportamiento ciudadano en las urnas, ese comportamiento que más de una vez ha alabado el presidente José María  Barreda por su criterio de cirujano a la hora de depositar el voto.

El partido que se demuestre culpable de calumnia o espionaje no sólo merecería perder las elecciones sino convertirse en marginal. No ocurrirá, en cualquier caso, la ficción de Ensayo sobre la lucidez, de  José Saramago, y la abstención no será general ni total para colapso del sistema: hay otros partidos políticos y están en liza. Lo que sí es de urgente necesidad es una regeneración profunda de la democracia y la resolución de la verdadera crisis de fondo que padecemos, mucho más grave que la económica: la crisis moral que está pervirtiendo todos los valores, que está en el fondo de  la desaparición de CCM y del gigantesco fiasco aeroportuario, y que se muestra también  en el comportamiento y las reglas del juego democrático.

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