Jesús Millán Muñoz.- Podemos aceptar que el saber oficial y académico es la depuración y abstracción y generalización y especialización de los saberes populares a lo largo de los siglos.
Podemos aceptar que todos los géneros literarios son tomados del pueblo, hace milenios, y se han ido depurando y evolucionando y cristalizando, desde la poesía, el aforismo, la frase corta, la novela, el relato, el artículo periodístico de opinión…
Quizás, no haya diferencias radicales entre las opiniones que se dicen en la calle, por cualquier persona, aunque no sea escritor, ni científico social, porque no olvidemos cualquier persona: observa, analiza, piensa, reflexiona, argumenta y vive y sobrevive. Y, ese gran escritor que acaban de darle el Premio Nobel en literatura o en algunas de las ciencias sociales.
Quizás, la diferencia no sea tanta, salvo que el profesional ha conocido cientos de conceptos que son como atalayas desde que percibe el mundo, y, la persona normal, y, todos los somos, en todos los campos de la realidad, excepto en uno, nuestra especialidad, pues nos servimos del saber popular y de la tradición y de lo que hemos oído…
Las personas se acercan a otras, esperando amistad, aunque sea pequeña, pero también, a algunas personas llega la década, que se dice, trataré bien a todo el mundo, pero no esperaré que los pájaros hagan sonatas o sinfonías, solo que canten. En un artículo inscrito en un libro A Trancas y Barrancas, de Bryce Echenique, con título: El narrador oral, fechado en noviembre de 1989, nos cuenta algo de los escritores, la literatura y del oficio y de la industria.
Dicen que en el oficio de la observación-escritura existe mucho egotismo, mucha vanidad y mucha soberbia. Yo, creo que lo que ocurre es que hay muchos dándole al lápiz y a la tecla, y, pocos pueden vivir de ello, muchos los llamados y pocos los escogidos, este es el problema. Y, además los tomates del agricultor en una semana se consumen o en una semana se perturba su salud interna –ahora con los frigoríficos se alarga el tiempo-. Por tanto, la competencia del tomate literario o filosófico o ensayístico o humanístico puede venir de hace dos milenios. Una obra de hace un milenio o quinientos años o veinticinco siglos tiene tanta profundidad o más, que la que usted o yo, estamos o estemos realizando…
De ahí, nace la necesidad, de que todo escritor o pensador o filósofo, se busque un oficio que le permita sobrevivir y vivir todos los meses, sea la enseñanza o sea otro, después, dedique el tiempo a vivir la vida normal y rutinaria, sociedad y familia, y, después, y, al mismo tiempo se dedique a buscar ecuaciones matemáticas o lo que quiera o lo que pueda…
En las matemáticas, pongamos por caso, una persona desconocida, cree haber encontrado un nuevo algoritmo, lo desarrolla y redacta, lo registra en la propiedad intelectual, y los envía a una de las revistas de matemáticas que existen, dicho consejo editorial, envía un mensaje al autor/a que lo ha recibido, y, espera pasar por un comité del doble ciego. Y, si consideran que es verdad, al cabo de seis o doce meses lo publican. Aunque el autor esté viviendo de arreglar chapas de vehículos, de vender huevos, de recortar jardines o de ser un empresario de alto nivel. No hacen distinciones…
Pero en las humanidades, éste es el grave problema, que una producción cultural de alguien, tiene que pasar, generalmente, por una editorial industrial o universitaria, y, si no lo hace, su producto cultural, aunque se publique es de segunda o quinta categoría, sin ser examinado, ni por el doble ciego, ni por ninguno. Y, puede autopublicarlo, o, puede exponerlo en la bodega de Internet, da lo mismo, salvo excepciones, se perderá y nadie lo valorará…
Este es el drama de la literatura, de las artes, de las humanidades en general. Por eso, he expuesto la necesidad de que se busquen sistemas para que “los miles o decenas de miles de obras y de autores”, que no entran en los circuitos culturales, que sus producciones al menos no se pierdan. Que se busquen sistemas. Aunque sean obras, de quinta categoría. Se podría hacer depósitos materiales y virtuales, dónde quedasen para el futuro. Se podrían consultar las bases de datos de los registros de propiedad intelectual. Los catedráticos de cada especialidad, deberían aconsejar que se busquen riquezas culturales en producciones culturales que están olvidadas o casi olvidadas, en manuscritos del siglo veinte y actuales, y ediciones mínimas o en Internet, de autores, catalogados de tercera categoría…
La realidad es que se tira cada año, cada década, cada generación, miles de obras, en todas las áreas culturales, obras que ya de antemano se valoran como de quinta categoría. Y, esas producciones culturales se condenan al silencio, al ostracismo cultural, ni siquiera tienen presencia en sus ámbitos locales, provinciales, comarcales, regionales… Creíamos que Internet y las Universidades en cada región, cambiarían la cosa, pero no ha sido así. O solo el cambio es y ha sido muy poco. Mientras tanto homenajeamos el columnismo de inserto en un libro A Trancas y Barrancas, de Bryce Echenique.