En un momento de cambio como el que estamos viviendo en la Universidad de Castilla-La Mancha con la adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior (el Plan Bolonia), me doy cuenta de la suerte que tuve de trabajar en otras universidades, durante periodos de tiempo suficientemente prolongados como para permitirme apreciar y valorar sus características.
Conocí una de las universidades más antiguas de Francia, la de Montpellier, que es hoy uno de los principales focos del saber agropecuario. A los franceses se les llena la boca diciendo que Montpellier es su Agropolis. De aquella institución, además de la calidad de sus centros y del prestigio de sus titulaciones, me sorprendieron los másteres que ofrecen y la internacionalización de su actividad que se desprendía de los numerosos convenios de formación que tenían establecidos con entidades extranjeras.
También tuve la suerte de trabajar en la Universidad de California en Davis. Es esta una universidad en la que todos los que estamos interesados por el campo coincidimos en considerarla líder en investigación y una de las mejores universidades del mundo. UC Davis, que es como allí se la llama, desde su fundación, gracias a los trabajos de investigación agrícola y ganadera que en ella se desarrollan y a su dedicación a la formación de agricultores y técnicos, ha sido el motor del desarrollo agropecuario de California y ha contribuido a que la actividad agrícola sea uno de los sectores económicamente más importantes del estado y a que California sea una de las regiones agrarias más notables de los Estados Unidos.
En la UC Davis los Departamentos, algunos de tanta excelencia como el de Biólogos e Ingenieros Agrónomos, el de Viticultura y Enología o el de Protección de Cultivos, están fuertemente conectados con los productores, ofrecen a sus estudiantes, además de atenciones de todo tipo, una formación acorde con las necesidades reales de la sociedad y se sienten orgullosos de haber formado en sus aulas a muchos de los más prestigiosos profesionales de California.
Nadie puede dejar de reconocer que en los últimos 25 años, en la Universidad española, ha habido un indudable progreso cuantitativo y cualitativo y Castilla-La Mancha no ha sido una excepción. Es más, y creo que no me ciega la pasión al escribirlo, en determinadas áreas, en nuestra universidad ha habido un progreso espectacular. Pero, sin analizar en detalle nuestra posición en los rankings universitarios, este desarrollo es insuficiente para poder afrontar con éxito la competitividad nacional e internacional en la que, con el Plan Bolonia, la UCLM, como el resto de la Universidad española, ya está inmersa.
Cuando comparo nuestra situación con la de universidades como las de Montpellier y Davis, me doy cuenta del gran reto que en Castilla-La Mancha tenemos por delante y, de que, si no queremos quedarnos rezagados, tenemos que situarnos en primera línea, lo que exige alcanzar niveles de excelencia y calidad que nos den el peso internacional necesario.
Lógicamente nuestra Universidad está obligada a incrementar la formación de los alumnos, a acercar la universidad a la empresa y a potenciar el trinomio I+D+i.
Para incrementar la formación del alumnado es preciso, además de que las titulaciones ofertadas sean aquellas en las que más fuerza tiene la UCLM y que más demanda la sociedad castellano manchega, prestar una atención y un seguimiento personal del alumno, con un método docente orientado que contemple la preparación profesional y la motivación, la internacionalización y la movilidad de los estudiantes. Todo ello sin olvidar la importancia de la ratio profesor/alumno y la calidad de los medios e instalaciones.
Digamos que, para adaptarnos al Plan Bolonia, en la UCLM todo debe girar alrededor del alumno, procurando que, además de adquirir buenos conocimientos profesionales, desarrollen habilidades, y aspectos tales como la iniciativa, la capacidad comunicativa, el conocimiento de idiomas y el trabajo en equipo. Sólo así podremos, como los americanos, sentirnos orgullosos de haber formado en nuestras aulas a los más prestigiosos profesionales de la región.
Todo ello exige un profesorado cualificado con abundante contacto con el medio. Sólo así, y con unos planes de estudios sostenibles y orientados hacia las necesidades reales de la sociedad, los alumnos podrán tener una rápida incorporación al mundo laboral y tendrán confianza en que su esfuerzo no es inútil. También facilitará que los estudiantes realicen prácticas, gracias a las que vivirán un aprendizaje real que les servirá de punto de partida para el mundo laboral.
La necesidad de potenciar el trinomio I+D+i surge de la importancia que la investigación, el desarrollo y la innovación tienen en la mejora de la producción y del crecimiento económico. Ni que decir tiene que es la sociedad la que debe marcar las líneas prioritarias en investigación y que el compromiso de la UCLM debe ser ofrecer una investigación de alto nivel, marcada por las exigencias reales de la sociedad y orientada al progreso en las diferentes áreas de conocimiento
Para estar a la altura de los retos que ha abierto el Plan Bolonia nadie duda de que es necesario un gran esfuerzo inversor. Todo el mundo reconoce que la inversión en la universidad es de alta rentabilidad y nadie se cuestiona que para que la UCLM pueda alcanzar puestos de cabeza en la excelencia universitaria, necesita contar con un nivel de recursos muy superior al que hasta ahora ha dispuesto.
La competencia de la financiación de la UCLM es del Gobierno regional, y aunque no faltan opiniones que dicen que son necesarios otros modos de financiación o que es preciso buscar fuentes adicionales de financiación, la realidad hoy por hoy es que es el Gobierno autonómico quien tiene esta responsabilidad.
Barreda, ante el reto que tiene la educación universitaria de la región, no puede permitirse, basándose en la terrible crisis que afecta a Castilla-La Mancha, reducir aún más la escasa financiación que ha venido dedicando a la UCLM, como tampoco puede caer en la tentación de lograr rédito político erosionando los cuatro pilares que la sustentan: autonomía, libertad de cátedra, rendición de cuentas y espíritu crítico. Si lo hace impedirá que a los castellano manchegos se nos llene la boca al hablar de la excelencia de la UCLM y que nos podamos sentir orgullosos de que en sus aulas se hayan formado los mejores profesionales de la región. Y eso sería imperdonable.