Eduardo Muñoz Martínez.– El Domingo de Ramos es la primera festividad de la Semana Santa. Cómo todos y todas sabemos, conmemoramos la triunfal entrada de Jesús en Jerusalén, aclamado multitudinariamente como Mesías.
Invito a los lectores, y lectoras, a fijarnos en algunos matices que marcan el desarrollo, para los cristianos, de la celebración.
La liturgia nos señala dos momentos fundamentales: la procesión con palmas y ramas de olivo y la Eucaristía, la Santa Misa, procediéndose, en la proclamación de la Palabra, a la lectura de la Pasión de Cristo.
Es importante, igualmente, en este domingo, la simbología. Quizá no venga mal recordar que las palmas son signo de fecundidad y riqueza, a la vez que los ramos de olivo encarnan la paz.
Por último exhorto a fijarnos en el color rojo de las vestimentas de los sacerdotes, que también destaca en exorno y ornamentos, haciéndonos entender que es el momento en que los cristianos proclamamos, entonces y ahora, a Cristo como elemento fundamental de nuestra vida.