Una prescripción de mínimos

Ahora, finalmente la prescripción enfermera se ha aprobado en las Cortes Generales, después de un tenso y dilatado debate en las dos Cámaras parlamentarias. Una vez superado el trámite del Senado, el Congreso ha ratificado de forma definitiva una modificación del artículo de la actual Ley de Garantías y Uso Racional de los Medicamentos y Productos Sanitarios para que el personal de Enfermería pueda prescribir medicamentos, una condición antes exclusiva de médicos y odontólogos. Con este cambio se abre una pequeña vía para que la profesión enfermera pueda abarcar nuevas competencias en este campo.
Siendo positiva su aprobación, los grupos parlamentarios –todos, sin excepción– se han mostrado demasiado cautos a la hora de introducir ciertas modificaciones, necesarias en una época en la que se necesitan reformas –sólo hay que hacer referencia a la crisis– con visión de futuro y que sustenten el futuro del Sistema Nacional de Salud. Reformas urgentes, diseño del papel de cada una de las profesiones sanitarias y, sobre todo, de Enfermería. Esto no sólo lo dice el Sindicato de Enfermería, sino, sobre todo, los organismos internacionales de la salud, avalados por la experiencia y tradición de países como el Reino Unido, Dinamarca, Noruega, etc…, que siguen siendo un modelo a seguir, con unos estándares enfermeros de primer nivel, que abarcan competencias más amplias y enriquecedoras para el sistema sanitario. También para los ciudadanos, que disfrutan de un amplio bienestar social y sanitario.

Una vez más se comprueba cómo los intereses corporativos de la clase médica marcan el camino de los grupos parlamentarios –prisioneros de una política del siglo pasado– sin temor a legislar un modelo de prescripción de mínimos, con el fin de no molestarle. Esto hace que sea corta en su reconocimiento legal, no cubriendo la totalidad de las actuaciones de enfermería en el ejercicio de su profesión. Es una responsabilidad del político regular lo que “ya se hace” y esta Ley no da cobertura legal a todas las decisiones clínicas que, en relación con la farmacología, efectúa a diario el profesional de Enfermería.

Ciertos sectores tienen miedo a que se introduzcan cambios que modifiquen el actual “statu quo” en la Sanidad. No hablamos de revolucionar el papel de cada una de las profesiones sanitarias, sino de beneficiarnos de los cambios que estamos viviendo en las últimas décadas. La profesión enfermera de los años setenta no tendrá nada que ver con las enfermeras que salgan de las universidades con el grado, el máster o el doctorado. No aprovecharse de este enriquecimiento curricular y formativo sería nefasto para el Sistema Nacional de Salud. Y para su viabilidad de cara al futuro. Rediseñar el papel de las distintas profesiones, cada una con sus competencias, es el mejor marco al que nos pueden conducir las nuevas corrientes sanitarias innovadoras.

El año que ahora comienza será clave para seguir batallando a favor de la prescripción enfermera. No hay que conformarse con la tenue disposición del Parlamento, sino seguir llevando al debate público la necesidad de contar con una profesión enfermera de alto nivel y calidad, asumiendo nuevos roles en todos los campos de la Sanidad, especialmente en atención primaria, asistencia socio sanitaria y atención domiciliaria, donde enfermería tiene un rol más activo.

Habrá que ir salvando los obstáculos y subiendo, peldaño a peldaño, el marco competencial. Se pierde demasiada energía en estos debates, en un momento en el que habría que aunar esfuerzos para sacar adelante el barco sanitario. La prescripción es una competencia que está en consonancia con lo establecido en la LOPS (artículo 9). De hecho, en los países en los que está autorizada se han obtenido resultados positivos en la mejora del acceso de los pacientes al sistema y la calidad del cuidado. Así es y así será también aquí.

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