Cavilaciones en Ruidera: Epidemias y pestes a través del tiempo

Salvador Jiménez Ramírez.- “… Y en el caserío de La Moraleja, como no sabían ni sospechaban que el perro tenía la rabia, ni de quien era; porque unos decían que venía de la zona de la Ossa y otros que asomó por la dirección de Alhambra, (de aquél y de otros hechos nos seguían hablando, retrasando el dato concreto para hacer más interesante la narración) le echaban de comer y estaba por allí entre la gente, y sin saber cómo ni por qué le mordió a la chiquilla de la Adela y de Emiliano, que estaba de mayordomo con don Germán, y era el único que hijo que tenían y tuvieron… (…). El perro apareció de nuevo por Ruidera y le mordió a otro muchacho que se llamaba Juan Charcos, que murió de rabia al poco tiempo como la muchacha de Emiliano. (…) El perro no se supo qué fue de él…; algunos decían que lo mataron a tiros… La Adela, después de aquella desgracia tan grande, siempre tenía mucha pena…—Suspiros e imprecaciones—. Y Emiliano y que se le puso mal la cabeza y cuando venía a Ruidera traía una pistola y perro que se le arrimaba ladrando se liaba a tiros con él…”.      

La hija de Adela Capdevila y Emiliano Valverde, Juanita Valverde, falleció de rabia en la localidad de Ruidera, el día quince de junio de 1949, a los cuatro años de edad. De Juan Charcos, no nos ha sido posible recabar otros datos que el nombre y apellido reseñados,  pese a las eficientes diligencias realizadas por don Diego y don Félix, del Juzgado de Paz de Argamasilla de Alba. En el Registro Parroquial de Ruidera, don Isidoro Mayordomo, tampoco ha localizado apuntes al respecto, en su meticulosa indagación. El no figurar en el Registro Parroquial, la muerte por rabia de Juanita Valverde, podría deberse—porque párrocos había: don Juan Becerra Buendía, 1944-1949 y don Antonio Briones, 1949—a que en ciertos ámbitos sociales y pueblos, morir de rabia una persona, se interpretaba como una maldición pavorosa, “por un mal que venía de arriba, por algo mal hecho en la vida…”.

       Sucedía que, en la aldea de Ruidera, (Real Sitio aún en aquel tiempo; donde todavía “corría un agua que alimentaba”) el abandono y opresión sobre el vecindario eran inmensos… Y todos los esfuerzos, con ansiedad respetuosa; prisioneros los vecinos de las consecuencias de “otros”, llevaban a la precaria subsistencia…; a la nada… No obstante, había como una especie de “contrato” entre los vecinos de “poco tener”, con sus animales domésticos a la par, y la “biología” del entorno, en el furtivismo de recursos para sobrevivir… El nacer y el morir de la gente, perteneciente al “universo más desnudo”, brotaba y se extinguía como sombra sin identidad ni figura…

       La rabia es una enfermedad producida por el virus RABV, localizado en el sistema nervioso. El virus ha estado muy extendido por todo el planeta. Permanece en reservorios vivientes: mamíferos silvestres como zorros, lobos, chacales, felinos etcétera. También en murciélagos. De esos reservorios pasa, por mordedura, a animales domésticos, que a su vez contagian al ser humano. En pueblos de La Mancha y por ende en la cuenca del Alto Guadiana, hubo periodos en los que proliferaron los animales rabiosos, principalmente perros, que mordían a la gente, muriendo sin ser diagnosticados, ya que en la mayoría de los casos se desconocía la etiología de la enfermedad y causas de las muertes.

       Como en otros muchos casos, en su afán de engrandecer la cultura y la historia, don Rafael Mora Alcázar, Juez de Paz de Ossa de Montiel, en una extraordinaria labor de investigación, nos aporta datos relacionados con la defunción del vecino de Ossa de Montiel, Domingo García Hernández, de cuarenta y un años, ocurrido el día 28 de octubre de 1928, a consecuencia de hidrofobia, al ser mordido por un perro contagiado de rabia. Hidrofobia, del latín hydro-phobos, hydor agua y phobio. Pánico al agua que tienen las personas que han sido mordidas por animales rabiosos.

       El virus se propaga por vía nerviosa, a velocidad constante, desde la “puerta de entrada” hasta el cerebro. El periodo de incubación guarda relación con la distancia, del punto de la mordedura hasta el cerebro; tardando entre 25 y 45 días. Ha habido formas precoces a los 14 días y tardías de meses y años.

       La epidemia del paludismo, que constituía un gran problema secular en la Península Ibérica, en la cuenca del Alto Guadiana, a finales de los años treinta y años cuarenta, causó “muchas angustias y noches de ceniza…”. Continuará.     

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