Por José Belló Aliaga
El Museo Guggenheim Bilbao y el Musée d’Art Moderne de Paris, Paris Musées presentan Oskar Kokoschka: Un rebelde de Viena, una retrospectiva dedicada al artista austriaco, patrocinada en exclusiva por la Fundación BBVA, Patrono Estratégico del Museo Guggenheim Bilbao.
Recorrido por la exposición “Un rebelde de Viena”, de Oskar Kokoschka, en el Museo Guggenheim de Bilbao, hasta el día 3 de septiembre de 2023
Oskar Kokoschka (1886- 1980) tuvo un éxito temprano en la escena artística de Viena, donde contó con el respaldo de Gustav Klimt, ejerció influencia sobre Egon Schiele cuando éste era joven y alcanzó la fama internacional al final de su carrera, tras las dos guerras mundiales. En las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, Kokoschka ya reivindicaba una Europa unida y con su obra tardía dejó su sello en la Neue Wilde, la nueva pintura en Austria y Alemania. Aunque se dedicó a múltiples actividades, desde el teatro hasta el activismo político, pasando por la escritura, el hilo conductor de toda su vida fue el arte. En este ámbito, no dejó de reinventarse y produjo un corpus artístico revolucionario como activista político, adalid del arte figurativo y pintor de almas.
Un enfant terrible en Viena (1907-1916)
Las primeras obras de Kokoschka, inspiradas por el vibrante ambiente de la Europa de los años que precedieron a la primera guerra mundial, resultan radicales por sus diseños, sus líneas y sus experimentaciones cromáticas. El cuerpo humano y sus medios de expresión son los temas principales de los dibujos más tempranos del artista, que plasma sobre el papel los movimientos de los modelos con trazos sutiles, aunque expresivos. Kokoschka se aleja cada vez más del estilo decorativo del Art Noveau vienés, prefiriendo unas líneas marcadamente angulosas que confieren a los cuerpos su extraordinaria cualidad. El impacto de este nuevo estilo se refleja en la marcada influencia que ejerció sobre algunos colegas como Egon Schiele, pero también en las airadas reacciones del público vienés. En este sentido, los dibujos marcan el comienzo de la crítica radical que Kokoschka hace de los convencionalismos artísticos y los planteamientos burgueses tradicionales.
Tras su primer éxito en la Exposición de Arte de Viena de 1908, Kokoschka emprendió una etapa intensamente creativa. El joven artista recibió incontables encargos de retratos gracias a Adolf Loos, uno de sus primeros mecenas. Posteriormente, el pintor creó numerosos cuadros en los que exploraba todo su potencial y con los que consolidó su fama de enfant terrible. Superando los ideales clásicos, Kokoschka utiliza el género del retrato como instrumento analítico capaz de revelar el yo interior del modelo. Abandona los fondos definidos, que sustituye por unos espacios cromáticos difusos contra los que el modelo destaca con una inmediatez sin parangón. Al igual que en sus dibujos, hace gala de una extraordinaria habilidad para plasmar sobre el lienzo la psicología de la persona retratada.
Oskar Kokoschka y la compositora Alma Mahler se conocieron en casa del pintor Carl Moll. Tal como ella señala en su autobiografía, Kokoschka era huésped de Moll en abril de 1912 y la dibujó mientras ella tocaba el piano. Tras otro encuentro dos días más tarde, Kokoschka le envió la primera de no menos de cuatrocientas cartas de amor. En los años entre aquellos tiernos comienzos y el amargo rumbo que habría de tomar tan tormentosa relación, Alma se convirtió en la más famosa de las musas de Kokoschka. Son muchos los retratos que atestiguan la fascinación que el pintor sentía por ella. La obsesión de éste culmina con la famosa muñeca que Kokoschka mandó realizar durante su estancia en Dresde.
