MICIUDADREAL.ES te ofrece, a partir de hoy miércoles, un reportaje triple sobre diversos problemas a los que se enfrentan a diario los minusválidos de Ciudad Real. Concretamente, en esta ocasión nos vamos a centrar en la piscina del Polideportivo Rey Juan Carlos, un complejo que ha cambiado su puerta de acceso y que, de este modo, le ha complicado la vida a los discapacitados físicos, que tienen que dar un rodeo de más de 300 metros cuando hasta hace poco no tenían que andar más de 20-30 metros.
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Cada vez son más, y su voz se oye cada vez más fuerte. A día de hoy, todas las instituciones públicas dedican importantísimas sumas de dinero a programas para satisfacer necesidades de los discapacitados de cualquier tipo. No obstante, una cosa es la teoría y otra muy distinta la práctica. Una cosa es que se dedique dinero para satisfacer las necesidades de este colectivo, y otra muy distinta es que se les satisfaga de verdad. Una cosa es construir diferentes infraestructuras que les ayuden a llevar una vida más fácil, y otra muy distinta es que esas infraestructuras funcionen o que los recursos humanos que velan por su mejora estén por la labor de ayudar.
En Ciudad Real, como en todas las ciudades, hay infraestructuras, aparcamientos y plataformas destinadas a hacer más fácil la vida de los discapacitados, pero no todo funciona como debería. Marisa Trujillo tiene una luxación de cadera congénita, lo que la obliga a andar con muletas. Marisa es una de las muchas personas que sufre a diario la ‘cara B’ de las ayudas a los minusválidos. De entre los diversos ejemplos que podríamos destacar, nos vamos a centrar en uno que cobra un mayor protagonismo en estos meses: la piscina municipal del Polideportivo Rey Juan Carlos.
En la parte de la izquierda del Polideportivo hay dos o tres aparcamientos reservados a minusválidos. Y decimos «dos o tres» porque ni los propios discapacitados lo saben, ya que las líneas que delimitan estos aparcamientos se confunden con las que marcan el estacionamiento de un autobús de línea que hace años que ya no pasa por allí. Esos dos -o tres- aparcamientos están a apenas 10 metros de la puerta por la que hasta hace no mucho se entraba al Polideportivo, y, ya dentro del polideportivo, a otros 10 metros de la puerta de acceso directo a la piscina.
Sin embargo, la cosa no es tan sencilla como parece, ya que, con las últimas obras del polideportivo, el Ayuntamiento ha trasladado la entrada al polideportivo unos 150 metros a la derecha. Pero no acaba ahí la cosa, ya que la última puerta de acceso a la piscina sigue donde estaba anteriormente. Así pues, cuando Marisa quiere entrar, tiene que aparcar el coche, caminar -en la medida de sus limitadas posibilidades- unos 150 metros a la derecha para entrar al Polideportivo y después caminar otros 150 metros -esta vez hacia la izquierda- para llegar a la entrada de la piscina. Esta entrada, recordemos, está a 10 metros de la antigua entrada, y a no más de 20 metros de donde Marisa ha aparcado su coche.
Un aparcamiento reservado a cinco metros de la nueva puerta
Cuando se llevaron a cabo las últimas obras, el Ayuntamiento dispuso un aparcamiento reservado a no más de 5 metros de la puerta de acceso al Polideportivo, algo que para Joaquín, el marido de Marisa, es del todo insuficiente: «No tiene sentido que a 150 metros haya dos reservados y en la misma puerta haya sólo uno». Joaquín cree que sería bastante más efectivo llevar más reservados a la zona de la puerta principal, o incluso situarlos en el aparcamiento reservado para motos (al fin y al cabo, aunque nos llevemos más lejos el resto de aparcamientos, los propietarios de los automóviles no tienen problemas para ir a pie a cualquier sitio). De todos modos, ésta sigue sin ser una solución buena del todo, ya que, aunque haya reservados junto a la puerta principal, hay que andar otros 150 metros para llegar a la entrada de la piscina. Joaquín y Marisa no se han resignado a estas complicaciones y siguen luchando para evitarlas, pero si quieren pasar un rato en la piscina municipal, tienen que tragar.
Lo malo es que en la piscina la situación no mejora demasiado, precisamente. Joaquín nos cuenta que, después de varios años luchando por que se instalase una silla que ayudase a los discapacitados a bañarse, en 2004 se consiguió. No obstante, ésta no ha funcionado bien hasta hace apenas un año. Palancas estropeadas, plataformas que no funcionan, sillas colocadas demasiado cerca de las escaleras… un sinfín de inconvenientes que, parece, han terminado este año. Ahora la silla funciona. Al menos, por el momento.
Joaquín ha luchado mucho por conseguir que las cosas vayan funcionando y sigue luchando para que las que no funcionan comiencen a hacerlo. No siempre es gratificante hacerlo, ya que «la mayoría de las veces tienesd que hablar setecientas veces con los responsables para que te hagan caso». Por momentos, parece que Joaquín y su mujer tienen que sentirse pedigüeños, cuando no debería ser así: «No estamos pidiendo ningún favor a nadie. Simplemente estamos reclamando servicios que tienen que existir y que no existen o funcionan de mala manera».
Gente como Joaquín o Marisa tienen que luchar a diario por sobreponerse a los inconvenientes que les van surgiendo. Sin embargo, por el camino se van encontrando con varios enemigos. Mañana, en la segunda parte de nuestro reportaje, veremos cómo no todo el mundo tiene que dar los rodeos que Marisa, y cómo hay personas para las que ciertas restricciones no existen.
Mañana, en MICIUDADREAL.ES.