Seis décadas abriendo caminos de esperanza

Eduardo Muñoz Martínez.– Hace apenas una semana celebrábamos en nuestra diócesis los sesenta años de vida de Cáritas Diocesana, «hija», cómo es obvio, de Cáritas Española. Por ello, entiendo, es hora de trazar una semblanza sobre dicha institución, y cómo ocurre en todos los supuestos, hemos de remontarnos a los orígenes de la Cáritas «nodriza», si se me permite dicha expresión.

Hemos de recordar que al terminar la contienda civil, en 1939, la situación de España era desoladora: destrucción, aislamiento, carencia económica, malas cosechas, represión, represalias contra el bando republicano…, fueron los denominados «años del hambre».

No estuvo a la zaga la Iglesia, que responde pronto, entre 1941 y 1942, a iniciativa de los obispos, con una Campaña Nacional de Caridad que impulsa la creación de la Conferencia de Metropolitanos, germen de la Conferencia Episcopal Española, de donde surge el Secretariado Nacional de Caridad, cuyo primer director fue Jesús García – Valcarcel.

A finales de 1947 se celebra la Asamblea Nacional de la Caridad, en la que participó Acción Católica, las Conferencias de San Vicente de Paúl…, aprobando el Secretariado antes referido, impulsando su desarrollo diocesano y parroquial, sentándose las bases de su funcionamiento. Nacía Cáritas Española.

Nos adentraremos, ahora, en nuestra Cáritas Diocesana, y para ello, aunque someramente, desarrollaré distintos momentos: «los orígenes de Cáritas Diocesana de Ciudad Real», «Cáritas en los años 60 y 70», «Cáritas en los años 80», «Cáritas en los años 90», y «La entrada en el nuevo siglo».

Aunque entre 1958 y 1959 nacen las primeras Cáritas Parroquiales (Tomelloso, Puertollano, Malagón…), sigue siendo el Secretariado de Caridad quien coordina la acción social de éstas. Es en 1964 cuando se funda, se constituye, Cáritas Diocesana de Ciudad Real. Sin duda, las Cáritas Parroquiales son una buena herramienta para, con su voluntariado, acercarse, ayudar y compartir con las personas, las familias…, más necesitadas.

En nuestra Diócesis, de la que por entonces era Obispo Juan Hervás, la primera Asamblea del Secretariado de Caridad tiene lugar en 1958, y en 1960 la siguiente, siempre con la presencia del Prelado. Surgen los Equipos de Voluntarios, se imparten cursos…, con el aliento y el apoyo del por entonces Delegado de Cáritas, Pedro Jaramillo. Son tiempos en los que, entre otras cosas, en Campo de Criptana se presenta una campaña para terminar con la mendicidad callejera y actuar de manera integral desde Cáritas; en Tomelloso se habilitan y construyen viviendas para familias que vivían en malas condiciones; se empieza a escolarizar a los menores desfavorecidos…, etcétera.

En 1980 «toman cartas en el asunto» los Ayuntamientos y la Diputación. Cáritas ayuda en los barrios más empobrecidos, haciendo de mediadora en el acceso a lo que empieza a conocerse cómo Derechos Sociales, siendo imprescindibles los voluntarios, y voluntarias, que jugan un rol importantísimo, ayudando a la tramitación de ayudas del Fondo de Asistencia Social, «Las Pensiones de Cáritas», ayudando a domicilio, en las zonas rurales…, cómo una breve reseña.

A finales de los pasados años 80, y primeros 90, Cáritas entra en el mundo rural, – en la comunidad gitana -, organizando programas y proyectos de acción social; aparecen los primeros animadores liberados; el número de voluntarios, en esta última década del siglo XX, es alto; aumenta el número de asistentes a los cursos de formación específica; se adaptan éstos a las cambiantes necesidades sociales; se realizan proyectos de animación comunitaria en Valle de Alcudia, o Montes Norte; se crean cooperativas en zonas rurales y en Valdepeñas; se apoya la consolidación de la Asociación Gitana en Puertollano, Ciudad Real, Alcázar de San Juan, Manzanares, Tomelloso, Campo de Criptana… Es el boom del voluntariado.

Llega el momento de hablar de Cáritas Diocesana en este siglo XXI, que comienza con la continuidad del trabajo de los voluntarios, que al principio adolece de una cierta falta de compromiso, – por parte de los jóvenes -, y obvio envejecimiento de los mayores. Lo cual, – situación pasajera -, no impide que surjan programas para los «Sin techo», Casa de Abraham,
«Atención a drogodependientes, Centros Siloe, que constituyen el signo permanente de solidaridad, con motivo de la celebración del Año Jubilar, en 2000.

Desde unos años después, se apuesta por reforzar el voluntariado diocesano; se celebra la V Asamblea Diocesana; se articula un Plan Diocesano que se preocupe de la vida y el compromiso de dicho voluntariado; impera la formación de directivos y responsables; el trabajo»a pie de acera» se plasma en la publicación «Pateando la calle «, que nace de la experiencia de un grupo de voluntarios y técnicos; surge el «Programa de Prisiones», estando presentes en Herrera de la Mancha y en Alcázar de San Juan; colabora, Cáritas, en las Semanas de Doctrina Social de la Iglesia…, podríamos hablar de un largo etcétera.

Por otro lado, y por no cansarles, he pasado de largo por referencias que, sin duda alguna, hubiesen contribuido a una mejor calidad de este trabajo.

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