En el rincón de la vida, donde las sombras juegan,
se entretejen historias de valentía y esperanza.
Niños con alas diferentes, pero con sueños que se abrazan,
miran al mundo con ojos que destilan esperanza.
No miden la distancia en pasos, sino en risas que resuenan,
sus corazones laten fuerte, melodías que truenan.
Discapacidad no es límite, es un puente que se cruza,
donde la diversidad florece, y la inclusión se dibuja.
En la danza de la vida, cada niño es una nota,
una partitura única, una sinfonía remota.
Manos que exploran el tacto, descubren la ternura,
pues la grandeza no se mide en la forma, sino en la altura.
¡Abramos las puertas del entendimiento!
Que la diversidad sea nuestro gran cimiento.
Que la niñez sea un jardín de sueños compartidos,
donde la inclusión sea el lazo, entre todos tejido.
Que en el aula de la vida, cada pupitre sea un abrazo,
donde la empatía sea el lápiz y el respeto el trazo.
Que los niños aprendan que la belleza es variada,
y que cada diferencia sea celebrada.
Que en el recreo del alma, la risa sea universal,
donde la discapacidad sea solo un matiz, no un mal.
Que en el cuaderno del tiempo, la historia sea escrita,
con versos de inclusión, donde la igualdad no esté limita.
Así, en este poema sin ataduras, sin métrica ni cadenas,
celebramos la danza de la vida, donde la inclusión reina.
Que los niños con alas diversas vuelen alto y lejos,
pues en la diversidad hallamos los más hermosos reflejos.
Dedicado a la discapacidad, esa maravillosa diversidad que nos asusta.
Sin palabras mudas 05-12-2023