El 22 de Enero de 1812, las Cortes gaditanas eligieron la tercera Junta de Regencia formada por seis miembros y encabezada por D. Joaquín de Mosquera y Figueroa, natural de Popayán, Virreinato de la Nueva Granada.
La Junta de Regencia se encargaba de sustituir a Fernando VII en el gobierno de España dada su ausencia por estar preso de Napoleón. Que un oriundo de lo que hoy es Colombia ostentara el cargo más alto del poder del Estado echa por tierra toda la historiografía empeñada en hacer creer que los territorios de ultramar eran colonias al estilo depredador del resto de Europa. Un imperio depredador no pone al frente de su Gobierno a un natural del territorio depredado. Los territorios del Imperio español nunca fueron de España, eran España, y así se reivindicaban los nacidos allende los mares cuando se dirigían a las autoridades del gobierno central, incluyendo al propio monarca.
Entre 1828 y 1830, D. Joaquín tuvo largas conversaciones con Fernando VII, explicándole las causas de la secesión de la América continental y su implosión en múltiples Estados de nuevo cuño. Para el conocimiento futuro de lo acaecido en aquellos años, este gran hombre dejó todo por escrito.
D. Pablo Victoria es uno de los historiadores hispanos de mayor prestigio. Gracias a él conocí la existencia de Blas de Lezo y la épica y crucial batalla de Cartagena de Indias. Gracias a él supe de la existencia de Bernardo de Gálvez y su papel fundamental en la independencia de las 13 colonias de los incipientes EE.UU. Gracias a él conocí una mirada diferente y aguda sobre la independencia de la América española. Una pequeña parte de este enfoque es el que hoy quiero compartir con Uds.
En 2006, Dña. Marta disfrutaba de 102 años y entregaba a su sobrina Dña. Cristina, esposa de D. Pablo Victoria, unos manuscritos amarillentos de un pariente ilustre; ese pariente fue el escribidor del manuscrito dos siglos atrás: D. Joaquín de Mosquera y Figueroa.
“… la invasión napoleónica no había sido otra cosa que la misma persecución territorial trasladada a sus hombres; porque expulsándolos de aquéllas o venciendo a éstos, se terminaría derrotando el peligro que para la Revolución significaba la existencia de los españoles y sus ideas” –dice Pablo Victoria al referirse a las tierras del Imperio tan anheladas por sus enemigos y la necesidad de apoderarse de ellas y/o de acabar con las personas que las habitaban, debido al obstáculo que suponían para la difusión de las ideas enarboladas por Napoleón-
“No podían los ilustrados perdonar a la hispanidad la enorme cantidad de heroicas gestas …” Napoleón sabía que España no estaba totalmente vencida; España se levantaba. “Y fue cuando el toro en pie les volvió a meter miedo y cuando todos salieron en gavilla a hacerle frente. Esta es la génesis de la invasión napoleónica…” “… en el fondo de todo, lo que Napoleón quería demostrar al mundo era que él solo había podido dominar y someter, dentro de los cauces de la ilustración y de la neo-civilización, a la bestia indomable …”
La Ilustración de allende los Pirineos no perdonaba que fueran “…los españoles los primeros europeos en establecer colegios y universidades en América cuando todavía los angloamericanos talaban árboles y cazaban zorros en las blancas y gélidas estepas de Nueva Inglaterra, Virginia o las Carolinas, para cubrir sus carnes mordidas por el frío”
Nunca pudieron soportar que no fueran ellos, sino los españoles, quienes replicaran más de 23 veces la Universidad de Salamanca, licenciando en ellas a “…150.000 estudiantes, entre blancos, mestizos y negros…” “España fue la primera en permitir la oposición de ideas, estimuladas por la corona…”, tal y como acaeció en la famosa controversia de Valladolid entre Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas.
