Pues nada, que va a resultar que este socorrido refrán es algo más que eso para la Junta de Castilla-La Mancha y se ha convertido en toda una filosofía a la hora de establecer la política agraria que se va a desarrollar en la región.
Hace algunos días, asistí al encuentro que todos los años celebra Asaja en Ciudad Real y que reunió a un importante número de representantes del campo, agricultores, ganaderos, políticos y responsables de esta organización agraria. Una de las personas que intervenía ante las cerca de 1.000 personas que abarrotaban la sala era el todavía presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda, quien en un discurso breve se dedicó a sacudirse las pulgas y quitarse de encima las responsabilidades que le son propias a alguien que lleva más de 30 años en los diferentes cargos que ha ocupando en el Gobierno regional.
En ese discurso, como ya es habitual, intentó convencernos a todos de que los males que padece el campo nada tienen que ver con sus políticas, sino todo lo contrario, pues aún -y siempre según él- deberíamos estar agradecidos por tan exitosa forma de gobernar «a favor» de los agricultores.
Pero no contento con ello, hizo algo que a mí, desde luego, me dejó perplejo y es sentenciar que no todas las organizaciones agrarias, ni las asociaciones que a diario trabajan en defensa de este sufrido sector merecen sus respetos… sí, sí, como suena. En lugar, de dedicarse a trabajar por la agricultura castellano manchega, como muchos le estamos pidiendo, de tomar las medidas que agricultores y ganaderos necesitan para salir de la ruina en la que se encuentran, se dedicó a desprestigiar a aquellos que reclaman soluciones urgentes y que, día a día, trasladan la realidad que se vive en nuestro medio rural y no comparten su fracasada política.
Debe de ser que esa libertad y, aún menos la crítica, no es del agrado del actual presidente de Castilla-La Mancha…, prefiere que no se hable de la incertidumbre que viven los agricultores ante reestructuración del viñedo, detesta se hable del PEAG cuando es para anunciar lo que ya se ha anunciado veinte veces y nunca se cumple, le enfada que nombremos a la malograda Fundación Tierra de Viñedos y el canon revolucionario que nunca debió existir. Un suma y sigue. Al menos, eso nos hizo pensar a muchos de los que allí estábamos.
Y esa, con el debido respeto, no es la función de un presidente de la Junta de Castilla-La Mancha que se digne serlo. Su responsabilidad debe ir más allá y, desde luego, no contempla juzgar qué organización es buena y cuál no; y ni mucho menos desprestigiar a aquellos que denuncian y señalan las ruedas de molino con las que tienen que comulgar cada día los agricultores de nuestra región. Entiendo que la responsabilidad de todos, ante la catástrofe que está sufriendo el sector, es otra. Algunos, negándonos a la resignación, a permanecer inmutables y en silencio, entendemos que la nuestra, es la responsabilidad de hacer oír la voz del campo, de nuestros pueblos, de sus gentes… y no, nunca entraremos a criminalizar a aquellos que contribuyen a que todo vaya a mejor, aunque no piensen como nosotros.
Dejemos, de una vez, de establecer lo políticamente correcto desde el poder autonómico. Necesitamos una sociedad civil más activa y dinámica, más libre. Y un gobernante democrático tiene que respetar ese movimiento, cuidando de no actuar como juez que sentencia quién es digno de merecer su reconocimiento y quién no. Se palpa cierto hartazgo ya por esas actitudes intolerantes, y el todavía presidente de Castilla-La Mancha pudo sentirlo en aquel encuentro. No siendo un buen día para él, por muchas razones, no alcanzó el grado de incomodidad que estuvo rozándole durante el evento por la nobleza que quienes allí le acogieron, de unos abnegados agricultores a los que aún no se les ha acabado la paciencia y gastan muy buena educación. Pero todo tiene un límite.
Y un último apunte, el acto también sirvió para que el todavía presidente Barreda nos anunciara como un logro el que los agricultores vayan a cobrar el dinero de la PAC de fondos europeos que, por otra parte, les corresponde. Algo que no es una dádiva ni un regalo. Y aún menos de la Junta de Castilla-La Mancha. No, no nos los regala nadie, ni siquiera los reyes que ya vienen de Oriente.