Como ocurre cada cierto tiempo en los territorios de Israel y Palestina, estos días se ha producido un imprevisible e infame atentado terrorista, cuando se cumplen cincuenta años de la Guerra del Yom Kippur. Los palestinos de Hamás, han atacado varias ciudades, causando más de mil doscientos muertos y secuestrado a civiles, provocando la legítima respuesta israelí. Aunque esta escalada puede comprometer la paz de esa tensionada región.
Este conflicto, casi eterno, se remonta a tiempos inmemoriales. En el principio de nuestra era, Israel estaba dividido en las regiones de Galilea, —que era un territorio independiente—, Samaria y Judea, —que estaban ocupadas por los romanos—. Aunque todos practicaban la misma religión judaica, se consideraban más puros los de Judea que galileos y samaritanos, al haber recibido, estos últimos, la influencia de los pueblos con los que se mezclaron.
En aquel tiempo, las disputas entre estas comunidades no eran étnicas ni religiosas, a pesar de las diferencias en la forma de practicar su religión. En el siglo VII aparece el Islam y tras la ocupación durante siglos de este territorio por los reinos musulmanes, la mayoría de su población se declaró fiel a esta creencia. De esa forma, los islamistas se enfrentaron a quienes se mantuvieron en su fe, resurgiendo así la diáspora, el exilio, del pueblo judío.
Tras la Segunda Guerra Mundial, cuando este territorio lo administraba Gran Bretaña, se proclama el Estado de Israel. A partir de entonces habrá varios conflictos bélicos entre árabes e israelíes, el último de los cuales fue el de la citada Guerra del Yom Kippur, en 1973, con la que Siria y Egipto pretendían recuperar los territorios perdidos en la Guerra de los seis días, en 1967. Siria, Los Altos del Golán y Egipto, Gaza y la península del Sinaí.
En 1979, los Acuerdos de paz de Camp David, suscritos con Israel, le permitió a Egipto, recuperar la península del Sinaí. Una paz que se ha mantenido hasta nuestros días, pese a que le costó la vida al presidente egipcio que la suscribió, Anwar al Sadat, quien fue asesinado en El Cairo en 1981. Aunque el conflicto palestino-israelí ha continuado en todos estos años, sí que se ha conseguido que, de facto, Palestina gestione su propio territorio y a su población.
Relacionada con este tema, acabo de ver una película titulada El Ángel, en la que se relata la historia real sobre los prolegómenos de la citada Guerra del Yom Kippur, de 1973. En este film se nos cuenta la vida de Ashraf Marwan, —yerno del anterior Presidente egipcio, Nasser—, que fue confidente y asesor personal de Anwar al Sadat, mientras informaba a la inteligencia de las Fuerzas de Defensa de Israel, sobre los preparativos de la invasión egipcia.
Su nombre en clave era El Ángel, de ahí el título de la película. Él no esperaba que su valiosa información fuera cuestionada por los israelitas, pero, debido a las dudas del presidente Sadat, la intervención se aplazó dos veces, lo que provocó el descrédito de este informante. Ello le ocasionó graves problemas personales, y los servicios secretos llegaron a desconfiar de él, recordándole la fábula de Esopo, la de Pedro y el lobo.
Pero, a la tercera, fue la vencida. Entonces sí que se produjo la invasión de la península del Sinaí. Aunque, por los negativos resultados que obtuvieron inicialmente, como en el cuento, los israelitas no debieron confiar en su informante. Pero sea como fuere, aquella guerra, supuso el inicio de una exitosa relación pacífica entre egipcios e israelíes, con la que aquellos consiguieron recuperar su territorio y ambos, evitaron nuevos conflictos bélicos.
Marwan, fue Ministro de Relaciones Exteriores con Anwar al Sadat, además de ocupar cargos como la dirección de la Organización Árabe para la Industrialización, de carácter militar. Tras el asesinato del presidente, se trasladó al Reino Unido, donde inició sus exitosas actividades empresariales. Pero, como otros ex miembros de los servicios secretos de su país, murió tras caer, en extrañas circunstancias, del balcón de un apartamento en Londres.
En cuanto al reciente atentado de Hamás, a poblaciones y ciudadanos de Israel, conviene destacar que todos los gobiernos de los países occidentales, especialmente los miembros de la Unión Europea, han condenado enérgicamente esta agresión y han reconocido el legítimo derecho de Israel a defenderse de ella. Pero el ejecutivo español, lo ha hecho tímidamente y con declaraciones contradictorias entre sus miembros, debilitando, la contundente posición de Estado que requiere este tipo de situaciones.
Las negociaciones en curso entre los que pretenden seguir siendo socios de gobierno y con los de investidura o de legislatura, pueden haber influido en esa tibieza. La Vicepresidenta Yolanda Díaz ha tardado cinco días en condenar el execrable ataque de Hamás a la población civil judía, y lo ha hecho con la equidistancia calculada que lo hacía Carlos Garaicoechea en los años ochenta, cuando decía, condeno la violencia venga de donde venga, si los atentados los cometía ETA. Una forma eufemística de defender o justificar a los agresores.
Esta es la realpolitik española.
Así me gusta, Manolo, representando el papel de libelista oficial de MCR. Nunca decepcionas.
Llevas razón Antonio, los palestinos no deberían dejar a ningún israeli, vivo. Amoral impresentable
Israel país inventado en tierra de una religión inventada. Al parecer ni Dios consigue paz en su tierra. ¿Por qué será?
Qué por nadie pase sufrir una guerra…., ninguna, es lo peor que puede pasar a una persona.
La nación de Israel es ficticia, al igual que la religión que dice seguir. Parece que ni siquiera Dios puede hacer que su tierra sea pacífica. Déjame explicarte por qué.