El protestantismo, primero, la Ilustración y los planteamientos de la Revolución Francesa, después, jamás soportaron la obra de España y, por ende, del conjunto de la Hispanidad. “Por eso, el acto de extender la religión católica …se reputó fruto del fanatismo y de la intolerancia; en cambio…descabellar indios por cuenta de Inglaterra (y de Francia, agrego yo) se disculpó como un acto comprensible de una potencia que defendía a sus súbditos de la ferocidad indígena”
“España jamás tuvo reyes más crueles que Enrique VIII, Isabel I o Jacobo I de Inglaterra. El terror ejercido…contra su pueblo, o contra los celtas de Escocia, o contra los irlandeses, a quienes masacraron en las montañas y en los pantanos de su tierra, se volvió a reflejar en la política de exterminio de los indios norteamericanos emprendida por un pueblo que había asimilado perfectamente el ejemplo de sus monarcas”
Europa entera había estado en contra de España. La asimilación por parte de sus élites de las ideas antiespañolas gestadas por sus enemigos seculares hizo que España se volviera contra sí misma. Lo mismo le sucedió a América.
“La historia no pudo haber sido más cruel con España” y con toda la Hispanidad”.
Del manuscrito amarillento de D. Joaquín de Mosquera y Figueroa, sobre sus conversaciones con el rey, D. Pablo Victoria extrajo las siguientes ideas fuerza:
El hecho de que fueron principalmente los españoles peninsulares los que “precipitaron una independencia jamás deseada por lo que generalmente se denomina como el pueblo que, muchas veces, literalmente atado y a punta de bayoneta, era obligado a luchar por una causa en la que no creía”
Que D. Joaquín decidió escribir el manuscrito convencido de que en el futuro habría “de negarse por generaciones y generaciones a distraídos alumnos, perspicaces adolescentes e ingenuos eruditos” la verdad de lo sucedido “en la creencia de que la Patria se construye a base de mentiras históricas y que la Historia se engrandece con la falsificación de la verdad”
Las páginas amarillentas revelaban cómo el que fuera presidente de la tercera Junta de Regencia nombrada por las Cortes de Cádiz pronosticó “las adversidades” que habrían “de acaecer sobre los pueblos hispanos empeñados en una insensata lucha que…habrá de ponerlos por detrás de las excolonias angloamericanas”
Con los nuevos tiempos, con las secesiones, “vinieron las guerras civiles, los alzamientos, el golpe aleve, el crimen, la corrupción, el soborno y el fratricidio, hasta se llegó a comprender que cuando la naturaleza del hombre se corrompe no hay letra ni espíritu que valga. Los más sanos terminaron perdiendo y pidiendo el antiguo régimen porque el nuevo traía la venganza sin límite, las ambiciones sin cuento y la desolación más asombrosa, todo ello en nombre de la más esquiva libertad”. Aquellos hombres “decían querer la libertad, pero recurrieron a la dictadura y, muchas veces, pasaron del crimen al genocidio para demostrar que nadie podía ser más libre que bajo el yugo de su dictadura”.
D. Joaquín escribió, y D. Pablo Victoria extrajo el néctar de aquel escrito; cómo aquellos acontecimientos secesionistas llevaron a odios irracionales que los empequeñecieron y empobrecieron de manera perpetua, que es la peor esclavitud, “porque ser esclavo, Majestad, es quedar en estado de indefensión frente a otras potencias y vasallo de los intereses ajenos” ”Por eso la libertad obtenida de España (a través de la secesión) no fue más que una mentira piadosa”.
Los siguientes párrafos pueden sorprender. Personalmente me han dado luz a determinadas experiencias vividas en mis diez años de residencia permanente en Hispanoamérica.
“La Revolución Francesa impuso la conducta zafia, el habla inmoderada, la manera plebeya, innoble y procaz, como elementos constitutivos de la Igualdad, la Fraternidad y la Libertad” “La mayoría de los enviados por la Corona a desempeñar cargos eran liberales en política, escépticos en religión y francmasones por filiación; eran los afrancesados de un régimen que crujía al querer imitar lo que parecía moderno y progresista, como si el origen del progreso fuera la chabacanería” “A la vez, se estaba abandonando la caballerosidad, la dignidad y la distinción españolas, que durante siglos había sido impronta de una hidalguía como jamás la conoció nación alguna sobre la tierra…. “¿Se podía fraternizar en lo zafio y lo vulgar, que era la moda en boga para que todos pudieran alcanzar la igualdad?”
