El caso Page

El caso Page, o sea la contestación del presidente del Gobierno de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, a la política del Ejecutivo, es muy simple: no está de acuerdo y lo dice públicamente sobre todo tras el retoque a la futura Ley de Amnistía para matizar el terrorismo y salvar así la cara de todos y cada uno de los que estuvieron involucrados en los graves incidentes de orden público (menos los agentes policiales) de octubre de 2017 y 2019. De modo que si la Ley sigue su curso y supera los obstáculos de la UE, el fugado que tuvo que irse de España (la portavoz del PSOE, Esther Peña, dixit) pueda regresar como Tarradellas (cosa que dudo) y soplarse el flequillo en el balcón gubernamental saludando al pueblo. La derecha catalana es lo que tiene. Eso sí, Page muestra el aval de una mayoría absoluta.

Con otra cultura democrática la cosa sería pura rutina. En la cultura democrática española y sobre todo por el personalismo de su jefe de filas y primer ministro, la discrepancia significa deslealtad, traición y supone la condena al arrabal del partido. Lo que hace de Page un arrabalero, que suena más terroso que la expresión urbanita extrarradio donde dijo Page que se encontraba el PSOE. Si, además, Page departe en un acto transversal como FITUR, lo cual debería ser normal en una democracia adulta no de patio de colegio, y se une a la queja de sus homólogos populares por el empalagoso y peligroso mimo financiero del Gobierno de España a la insaciable Cataluña –perdón, a la insaciable e irritante casta catalana de derechas. Y de izquierdas- es que el díscolo Page está al otro lado del muro.  Si muestra su enojo y su opinión sobre la presión testicular que ejerce el Beatle de Waterloo sobre el necesitado señor presidente, Page es un verso suelto que empieza a cansar a los mastines del Moncloa-Ferraz y le enmiendan la plana considerando que el presidente castellanomanchego es un disidente arrabalero cuya rebelión personal ya no es tan anecdótica como parecía al principio, o si lo prefieren, no fue una calculada estrategia para afrontar el 28M. Pero lo hizo y ganó. Y según el cariz que va tomando la indisimulada sumisión del gallardo Pedro Sánchez al estomagante Puigdemon, estoy por apostar que si Page repite de nuevo volvería a ganar la plaza de Fuensalida. Claro que para eso hay que hacer cábalas y encaje almagreño: la política es sinuosa y movediza plagada de dagas. Todo depende del estado en que quede el PSOE cuando todo se consuma, de consumir y consumar, porque el PSOE de llegar, si llega, al final de la legislatura con los muebles intactos, o casi, ya me dirán las maniobras orquestales en la oscuridad o a plena luz mediática, para sustituirlo. ¿Y por quién?  Ya se ha oído por ahí que la ministra, Isabel Rodríguez, pudiera ser que pudiera. Isabel Rodríguez con quien lamentablemente se produjo la aceleración de la caída socialista en Puertollano por su espantada (con Sánchez, en toda España), no es hoy a la vista de los acontecimientos un seguro de suma y sigue, contaminada como está de sanchismo hasta la médula.

Que la RAE haya considerado la palabra polarización como la estrella del año 23 ya dice mucho. El deterioro de la normal convivencia democrática es preocupante. Dirigir una nación es tarea harto complicada pero una sociedad democrática tiene todo el derecho del mundo, como Page, a criticar los continuos bandazos, cambios de opinión (en 24 horas) de quien tiene las riendas de la nación, sobre todo si decide favorecer y ceder por la coyuntura política en asuntos extremadamente sensibles a una comunidad autónoma,  aunque eso le suponga la marxista ruptura de principios y presentar otros radicalmente diferentes. La amnistía y su puntillismo exculpatorio  es una pócima envenenada de efecto retardado.

El PSOE sabrá lo que hace, la dirigencia sabrá lo que hace, porque tarde o temprano se presentará de nuevo ante el gran tribunal civil del electorado, aunque el veredicto del 23 de julio pasado no fuera la condena a galeras como se temían los propios socialistas sino una semana de prevención. De ahí la contradictoria noche de autos de un primero con la cara lánguida y un segundo eufórico y victorioso.

Están demás las grandes preguntas éticas que suenan a hueco: ¿Vale todo para conseguir el poder o mantenerse? Es mucho más sencillo que andarse con inútiles reflexiones morales ejercer la saludable crítica democrática, sobre todo si ponemos en una lista, todo cuanto ha dicho y hecho el presidente y las consecuencias de ello.  Page como cualquiera dice lo que piensa en su sonora soledad. Pero Page no es cualquiera, claro. Es el secretario general del PSOE regional, de momento, y el presidente de Castilla-La Mancha, y su opinión pesa, molesta y es portada de telediarios. La cuestión es que Page está solo en el partido pero no lo está extramuros de Ferraz. Su opinión coincide con la de muchos españoles y, por supuesto, castellanomanchegos. Por distanciarse de Sánchez ganó por mayoría absoluta, el único, y volvería a ganar si se presentara o presentase. Pero… ¡quién sabe por qué canales correrá el agua!

Relacionados

spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img