El Día del Corpus Christi debió relucir más que el sol, según el dicho popular, pero sólo lo hizo en lo meteorológico. La efeméride a punto estuvo de trocarse en esperpento toledano por obra y gracia de un gobierno sectario inasequible al desaliento. Y digo gobierno, quizás impropiamente, porque la decisión de acabar con una tradición secular –la rendición de honores militares al santísimo Sacramento, según la fe cristiana- no se coció en el puchero –perdóneseme la expresión- de la ministra de Defensa. En un Gobierno al dictado –el de Rodríguez Zapatero-, donde los ministros ejercen de secretarios o poco más, resulta fácil deducir una decisión que, más allá de su consideración religiosa, perfectamente opinable, nos proyecta a su dimensión cultural y artística, incuestionable a todas luces como valor común y patrimonio de todos. También de los no católicos.
El Corpus toledano ha salido devaluado en este envite, y devaluado quedará a pesar del cabo de alzada del presidente Barreda. París –Castilla-La Mancha y Toledo- bien valen una misa y ante el panorama más negro que gris de las encuestas ha conseguido parchear el “diktat” sectario de Moncloa hasta dejar el evento en lo mínimamente digerible. Eso sí, para compensar el dislate, la festividad del Corpus se hará extensible a toda la región el año que viene. La misa y el París que decía.
La cultura es un efecto acumulado de siglos y, en consecuencia, un patrimonio generado por quienes nos precedieron y que a todos pertenece. Nuestra obligación, en todo caso, es engrandecerlo sin desvirtuarlo, y transmitirlo a quienes nos sucedan para su disfrute y orgullo. Lo contrario sería un perfecto desafuero y una falta de respeto. O, si se quiere, hasta un delito de lesa cultura.
El Partido Popular apuesta por la cultura desde sus más variadas consideraciones y, en consecuencia, hace suyas, entre otras, las palabras de Ángel Ganivet, preclaro representante del 98 en clave nacional cuando afirma que “la transformación de los sistemas políticos no depende de los cambios exteriores, sino del estado social; un pueblo culto es un pueblo libre; un pueblo salvaje es un pueblo esclavo, y un pueblo instruido a la ligera, a paso de carga, un pueblo ingobernable. Las libertades las tenemos dentro de nosotros mismos; no son graciosas concesiones de las leyes”.
Últimamente, algunos escribientes en medios públicos han puesto en cuestión la rectitud del Partido Popular a la hora de desplegar nuestra inquietud y política cultural. Pasemos por alto algunos currículos formados en la Red de Emisoras del Movimiento a la hora de aceptar lecciones de cultura y sinceridad, pero ello no obsta la afirmación de que algunas conversiones deberían conllevar, al menos, una pizca de pudor a la hora de darlas.
Estamos convencidos de que la educación y la cultura, además de hacernos más libres, son la mejor herramienta para superar viejos prejuicios y atavismos.