Yolandazo

Digo lo de yolandazo –como golpe propinado al orden constitucional y sus apariencias, por la llamada Yolanda Díaz, en su visita público/privada bruselense al prófugo Puigdemont el pasado 4 de septiembre– por similitud a otros azo de la historia.

Y no exactamente, al más conocido como volantazo, que ya se sabe que es el giro brusco del volante del automóvil para enderezar la posición anterior del vehículo.

Aunque aquí, y en las posiciones de Sumar y Y.D. no deba hablarse propiamente de volantazo.

Toda vez que las posiciones anteriores al supuesto golpe de volante no difieran tanto de las que reflejan las del encuentro puigdemontiano.

Ya se sabe, plurinacionalidad y bilateralidad en las mesas de negociación.

Incluso estatuto preferente para los nacionalismos periféricos desde cierta predicada sensibilidad de izquierdas.

Sensibilidad que, por otra parte, es la consustancial de la Plataforma/Agrupación/Coalición que responde al ADN de Sumar.

Al ser, justamente, una suma de vocaciones periféricas: desde Compromís al BNG, desde los Comunes hasta otros equivalentes regionales/nacionales.

Pero pese a todo yolandazo.

Para retomar antecedentes.

Desde el conocido tamayazo al tomasazo –propinado al líder del PSM, Tomas Gómez– y muy próximo al tomatazo de Buñol de reciente celebración.

Sin olvidar el susanazo –operación de acoso y derribo a la que fuera Secretaría general del PSOE-A, Susana Díaz–.

Y digo visita publico/privada, por la dualidad de versiones que se han producido en torno al encuentro de Díaz con Puigdemont, con los testigos matrimoniales del acto Toni Comín y Jaume Asens.

Unos anotan el carácter partidario del encuentro, donde Y.D. actúa en su condición de lideresa de la formación –compleja por su diversidad y heterogeneidad ya citada– Sumar.

Y el encuentro se produce en equivalencia al sostenido en el pasado por Pablo Iglesias con Junqueras en la prisión de Lladoners.

Como una suerte de reescritura del pasado, para trazar la vía a la vicepresidencia del gobierno que se negocia.

Y para la que ella misma se postula.

En ese carácter partidario insisten fuentes de presidencia del Gobierno, ministros como Fernando Grande-Marlaska o el PSC mismo.

Que se han lanzado a vender que Yolanda Díaz “actúa como representante y dirigente de Sumar y nada tiene que ver su actuación con el Gobierno”.

Cómo si no supiéramos a qué juega Sumar en estos momentos.

Juega a lo mismo que jugó Iglesias en 2019.

Cuando lo cierto es que Y.D. actúa en Bruselas en busca de una forma de negociación de la investidura de un hipotético gobierno, donde ella quiere situarse en puesto preferencial.

Además de ello –no actúa solo como lideresa de Sumar– la vicepresidenta en funciones ha ido a Bruselas a entrevistarse con Puigdemont en un Falcon oficial, como miembro del Ejecutivo, y no en un viaje privado que habría realizado en vuelo regular y comercial.

Más allá del uso de aviones del Estado y de fondos públicos para una visita que según el Gobierno es “a título personal”, los mensajes que lanza el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, parecen indicar un acuerdo con los independentistas catalanes donde Y.D. habría sido la enviada y embajadora del sanchismo para negociar con el expresidente fugado de la Justicia.

Pero con independencia del carácter público/privado de la visita, lo que sí parece cierto es el contenido de fondo que se negocia como precio de la investidura de Sánchez.

Que es el listón de Junts, que explicitará Puigdemonto en su próxima comparecencia.

 Que pasa por la Amnistía a 4.000 imputados en el Procés y a 40 policías, igualmente involucrados judicialmente.

Además de abordar el deseado referéndum de autodeterminación.

Cuestiones ambas que escapan de las previsiones constitucionales.

Y por ello, el Yolandazo proporcionado por la vicepresidente en funciones.

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