Eduardo Muñoz Martínez.- Como lección magistral se puede calificar la charla que este martes pasado, día 2, pronunció el sacerdote de la Diócesis de Jaén Julio Segurado, bajo el epígrafe «La Conversión Pastoral», en el salón de actos de la Parroquia de San Pablo, de nuestra capital, organizada por el Arciprestazgo de Ciudad Real.
Segurado, con una trayectoria notable y eminentemente amplia, es actualmente impulsor del Primer Anuncio, en aquella parcela de la iglesia diocesana, creando y formando seglares para acompañar a los Grupos Parroquiales de Alpha, conservando la Catequesis de comunión y confirmación, indicando que ésto va disminuyendo en las parroquias, teniendo claro la necesaria incorporación de una línea nueva de trabajo pastoral relacionada con el Primer Anuncio, procesos formativos…, para afianzar y consolidar la fe. La charla fue seguida con mucho interés por un numeroso público que abarrotaba la sala, dando a entender que hoy, en nuestras parroquias, necesitamos, queremos y buscamos una nueva evangelización, una conversión.
Y es que tanto laicos, como sacerdotes, religiosos…, estamos cayendo en la cuenta de que hay que actualizar las comunidades, darles un sentido diferente, de esa respuesta a la acuciante secularización, a una renovación, a todos los niveles.
Ahí se centró el ponente, dándonos varias pautas, como exhortación a la renovación pastoral. A partir de los iconos de Jesús pescando y con los Apóstoles, que se encuentran en la Capilla de la Conferencia Episcopal Española, como imagen de lo que tiene que ser la Iglesia, comenzaba su intervención, explicando que, por encima de todo, la misión principal de la misma, y para lo que fue creada, es evangelizar, anunciar el Evangelio.
La clave tiene que ser el encuentro personal con Jesucristo, y esto se lleva a cabo con cuarto verbos: seguirle, amarle, adorarle y anunciarle, que constituyen lo que tiene que ser hoy el Anuncio de Jesucristo, del Evangelio. Sin embargo, en la actualidad, la institución ha perdido su misión y su propósito. Hemos perdido, decía Julio, que la misión es una tarea fundamental de la Iglesia, de cara a recuperar algo que hemos dejado atrás, algo que hemos perdido de vista. La misión es imprescindible para salir de ese, cuarto o quinto lugar en que se encuentra, que ha llevado a que se pierda el propósito, el Anuncio Evangélico.
Si nos metemos un poco en la historia hemos de recordar que en el Concilio Vaticano II, – entre 1962 y 1965 -, que sin duda fue un gran acontecimiento en el siglo XX, una invitación a revisar y descubrir una nueva etapa, un tiempo nuevo, donde ya comenzó el precitado anuncio, la misión que debe caracterizar a la Iglesia. El objetivo conciliar, por excelencia, está en «hacer a la Iglesia más apta para anunciar el Evangelio a las comunidades del siglo pasado».
Más tarde, ya en 1974, se convoca un sínodo episcopal par afrontar, – entonces -, la evangelización en el mundo moderno, teniendo como base la encíclica «Evangelli Nuntiandi», que nos habla, de forma especial, de esta misión eclesial. En su texto podemos leer: «la tarea de evangelización de todos los hombres constituye la misión especial de la Iglesia», o «Evangelizar, en efecto, constituye dicha y vocación propia de la Iglesia». En base a ésto, Xavier Morlans, en «El eslabón perdido», nos da alguna idea de en qué consiste la evangelización.
La Evangelización abarca varios elementos: renovación de la humanidad, testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad, acogida de los signos, iniciativas de apostolado…, nos hizo reflexionar sobre ciertas labores propias de la Iglesia: catequesis, misa diaria, celebración del bautismo, Cáritas, coro parroquial…, y casi todas coinciden con la entrada a la comunidad, lo cual demuestra que el Anuncio Esplicito, como ya hemos dicho, no sé practica en estos tiempos. No se anuncia el Evangelio, y como consecuencia, hay que hablar de ese «eslabón perdido». Tenemos los otros elementos, pero no hay un primer anuncio, no se cuida el kerigma, las verdades principales de la fe, el encuentro con Cristo…, sino que suponemos que ya «lo traen puesto». Segurado ponía varios ejemplos de por qué es necesario analizar estos temas.
Igualmente, dio un repaso por otros documentos, parándose en el sínodo episcopal sobre la Nueva Evangelización. «Espero, decía entonces el Papa, que todas las comunidades parroquiales procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera que no puedan dejar las cosas como están». Una frase que invita a meditar, al tiempo que una completa conversión.
Esto nos lleva a una pregunta. Qué ha pasado en nuestro mundo? Hasta ahora, hasta hace unas décadas, todo giraba en torno a la primacía de la fe, que venía de la parroquia, de la familia, de la escuela, desde la cultura general…, la parroquia solo tenía que cuidar y alimentar la fe. Hoy, no solo hemos de cuidarla, sino sembrarla…, en lo que insisten las parroquias porque, por ejemplo, muchos de los niños, y niñas, que vienen a catequesis no traen fe. Sería bueno hacer un análisis de la sociedad, de la mano del libro «Fieles al envío misionero», una evaluación de este cambio de época, un tiempo nuevo de continuo dinamismo.
Debido a este cambio, hoy la familia está desvinculada, la escuela secularizada, y la cultura popular víctima del secularismo. Por lo tanto se puede decir, y así terminaba Segurado, el fruto de todo ello es el cambio de época, la crisis de la Institución Eclesial.