Cavilaciones en Ruidera: La manida salud de «El Callao» y La Fina» y lo que la vida olvida del pobre

Salvador Jiménez Ramírez.– Cada fisonomía nuestra y cada faz del paisaje, son lo que hoy son; aunque el hoy es un regente escindido de lo que fue el ayer, donde las añoranzas endosan visiones de un ocaso que se desvanece inoculando sensaciones, en los sueños de nuestras vidas… La monotonía y diversidad de los universos de nuestro alrededor, no son sino la cartuja y el libramiento nuestros… Tiempo ha, la noche no había sido cobijadora…; por fin amaneció…

Un viento que empezó lento, alteró el tardón y cuántico vagabundeo de unas hojas que ya iban a dormir su vida y su destino. La dulzura del amanecer apenas si se sentía y el entorno parecía inútil… Muchos sosiegos obligados, con confuso nihilismo y resignación grande. Destino igual y abstracto para las pulsiones de la vida y las cosas, no del todo inertes… Un vehículo de transporte sanitario, colectivo, maniobra en unas calles y se detiene… Chirriar de puertas y atalajes…Enfermos en el interior con sollozos de su mundo de dolor, sin  percibir el universo que experimentamos sanos, despiertos y en ensoñaciones en las que la mente intercala meditaciones y plegarias de conglomerados con dimensiones fantásticas e informes. Amalgama colectiva de la vida con sus novedades frías y desconsoladoras… Muecas de dolor y pulsiones psíquicas de desaliento en casi todos los viajeros. Rostros de amargura; espíritus de rogativas en estrecha relación de anhelos y desasosiegos, tejidos también con ciertas ironías y vulgaridades de otros estadios de sus  pretéritas vidas… “El Callao”, ataviado con sus mejores y sencillas galas de los años sesenta, reprime sus achaques,  dolores, desconsuelo…, y hace honor a su sobrenombre cuando “La Fina”, (tal vez amor y enamorada esposa, cuando ambos, en su juventud, trazaron y urdieron relaciones de duración, cooperación y subsistencia hasta que la muerte los separase) le dice: “si te duele mucho la mano y el brazo, tendrás que dejar lo de la pleita y el hortal, que tanto apaño nos hace…”. Él asiente afirmativamente con un ingrávido movimiento de cabeza, pero con multitud de ideas ocultas en los laberintos de su mente; ansiando, como el resto de los enfermos, con impaciencia febril, llegar cuanto antes al establecimiento sanitario, para ser aliviados de sus amargos trances… Las distintas patologías y número de zozobras psíquicas, se corresponden con la tristeza y el escueto número de palabras pronunciadas. A los rayos de la fe de los más achacosos, con sus ojos enardecidos, como observando increíbles divinidades en el nebuloso horizonte, se añaden sus imprecaciones, los esplendorosos y matutinos albores de un nuevo día mientras los colores negros se van… En el viaje mudas jaculatorias y pulsiones que recorren los labrantíos, como inmensas pieles rapadas; alzándose hasta los sistemas geológicos de cuarzo, en lomazos y gibas  de losas melladas y declives labrados, por un paradójico y misterioso universo.

      Las salas de espera del  dispensario se van “habitando” de seres quejumbrosos “acribillados” de afecciones físicas y aflicciones psíquicas… Seres dolientes entre confusos conceptos, en lo angosto de sus mentes, tratando de sobreponerse; huyendo de imposiciones fatales de la vida, recuerdan, con su memoria balanceándose, la vasta y tortuosa visibilidad de sus vidas, ya, muy vividas; algunas tan dolorosas como su dolor de ahora…; en sus últimas esperanzas y entrevisiones obscuras…, fracasadas… Lo que la vida olvida del pobre…  Embreñados en sus barzales íntimos y rogando disimuladamente a divinidades que la humanidad no ha visto nunca, esperan con impaciencia el sonar de la melodía de sus nombres por megafonía o ver plasmadas, en las novedosas pantallas electrónicas, las letras y cifras de los ticket para ser atendidos en el consultorio… Con impaciencia creciente, alguna lengua se desata ante las innovaciones tecnológicas, pronto apaciguada con afabilidad y sencillez estudiadas. “El Callao”, aunque no con puntualidad, ha sido explorado y diagnosticado… La fatalidad de su rostro y del de “La Fina”, está ya parcialmente borrada y desvanecida; por el alborozo, al saber que: “la cosa no es mala…”. “La Fina” mira a través de una vidriera y siente que el firmamento está más azul…, y confirma y exterioriza sonriente, como quien disfruta de una agradable verdad que: “el  doctor es un poco agrio  pero la enfermera es cariñosa y muy apañá…”. “La Fina”, con sus ilusiones y fantaseos de la mente, a veces no menos enredosos que las falsas percepciones y fatales perspectivas, salmodia frases menos amargas… Parlotea, entre otras ocurrencias, que en la vida sólo hay que pedir perdón tres veces por ocasión errada… Le mesa el  encanecido cabello a “El Callao”; le pinza con los dedos pelusas y pelos muertos adheridos al ropaje, y ambos se miran, endurecidos sus estados anímicos, lo mismo para los sufrimientos que para las dichas…Considerando, tal vez, unos fines que arbitraron y necesitaron, pero que nunca consiguieron, porque jamás existieron para ellos… Sólo el padecimiento…   

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