Los años de Dresde (1916-1923)
Muy afectado por su ruptura en 1914 con Alma Mahler tras una relación tumultuosa, Kokoschka se alistó en el ejército nada más estallar la primera guerra mundial. Herido de gravedad en dos ocasiones, después se trasladó a Berlín, donde permaneció hasta finales de 1916 y firmó un contrato con el galerista Paul Cassirer. Sumido en una profunda depresión como consecuencia de la guerra, recibió tratamiento en un sanatorio en Dresde. No tardó en imponerse en la escena artística y fue nombrado catedrático de la Academia de Bellas Artes de Dresde. Los años siguientes resultaron particularmente fructíferos para la obra artística de Kokoschka, y sus pinturas de este periodo destacan por las rápidas pinceladas y la intensidad de los colores, hábilmente yuxtapuestos, lo que refuerza su vigor. Las representaciones se ajustan de una manera muy libre a las formas de lo representado y todo se disuelve en colores puros y deslumbrantes. Las figuras y los objetos oscilan entre la manifestación y la disolución. Las áreas marcadamente toscas de luz y sombra, que se tocan sin solución de continuidad, refuerzan este impresionante efecto. Por todo ello, las obras maestras de los años de Dresde se cuentan entre las más notables del corpus artístico de Kokoschka.
Viajes (1923-1934)
Tras su época artística pionera en Dresde, en 1923 Kokoschka renunció a su cátedra en la Academia de Bellas Artes. El galerista Paul Cassirer le apoyó económicamente, lo que le permitió viajar por Europa, el norte de África y Oriente Próximo. Los paisajes, las escenas urbanas, los retratos de personas y animales y otras obras contrastan marcadamente con el planteamiento experimental de los años de Dresde. El artista, que continuamente estaba reinventándose a sí mismo, halló un nuevo estilo que difería de manera significativa de los métodos de la pintura tradicional. Sus paisajes no aspiran a reproducir la topografía de un determinado lugar, sino más bien a captar la atmósfera, alcanzando una expresividad sin igual. “Quiero crear un espacio a base de colores”, dijo en cierta ocasión. A menudo estas composiciones están planteadas desde un punto de vista alto y tienen una enorme profundidad espacial. Para Kokoschka, observar las ciudades y los paisajes desde miradores elevados se convirtió en un medio para procesar las traumáticas experiencias vividas en las profundas trincheras de la primera guerra mundial. Con estos cuadros, el pintor vuelve a ser pionero y referente. El suicidio de Paul Cassirer el 7 de enero de 1926 y después la crisis de la bolsa en 1929 afectaron profundamente a Kokoschka. Perder a su principal valedor le dejó en una situación económica preocupante. Sin ingresos, regresó a Viena en 1932 y encontró la ciudad devastada por los altercados políticos ligados al auge del fascismo.
Resistencia en Praga (1934-1938)
Durante la guerra civil que estalló en Austria en 1934 entre fascistas y socialistas, la madre de Kokoschka enfermó y murió al cabo de unas semanas. El artista se trasladó a Praga, la ciudad de su padre, donde vivía su hermana Berta, con la esperanza de poder aliviar sus dificultades económicas. Allí conoció a Olda Palkovská (1915–2004), entonces estudiante de derecho, con la que se casaría en 1941. Los cuadros que crea en este periodo, que muestran a personas en bucólicos paisajes, son como vías de escape ante la nefasta realidad política del momento.
Desde Checoslovaquia, Kokoschka pudo observar cómo los nazis iban cercando progresivamente a Europa. Publicó numerosos artículos y organizó conferencias para alertar del peligro a la población. Su compromiso artístico con los temas políticos se volvió aún más vital para él. Varios de sus cuadros fueron incluidos en las exposiciones itinerantes del arte degenerado, junto a muchas otras obras de la vanguardia europea. Su agudo Autorretrato de un artista degenerado fue su respuesta a este hecho.
Exilio en Inglaterra (1938-1946)
Tras la anexión de Austria por parte de los nacionalsocialistas, Kokoschka huyó de Praga a Inglaterra a instancias de Olda. Tuvo que comenzar de cero en un país que todavía no había reconocido su talento artístico. Llevó una vida modesta junto a Olda entre Londres y Polperro, en Cornualles. Contra viento y marea, se intensificó el compromiso político del artista, al que los nazis habían etiquetado como “degenerado”. Kokoschka se opuso radicalmente al nacionalsocialismo y comenzó a destacar por su extraordinario compromiso pacifista, que lo situó a la cabeza de la resistencia internacional. Además de numerosos artículos y discursos, creó una serie de alegorías políticas en las que denunciaba sin ambages la situación de aquel momento en Europa. “El artista debe ejercer de alarma”: así definió en cierta ocasión la relación entre la política y el arte. Las imágenes políticas de Kokoschka son airadas declaraciones llenas de sentimiento con las que quiere llamar la atención del público. También proclamó su pacifismo y la importancia de la reconciliación diseñando carteles que exhibía y escribiendo textos que publicaba. Una vez finalizada la guerra, en 1947 obtuvo la ciudadanía británica, lo cual le permitió volver a viajar por Europa. Aunque enseguida fue a visitar a su familia a Viena, no quiso instalarse de nuevo allí. La Kunsthalle de Basilea organizó una importante exposición de su obra aquel mismo año, consagrándolo como un artista destacado y una figura fundamental en la restauración de la cultura europea.
