Eduardo Muñoz Martínez.- Bernardo Torres Escudero, Eulalio Asensio López, Juan Carlos Fernández de Simón Soriano, Alejandro Molina Rodríguez, José Valiente Lendrino, Vicente Ramírez de Arellano Rabadán, Antonio González Villen, e Isidro Manuel Martín Consuegra Montealegre, Presidente del Cabildo y Canónigos de nuestra Catedral, han presidido la Eucaristía cada uno de los días del novenario en honor a la Santísima Virgen del Prado, con motivo del 935 aniversario de su aparición, en el año de 1088. A estos cultos han asistido un gran número de fieles.
Ayer, jueves, festividad de San Urbano, Jesús Córdoba, Vicario General de la Diócesis, ha hecho lo propio en la «Misa del Voto», que desde hace 260 años viene ofreciendo, con este motivo, el Consistorio de nuestra ciudad. La Sagrada Eucaristía, a la que han asistido varios centenares de personas, ha sido concelebrada por los miembros del Cabildo, con su presidente, y algún sacerdote de otro punto de la ciudad.
Ocuparon lugares destacados la Corte de Honor de la Virgen, su Ilustre Hermandad, representantes de las diversas hermandades de Pasión, Gloria y Sacramentales, y buena parte de la Corporación Municipal con nuestra alcaldesa, Eva María Masías, a la cabeza que, como ya hemos dicho, rinde el Voto desde 1763. La parte musical corrió a cargo de la Coral Polifónica «Santísima Trinidad», de Torralba de Calatrava, y del organista Pedro Pablo López Hervás.
Tras la Liturgia de la Palabra, con textos tomados del Libro de Los Hechos de los Apóstoles, y del Evangelio de San Juan, el Vicario ha comenzado su homilía, – después de los consabidos saludos -, recordando que era un día muy importante para Ciudad Real, coincidente con la aparición de la Virgen María, venerada como «Del Prado», a quienes los ciudadrealeños, y ciudadrealeñas, llevamos muy dentro del corazón.
Tras hacer mención a que ya se cumplen más de dos siglos y medio de la instauración de esta «Misa del Voto», decía Jesús Córdoba, sin lugar a dudas, la voluntad clara de la Virgen era quedarse en nuestra ciudad, en nuestra tierra.
María permanece entre nosotros, apuntaba él, pero por qué? Nos invitaba a fijarnos en tres «miradas» de la Madre. La primera, hacia la fe de sus hijos, de cada uno de nosotros, para que nunca desfallezca; la segunda, hacia el pecado, del que debemos desvincularnos, y la tercera, hacia la diócesis, hacia su realidad, sus necesidades…, con especial atención a las vocaciones sacerdotales. Pidamosle que siga intercediendo por nosotros, en nuestro día a día.
La celebración terminó con la Bendición final, el canto de la Salve Regina, y la interpretación del himno.