Durante mis años en Hispanoamérica, me sorprendió cómo convivían dos formas de ver al hombre español: caballeroso, hidalgo, seductor y educado y, por otra, la de alguien zafio, brusco y maleducado. Quizá la explicación esté en ese afrancesamiento revolucionario adoptado por determinadas élites del liberalismo progresista francmasón, empeñadas en que la igualdad ante la ley era insuficiente y la virtud ecualizadora ya no estaba en elevar la condición del pueblo llano, sino en rebajar la del resto. No hay más que observar a nuestro alrededor, hoy en día, para advertir que de aquellos polvos vinieron los lodos en que nos encontramos.
Los virreinatos eran tan prósperos que la prensa inglesa –Morning Post de Londres- escribía: “La riqueza real, sólida, sustancial, productiva de la América española está sobre el haz de la tierra, que es donde los británicos la cosecharán” El mismo diario arengaba: “A España hay que vencerla en América, no en Europa” El militar estadounidense John Adair decía en 1804 “México nos deslumbra, no esperamos más que la orden de marcha”, y aseveraba que ya los ingleses la habían calificado como “la ciudad más rica y espléndida del mundo” “El fraile inglés Thomas Gage consideró que era una de las ciudades más ricas y grandes del mundo y la comparó con Venecia”. Asimismo, se maravillaba de las cuatro cosas que consideraba providenciales y especialmente hermosas: Las mujeres, el vestir, los caballos y las calles servidas por ricas tiendas. El historiador mejicano Lucas Alamán afirmó que “pocas veces en la historia de la humanidad podía contemplarse y disfrutarse tal lujo y comodidad como los existentes en Méjico, cuyas monedas de oro y plata circulaban por todo el mundo”. Lo mismo podía decirse de Lima. Algunos la consideraban aún más bella que Méjico. Llamaba la atención el gusto con que vestía su población, inclusive la gente llana, que iban “distinguidamente vestidas”
En las invasiones inglesas de Buenos Aires de 1806 y 1807, los oficiales invasores se maravillaban de la belleza de la ciudad. El Río de la Plata era muy próspero; era el principal productor de cuero del mundo; recordemos que, en ese entonces, el cuero era el plástico de hoy.
La cara opuesta de la moneda la tenemos en Londres: Tenía un mal pavimento. La Plaza de St. James estaba llena de basuras y desperdicios que hacían las delicias de los perros; el alcantarillado era tan malo que se inundaban las calles y en verano hedían. Londres era una ciudad insegura, ideal para los ladrones, frente a la tranquilidad y limpieza de Méjico.
“En realidad, las posesiones españolas de América eran las más ricas de cuanta metrópoli alguna hubo”
La afirmación anterior tiene dos errores y un acierto. Los primeros: España nunca tuvo posesiones en América. Todos los territorios eran tan españoles como los de la España europea, por tanto, no dependían de una metrópoli, sino de un gobierno político establecido en la capital del Estado.
El acierto es para llenarnos de orgullo: Aquellos territorios eran los más ricos del mundo.
Alexander von Humboldt comprobó que el nivel de vida de los indios era superior al de los campesinos europeos, especialmente de los rusos y alemanes del norte. Afirmó que un campesino mejicano cobraba 5 veces más que un indú bajo el imperio británico. Su comparación económica con la India Británica es demoledora: La renta neta de Méjico era el doble de la correspondiente a la India, cuando la población de esta última era ¡5 veces mayor! Es decir, la renta per cápita de un novohispano era 10 veces mayor. No hace demasiado un diputado mejicano del partido MORENA, el de AMLO, afirmó que hubiera sido mejor haber estado bajo dominio inglés. ¡Cielo santo! ¡Cuanta paciencia hay que tener!