Un artista europeo en Suiza (1946-1980)
En 1948 y1949 tuvo lugar una extensa exposición itinerante dedicada a Kokoschka, con sedes en Boston, Washington, St. Louis, San Francisco y Wilmington, para terminar en el MoMA de Nueva York. Esto llevó a que Kokoschka se consagrara como artista internacional de primera fila y a que realizara cada vez más retratos de políticos destacados. En 1953 el artista y su esposa se establecieron en la ciudad suiza de Villeneuve. Si bien el pintor se había interesado por la historia del arte desde los comienzos de su carrera, su curiosidad se avivó en su etapa final. Los Maestros Antiguos se convirtieron en fuente de inspiración, al igual que el arte y la arquitectura clásicas de Grecia y Roma. Kokoschka encontró una infinita libertad artística y volvió a descubrir unas figuraciones expresivas que se hacen eco de su primer periodo en Viena.
En este momento destacó como europeo influyente y ardiente defensor de un continente unido. Representó cada vez más escenas mitológicas y tragedias griegas, motivado por el deseo de alcanzar la (re)construcción de una cultura europea común. Desarrolló una dinámica inédita para plasmar el cuerpo y el color, en la que la luz se convirtió en un elemento esencial. Aunque pueda parecer que sus figuras a menudo se funden con el fondo, nunca se disuelven del todo y nunca llegan a ser genuinamente abstractas. Kokoschka se posicionó en contra de la tendencia general hacia la abstracción. En 1953 fundó en Salzburgo la “Escuela de la Visión”, ejerciendo la enseñanza a través del arte y la observación basándose en las obras del pedagogo Jan Amos Komenský, conocido como Comenio. Con ello, la generación de artistas que le habría de suceder se convirtió en un aspecto fundamental de su obra y de la construcción de su legado. Volviendo a encarnar una vez más al enfant terrible, Kokoschka ejerció un impacto sustancial en los futuros artistas. La inalterable crudeza de sus obras maestras y la urgencia de su pincelada en sus últimas obras ponen de manifiesto una radicalidad pictórica que recuerda a la de sus inicios en Viena. Hasta su muerte, siguió defendiendo firmemente el potencial subversivo de la pintura como herramienta para la emancipación y la adquisición de conocimiento.
Didaktika
El espacio didáctico de esta exposición desvela a través de textos, imágenes y citas las distintas facetas que conforman la persona del polifacético artista Oskar Kokoschka, como observador, rebelde, pintor, profesor, humanista y comprometido. Textos e imágenes se apoyan en una pieza audiovisual que cuenta con participación de Kokoschka, en la que el público descubrirá algunas claves de su obra temprana, su admiración por la antigua Grecia y su particular enfoque educativo plasmado en su Escuela de la Visión. Asimismo, la exposición cuenta con una zona de lectura y consulta que recupera una serie de escritos que influyeron al artista como el Orbis Sensualium Pictus de Jan Amos Komenský o La Ilíada de Homero, junto con su propia autobiografía y el catálogo de la exposición.
CATÁLOGO
El catálogo traza un exhaustivo recorrido por la trayectoria de Oskar Kokoschka, a través de más de 300 páginas en las que se reproducen las obras de la muestra junto con textos que abordan interesantes aspectos de su trabajo y existencia, firmados por especialistas como Dieter Buchhart, Jacques Le Rider, Bernadette Reinhold, Fanny Schulmann, Ines Rotermund-Reynard, Anna Karina Hofbauer, Régine Bonnefoit y Aglaja Kempf. Además, una cronología repasa las distintas etapas de su prolífica y nómada carrera —Viena, Dresde, París, Praga, Inglaterra, Suiza…—, aportando reveladores testimonios del propio artista, así como de otros personajes de la época.
José Belló Aliaga