La II Gala de la Ópera tendrá lugar en Ciudad Real el próximo viernes 28 de enero en el Teatro Quijano. La más completa de las manifestaciones artísticas, la ópera, se representa habitualmente ante el público en su formato escénico original. Sin embargo, son frecuentes las sesiones musicales en versión de concierto que permiten aproximarse a la ópera de un modo más reducido, cercano y familiar. Estas versiones suelen concentrar un repertorio jalonado de arias, coros y piezas orquestales que acercan al público las grandes obras de la ópera y que además permiten conocer la versatilidad y preparación de los intérpretes que las ejecutan. Éste es el caso del concierto que tendrá lugar el próximo viernes, 28 de enero, en el Teatro Quijano.
La Orquesta Filarmónica de la Mancha ha preparado una nueva gala de la ópera, la segunda, mediante un repertorio significativo de algunos de los momentos más emocionantes de la historia de la ópera. Piezas que van a exigir lo mejor de sus ejecutantes y también lo mejor del público, cuya disposición emocional e intelectual se requieren, como ante cualquier hecho artístico, especialmente activas. Para este fin la orquesta no está sola, sino que se arropa con la participación de la soprano Graciela Armendáriz, el tenor Francisco Sánchez, y el barítono Daniel Báñez, así como por la Coral Polifónica de Ciudad Real y la Coral Sierra Alta de Villarrubia de los Ojos, además de contar con la colaboración especial de la Escuela de Danza “Raquel Bernaola” de Ciudad Real. Todos ellos al servicio de la difusión musical y de un auditorio con toda seguridad entregado a su buen hacer.
El programa elegido para esta II Gala de la ópera recorre tres siglos. La ópera Orfeo y Eurídice compuesta por Christoph Willibald von Gluck en 1762 representa un esfuerzo de Gluck por reformar el género, introduciendo un lenguaje literario y musical más depurado, claro y sencillo, en sintonía con el clasicismo estético imperante en ese momento. El coro “Ah se intorno a quest’urna funesta” es una muestra evidente de sencillez y perfección clásica.
Unos años después, en 1791, Mozart compuso su última ópera, La flauta mágica, que sería estrenada apenas dos meses antes de su muerte. El aria “Der Vogelfänger bin ich ja” de Papageno o el dúo “Pa-pa-gena! … Pa-pa-geno!” evidencian el espíritu desenfadado y jovial de los personajes. En contraste, la célebre aria “Der Hölle Rache” de la Reina de la noche, con su gran virtuosismo y complejidad vocal, representa una ruptura con ese espíritu naturalista.
En 1817 Gioachino Rossini compuso la ópera La gazza ladra (La urraca ladrona). Se trata de un drama semicómico que cuenta la desventura de la joven Ninetta, injustamente acusada del robo de cierta utilería doméstica que, como luego se desvela, fue sustraida por una urraca. De toda la ópera, la parte más célebre es su obertura, escrita por Rossini en apenas unas horas.
Rossini fue uno de los primeros representantes de la época dorada del bel canto que sería ampliamente desarrollado por Gaetano Donizetti en sus numerosas óperas. De todas ellas una de las más famosas es L’elisir d’amore compuesta en 1832. En ella el joven Nemorino sufre mal de amores, y en un momento de incontenible melancolía, entona una de las arias más célebres del repertorio “Una furtiva lagrima”.
A punto de abandonar su carrera musical, Verdi compuso en 1842 la ópera Nabucco, con ella empezaría su definitiva consagración como músico de fama mundial. En una época en la que la nación italiana se estaba liberando de sus enemigos extranjeros, la letra y la música del coro “Va pensiero”, se convirtieron en un auténtico himno nacional italiano.
La culminación del genio creativo de Verdi se produjo entre 1851 y 1853 cuando en tan solo tres años compuso sus tres óperas más célebres y geniales: Rigoletto, La traviata, y El trovador. De la primera de ellas podemos escuchar la famosa aria “Caro nome” cuya estructura representa a la perfección el modelo clásico del bel canto: recitativo-aria-cavatina. De La traviata escucharemos el famoso brindis que se celebra en la fiesta organizada por Violeta en su casa de París. De esta misma ópera escucharemos además el aria “Di Provenza il mar, il suol” entonada por el padre del protagonista que intenta evitar la relación que su hijo mantiene con la pobre y extraviada (traviata) dama de las camelias. Por último, la más compleja de la trilogía, El trovador, nos ha dejado páginas memorables como el famoso Coro de gitanos (“Vedi! Le fosche notturne spoglie”) con el que se abre el Acto II.
Entre las óperas de madurez de Verdi se encuentra Don Carlo de 1867, ópera que sufrió diferentes adaptaciones y revisiones. Representa un conflicto entre política y religión con tintes de drama histórico y romántico, tan al gusto de su autor. De ella, uno de los pasajes más memorables es el dúo “Dio, che nell’alma infondere amor” que dibuja un extraordinario equilibrio armónico entre las voces del tenor y del barítono.
Carmen es probablemente la más célebre de todas las óperas. Compuesta por Georges Bizet en 1875 es una ópera plagada de momentos emocionantes y brillantes, y resulta perfecta en toda su extensión. Como muestra se ofrece hoy su famosa Obertura.
Giacomo Puccini es el heredero de la tradición bel cantista y romántica de la ópera italiana y a la vez el creador de un universo sonoro propio. En el programa de esta noche se incluyen las dos óperas que pueden situarse en los extremos de su carrera musical. De Manon Lescaut, compuesta en 1893, escucharemos su triste y melancólico Intermedio. De Turandot, su última ópera, compuesta en 1924, escucharemos una de las más sobrecogedoras, emocionantes y enigmáticas arias de la historia de la música: “Nessun dorma”.