Los mineros mejicanos ganaban entre 5 y 6 veces más que los alemanes de Sajonia.
El mejicano Esquivel Obregón explica el impacto negativo de la secesión en el nivel de vida: En 1792 un mejicano podía comprar 2300 Kg. de harina; en 1908, con los mismos días de trabajo, sólo 525 Kg., es decir: 4,4 veces menos.
A principio del siglo XIX, los únicos territorios deficitarios eran: “Chile, el norte de la Nueva España, con sus extensos baldíos y la Florida, que recibían situados fiscales de Cuba, Nueva Granada, Río de la Plata y Nueva España”. Recordemos que los situados fiscales eran un mecanismo de solidaridad interterritorial de carácter económico, por el que los territorios más ricos ayudaban a los menos.
El hombre ilustre, sabio y patriota, que dedicó sus últimos años en dejar constancia de sus conversaciones con el rey, lo hizo con la esperanza de que algún día alguien contara un testimonio privilegiado, cuyo único fin era aprender de los errores cometidos; errores que los intereses políticos sucesivos tratarían de disfrazar, cuando no, ocultar.
Hemos tenido la suerte de que los manuscritos hayan caído en manos de D. Pablo Victoria, un hombre honesto, gran buscador de la verdad histórica. Este artículo está basado en su libro “El terror bolivariano”, obra imprescindible para entender la parte menos conocida de la independencia americana
Hoy, podemos aseverar que el mundo hispano es heredero de una obra humana inconmensurable, que ha padecido y padece una hostilidad tan radicalmente injustificada que sólo puede entenderse por la enorme valía y poder potencial que atesoramos todos los que formamos parte de él.
Una de las características de las personas débiles y los pueblos decadentes es la de enconarse en viejos resentimientos, máxime cuando son fruto de la distorsión y manipulación históricas; sin embargo, los nobles, fuertes y seguros abrazan con orgullo la estirpe común, asumiendo las virtudes y defectos que acompañan a toda relación humana y acontecer histórico. Lo que importa es la resultante, el fruto, una amalgama única en el mundo.
Sobre los sólidos cimientos de lo anterior, ha llegado el momento de ocupar nuestro espacio en el mundo, mejorar nuestras economías, nuestro desempeño científico, artístico, tecnológico, industrial y comercial, mediante la inteligencia de la capacitación, de la creatividad tan propia de nuestros pueblos, y de la cooperación en todo orden.
Es el momento de trabajar por un ideal colectivo, de aunar voluntades y alimentarlas con un esfuerzo común capaz de perdurar. Esta ligazón nos viene dada por algo que compartimos de forma espontánea y natural: el mismo sentido de la vida.
Queridos compatriotas de tantas orillas: la cantábrica, la mediterránea, la atlántica, la caribe, la del pacífico.
Llegó la hora del abrazo hispano.
Celebremos y conmemoremos esta magna fecha.
¡Feliz Día de la Hispanidad!
Marcelino Lastra Muñiz
mlastramuniz@hotmail.com
Un recorrido interesante. Un análisis comparativo que obliga a seguir escudriñando la historia. Hay tantas verdades por desenterrar. Es una buena aproximación a todo lo que está por saberse y sobre todo, un agradecido homenaje a D. Pablo Victoria.
Estupenda narración bien documentada. Belarra ha dicho que España debería dejar de celebrar una fiesta que rememora el saqueo y el genocidio. Lo peor de esta izquierda no es su debilidad intelectual es su infantilismo rampante.
Menos mal que el infantilismo rampante de Belarra lo contrarrestan los concejales de vox, en Móstoles, con la madura propuesta de erigir un punto de homenaje permanente a la bandera de España. Yo, que soy más maduro todavía, pido un punto de esos en cada esquina del territorio español, por ser la principal preocupación de los vecinos de Móstoles y del resto de España.