Cuando comienza el nuevo año, lo iniciamos teniendo algunas certezas y conociendo o intuyendo algunas sorpresas, que nos van a afectar a la mayoría. Entre las certezas está que la Fundéu ha designado la palabra del año. La palabra elegida ha sido Polarización. Según nos dicen, su elección se ha debido a su gran presencia en los medios de comunicación y a la evolución de significado que ha tenido.
Este término se usa para aludir a situaciones en las que hay dos opiniones o actividades muy definidas y distanciadas, en ocasiones con las ideas implícitas de crispación y confrontación. Se recogió por primera vez en el diccionario de 1884 con la misma definición que tiene actualmente: “acción y efecto de polarizar o polarizarse”. Pero polarización, entonces, se restringía a la ciencia física y a los polos de la Tierra.
En 2001, se extendió su uso al lenguaje general, tras definir el término con una segunda acepción: “orientar en dos direcciones contrapuestas”. Hoy se emplea para expresar la idea de dos bloques u opiniones enfrentadas. Se aplica a la política; al deporte; y, en general, a cualquier escenario en el que haya desacuerdo. El Diccionario esencial de la lengua española, pone un ejemplo sobre su uso: “la guerra polarizó la sociedad”.
Pero podríamos hacer una elección extemporánea. Si estuviéramos en 1978, la Fundéu hubiera elegido consenso, como palabra del año, proporcionando un gran alivio al conjunto de la población española, lo que no ocurre con la elegida en 2023. Pero sería una sorpresa agradable que en el 2024, la palabra elegida fuera algo así como conciliar o alguna expresión similar. Aunque, seguramente, eso no ocurrirá.
A la vez que se anunciaba la palabra del año, Javier Cercas publicaba un artículo en El País, “Llamamiento a la rebelión”, en el que criticaba al presidente Sánchez por impulsar la ley de amnistía. Debemos recordar que este autor publicó en el mismo diario, el pasado 20 de julio —tres días antes de las elecciones generales—, el artículo titulado “Por qué pienso votar a Pedro Sánchez” y, en el mismo rotativo publicó, el 13 de septiembre, otro titulado “No habrá amnistía”, cuando se negociaba esa ley con Junts per Catalunya.
Estas manifestaciones nos han sorprendido por ser contradictorias entre sí y por haberse producido en apenas cinco meses. Después de apoyar al candidato a la reelección como presidente, publicitando su voto; negó que fuera a haber amnistía, cuando esta se negociaba; para acabar renegando de su patrocinado por haber traicionado a sus electores y a los catalanes no nacionalistas.
Él no ha ocultado su simpatía por la izquierda. Además, tiene una hermana, Blanca, que es parlamentaria autonómica por el PSC, y a un primo hermano, Alejandro Cercas, que es un dirigente histórico del PSOE. Pero es evidente que los sentimientos ideológicos tienen un límite para la mayoría de las personas, entre las que habría que incluir al autor de “Anatomía de un instante”. Algo que no le ocurre al actual presidente.
Algunas sorpresas nos las dará Pedro Sánchez. Porque tendrá contratiempos, eso es seguro. Pero con su osadía y su falta de escrúpulos, hará cualquier cosa imaginable. Incluso aunque estuviera convencido, —que no lo está—, de que lo que puede aprobar el Congreso, sea contrario a la ley. Porque sabe que la justicia es lenta y que una resolución contraria, dictada varios años después, no le habrá impedido estar en el poder, que es lo que él desea.
Hay sorpresas en el tema económico. Si tenemos en cuenta que la inflación acumulada en la última legislatura ha sido del 15% y que las tablas del IRPF, no se han deflactado durante ese periodo, ese es el porcentaje que ha subido dicho impuesto. En los impuestos indirectos, debido a la inflación, también se han incrementado en un porcentaje similar, al haber suprimido la moratoria de impuestos energéticos y por recuperar el tipo de IVA aplicable a la mayoría de los productos bonificados en los últimos meses.
Subirán los precios de los servicios que utilizamos, como el gas y la electricidad; de la mayoría de los suministros; o de los nuevos impuestos especiales aplicados a las energéticas y a la banca, que se acabarán repercutiendo al consumidor final. Sin contar las posibles subidas de productos cotizados en el mercado internacional: como el gas, el petróleo y el de algunas materias primas.
También influirá la continuidad de las guerras de Ucrania, —que en febrero entrará en su tercer año—; o la de Gaza, que a primeros de enero inicia su cuarto mes. En ninguno de los dos casos se ve un final próximo.
Decía Antonio Gala, “Poseo gran capacidad de admiración, sorpresa y curiosidad, que son las tres cosas que definen más la infancia”. Esa capacidad de asombro viene bien para mantenernos mentalmente activos y por la ilusión que debe primar en la infancia, pero, cuando son esencialmente negativas, nos resultan menos agradables y preferimos las certezas conocidas más que las anheladas sorpresas, que muy pocas veces se materializan.