Desfilan por La Mancha espiritistas de la política, espantanublados de la economía, santiguaderos de las finanzas. Corbatas hirientes como navajas. Gabanes que esconden trabucos. Rolex que señalan chanchullos y Audis con prevaricación de serie.
Tiene La Mancha avezados brujos ideológicos que marcan con runas mágicas el caletre del ciudadano; alquimistas de la empresa que juegan con la piedra filosofal de los dineros ajenos; encantadores de serpientes que sacan del cesto hipnóticas promesas.
Tierra es ésta de maravillas y encantamientos. Los chóferes galoneados conducen a virtuales presidiarios. Las cajas de ahorro se esfuman entre brumas silenciosas. Hay consistorios donde la ordenanza es el clientelismo y obras donde la chapuza es el proyecto. Políticos que se revelan maestros del eufemismo: la ruina es crisis y el despilfarro es progreso; el robo es merma; el descontrol, desajuste; la incertidumbre, confianza.
Las ventas son castillos. Los ciclópeos aeropuertos se convierten por birlibirloque en corralitos de intereses. Condenados por denuncias falsas son profesionales como la copa de un pino. Los prestidigitadores del dinero fulminan billetes entre chasquidos humeantes. Y el público aplaude, y los caballeros envidian, y las damas suspiran.
La sorpresa del truco final. No hay nada en la chistera. No hay proyecto desastroso, no hay escándalo descomunal. No hay latrocinio ni mentira ni abuso de poder ni desfalco ni saqueo ni cohecho ni irregularidad que nos quiten la tranquilidad.
A Ciudad Real no le encogen el ombligo ni los trompetazos del Apocalipsis. Gallardos manchegos que hombreáis de indolencia: bienaventurados vosotros, que no perdéis las erecciones ni con el más infame de los amantes, y aguantáis los lascivos maleficios de los encantadores como princesas humilladas en eróticas ensoñaciones.
Paraíso de camastrones. Camanduleros que miran hacia otro lado ante la evidencia de la corrupción. Vivan las caenas y los cencerros tapados. Dios salve a la República de la Chitacallando.
Razón llevaban Cervantes y Galdós: todo en La Mancha es embrujo, todo artificio e ilusión. Todo, en fin, camelo digno del sabio Frestón.
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