En poco más de un mes, la Orquesta Filarmónica de La Mancha, ha ofrecido en Ciudad Real dos conciertos que expresan claramente su intención cultural y su misión social. El pasado 19 de diciembre interpretaron junto al Coro Mansil Nahar una amplia selección del oratorio El Mesias de Haendel. Una de las obras sinfónico-corales más importantes de la Historia, como bien nos recordó su director, Francisco Antonio Moya.
En aquella ocasión las circunstancias no estuvieron del lado de los intérpretes: un auditorio casi vacío, un emplazamiento desafortunado, una iluminación indecorosa, más ciertos avatares de última hora en la propia orquesta, no favorecieron un resultado a la altura de lo que se pretendía. Aquella espina se la quitó esta formación el pasado viernes cuando consiguió llenar el Teatro Quijano para ofrecer una Antología de la Zarzuela que se agradece sinceramente.
La cultura de nuestro país tiene una deuda con la Zarzuela, a quien ha hecho menor la escasa calidad técnica de las grabaciones disponibles, y el prejuicio con el que una parte de nuestra sociedad se acerca a ella. En la inteligente selección de fragmentos que ha realizado esta orquesta podemos ver un camino para acercar la Zarzuela al público actual. La seguridad y satisfacción de las condiciones existentes en esta ocasión ha permitido a la Orquesta y al Coro, una ejecución mucho más satisfactoria y elegante, plagada de matices que de nuevo nos alejan de versiones tópicas y planas. Y eso contando con las pésimas condiciones acústicas del Teatro Quijano. La calidad de la ejecución de esta Antología disipa cualquier duda de lo que esta Orquesta es y de lo que puede llegar a ser.
En ambos conciertos se evidenciaron algunos elementos relevantes. El primero, la personal interpretación realizada por su director. Lejos de emprender una versión estándar de El Mesias, su director plasmó en la adversidad de aquella tarde su sello personal. Discutible en algunos momentos, como el tempo del Amen final, pero en cierto modo justificado por la necesidad de integrar eficazmente a profesionales y a aficionados en un pasaje de especial dificultad. En segundo lugar la intención de hacer de ambas formaciones, orquesta y coro, un proyecto conjunto que explote al máximo sus posibilidades, con unos resultados que sin duda irán creciendo en cada nuevo trabajo. Y en tercer lugar el proyecto humano que se vislumbra detrás de todo ello. Porque esta formación, y la convicción con la que su director la conduce y la defiende, no sólo se ha propuesto hacer música. En este caso, la música es medio y fin para alcanzar unos objetivos extramusicales.
Podría decirse sin temor a errar que la Orquesta Filarmónica de La Mancha es una orquesta de oportunidades. No sólo abre sus puertas a jóvenes músicos de nuestra región; no sólo amplía el proyecto de otras formaciones musicales, como el Coro Mansil Nahar; no sólo permite coger tablas a estos jóvenes cantantes solistas, sino que ofrece una nueva oportunidad musical a la sociedad en su conjunto.
Y tras los recientes conciertos mencionados ya se anuncian otros que han de abrir nuevos rumbos y oportunidades. Esta formación puede tener la absoluta convicción de que el elevado esfuerzo desarrollado por las personas que la integran tiene el reconocimiento y la gratitud de un público que es consciente de la magnitud de tal esfuerzo. Pero el mayor logro de esta formación quizás sea que, gracias a su director, se ha roto la barrera entre el público y el intérprete, en un proceso de construcción de una orquesta dialogante, musical y verbalmente.
Es gratificante en estas latitudes que al finalizar el concierto, su director coja el micrófono y se dirija al público para reflexionar en voz alta y emitir un discurso honesto, agradecido, salpicado de incorrecciones políticas, y por tanto, sincero. Sería de agradecer que la sociedad ciudadrealeña reconociera en esta formación a una orquesta propia y que contribuyera en lo posible a sostener un proyecto que trasciende lo estrictamente musical. Sería de agradecer que así como esta orquesta transita por el repertorio más tradicional, se convirtiera también en un camino de oportunidades para la música contemporánea, tan exótica en nuestros auditorios, y para compositores noveles o de vanguardia que apenas tienen oportunidad de escuchar y hacer escuchar sus obras.
Es necesario y urgente que junto a oratorios barrocos, antologías de zarzuela y demás géneros clásicos consolidados, la sociedad conozca las arriesgadas obras, aunque ya clásicas, que jalonan el siglo XX, y las que testimonian estos primeros años del siglo XXI. En este sentido orquestas como ésta tienen una gran responsabilidad y función pedagógica para normalizar las obras contemporáneas tanto como ya lo están las clásicas. Sería así un verdadero y completo motivo para la satisfacción. Hasta ese momento vaya nuestro sincero reconocimiento hacia todas las personas que hacen posible este esperanzador proyecto sociocultural.