Salvador Jiménez Ramírez.- No somos ni soberbios, ni intransigentes, ni “pijoteros”, ni una vaga añoranza… Preferimos no darnos un nombre… No nos es posible cortar del todo el contacto con las “cosas”, incluidas aquellas que no son más que un escenarios de “decoración” o que inquietan y enojan por su indolente defección, funcionamiento o función. No recuerdo quien escribió—en aquellos tiempos de mi juventud– que, los orígenes de la telefonía en España, estaban marcados por la firme voluntad de incorporar técnicas avanzadas…
Recuerdo que las diferentes redes de explotación y los entramados exteriores de diversos armazones, en Ruidera, no sólo en la primigenia red de explotación, estaban estructurados por toda una amalgama de cableado o “líneas” aéreas, que pendían y colgaban, mal grapadas, de las paredes de las casas… Algunas algo han mejorado… Hoy los modernos cableados de fibra óptica y otros, transportan millones de comunicaciones simultáneas.
De “uvas a peras”, las compañías han llevado a cabo alguna que otra mejora en las “facilities”; pero las empresas de medios de transmisión más avanzados, —ahí la “fibra”— a “troche y moche”, están plagando las más diversa orografías, con manojos de cables e instalaciones que, como el caso que nos ocupa, en el casco urbano de Ruidera, junto a la “Casa del Rey”, presentan un estado de abandono tercermundista, peligroso y lamentable.