María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP, presidenta del PP de Castilla-La Mancha y candidata a presidir la Junta en las elecciones del año que viene, ha cometido un error. En lugar de anunciar públicamente su respeto por el acuerdo democrático del Ayuntamiento de Yebra, de posicionarse sin claroscuros a favor de la energía nuclear con todas sus consecuencias, entre ellas la construcción del búnker en el territorio que pretende gobernar, de influir incluso para que el Almacén Temporal Centralizado (ATC) se instale en la localidad, ofreciendo empleo y más riqueza que veneno, explicando a la opinión pública lo que dicen los técnicos y los expertos sobre seguridad, que son los que realmente saben de esto, de ser, en fin, coherente… se suelta con un posicionamiento táctico de negativa al ATC en Yebra porque cree que eso es lo que quieren oír los electores. El problema es que en esto coincide con su adversario político que, como ella, también se posiciona tácticamente, porque el Gobierno y el partido que lo sustenta quiere que se construya el ATC por mandato parlamentario. El interés propio prima en esta nueva verbena que ha inaugurado una demonizada energía que lleva décadas produciendo bienestar al respetable y que, según los expertos, tiene el mismo riesgo para la salud y la seguridad que una refinería.
La construcción del cementerio nuclear es, además, una decisión doblemente democrática: la del Congreso que dio luz verde al mismo y la de dos alcaldes, de Yebra y Ascó, que con los informes pertinentes, responden a la convocatoria del Gobierno, y ofrecen su término municipal para que albergue el ATC, previo acuerdo plenario. José Montilla, ministro de Industria, cuando se aprobó el ATC dijo aquí que Ascó, sí; y luego dijo que no; Barreda dijo que le parece bien que se construya esa cosa horrible pero no en la región, o sea en “su” territorio politico, y Cospedal que ha podido desmarcarse con claridad, entra en la misma dinámica de abortar un acuerdo democrático porque lo considera un estorbo para su carrera autonómica. Achacan ambos falta de consenso social y territorial. Pues sométase a referéndum en los pueblos interesados o en la provincia, si es menester.
El equipo de campaña permanente de Cospedal habrá calculado que esa actitud de rechazo frontal con pescozón al alcalde de Yebra comportaba menor riesgo que decantarse por las bravas y por las claras por el ATC. Y sí, hubiera suscitado rechazos pero quizá más adhesiones de las que piensa. Hay centenares de centrales nucleares por todo el mundo, incluso en España pese a la moratoria felipiana cuyo autor enfila la placidez de la tercera edad desembarazado de viejos tabús, y sin embargo, seguimos aferrados a miedos atávicos, a veces, sagazmente manipulados. Se nos ha llenado la boca con la segunda descentralización y cuando un Ayuntamiento toma una decisión democrática ponderando las ventajas y los inconvenientes para su vecinos que no agrada a sus jefes de filas, éstos corren raudos a torpedearla. La Junta alude en su recurso que el alcalde de la localidad alcarreña tiene relaciones profesionales con Enresa. ¿Significa eso que en otra localidad sin esas conexiones sería posible? Los electores quieren oír lo que de verdad piensa y cree un político, no lo que el político cree lo que los electores quieren oír. No en vano ha puesto a la clase política entre sus preocupaciones. No porque no sean necesarios, sino porque conciben el poder como un fin en sí mismo.
Todos sabemos que el PP está a favor de incluir la nuclear entre las fuentes de energía. ¿A qué esa finta? En el presidente de la Junta era muy previsible, pero no en Cospedal que tirando de calculadora de votos ha ingresado en la comodidad de lo políticamente correcto para evitar que el adversario la presente ante el electorado como un peligro radiactivo. Pues que tire de argumentos. Hay un pequeño matiz: estamos en 2010, lo que nos da una perspectiva histórica para analizar con cierta distancia si el viejo demonio de la cosa atómica ha dejado de ser demonio de por vieja o sigue siendo una causa para ejercer el ecologismo de alta costura.