Julio Criado García.- Las elecciones a la Cámara Alta son las únicas en las que rige el sistema de listas abiertas que permite apoyar a personas de distintas candidaturas. En cada provincia, salvo en las islas, se eligen cuatro senadores y los electores pueden marcar hasta tres nombres en la papeleta, teniendo libertad para escoger todos del mismo partido o de formaciones diferentes. Los cuatro senadores que más votos sumen son los elegidos.
Este sistema de votación mediante listas abiertas permite saber cuántos ciudadanos han apoyado a cada candidato, cuántos han puesto una cruz delante de su nombre. Un sistema de listas abiertas, que permite votar por ideología o partido, pero también votar la persona más adecuada para el cargo a elegir.
¿Si funciona para el Senado, porque motivo no puede ser extrapolable al ámbito de las elecciones municipales?
Además, se daría solución a las diferentes peticiones de los partidos de que gobiernen las listas más votadas. Y en el caso de utilizar el sistema electoral del Senado para las elecciones municipales, el que más votos obtenga sería el primer edil y así sucesivamente. De esta forma los votantes podrían elegir la persona que cada uno considere más idónea para gobernar su población, tanto si lo hacen desde el sentimiento ideológico, como si lo hacen por el razonamiento personal que da la cercanía y el conocimiento de los candidatos.
Solo se necesita algo de voluntad política para que se pueda llevar a buen puerto, pero como eso no suele ser muy habitual en los partidos, quizás desde la presión popular, a través de firmas, creación de plataformas o cualquier otro sistema democrático y pacifico que pueda servir para concienciarnos a todos de que las listas abiertas en las elecciones municipales no es una utopía o sueño inalcanzable.
Porque seamos sensatos, se trata de gobernar lo mejor posible una extensión de nuestros hogares, como son nuestros pueblos. ¿Quién mejor para hacerlo que aquel en el que confiamos?, ¿les daríamos las llaves de nuestra casa a alguien con quien no tengamos confianza?
¿Y qué hacemos cuando vemos entre todos los componentes de una lista electoral, a quien no es enteramente digno de nuestra confianza? O traicionamos nuestro sentimiento político votando otro partido, o nuestro sentimiento democrático no votando.
¿En cuantas ocasiones hemos visto en otra lista a personas que, aun siendo de otra ideología, no hubiésemos tenido ningún reparo en votarlas?
Aún quedan muchas preguntas que hacer y muchas que contestar.
Pero si llevamos más de cuarenta años votando libremente a los senadores. ¿Por qué no se puede hacer con los concejales de nuestros pueblos?
Seguiré difundiendo esta idea y seguiré preguntando ¿por qué no?
Julio Criado García