Eduardo Muñoz Martínez.- Jueves Santo. Estamos en lo que puede llamarse «el corazón de la Semana Santa». Comienza el Triduo Pascual. De acuerdo con el texto bíblico, cinco puntos hay que destacar en este día: La Última Cena, la Institución de la Eucaristía, el Lavatorio de los pies, la Institución del Sacerdocio ordenado, y la Oración en el Huerto de Getsemani.
La Última Cena es el momento en el que Jesús se reúne con los discípulos para despedirse de ellos antes de morir. Les anuncia que uno de ellos le iba a traicionar, dando a entender que era Judas Iscariote. «Aquel que moje el pan en mi plato, ese será».
El Lavatorio de los pies, considerado por la Iglesia como un símbolo de entrega a los demás; la Institución del Orden Sacerdotal, a partir de la frase de Jesús: «Haced esto en conmemoración mía». La institución del Orden Sacerdotal, obviamente, está implícito, -podemos decir -, en la Institución de la Eucaristía.
«Tomad y comed todos de él, porque este es mi cuerpo, que será entregado por vosotros». Jesús toma el pan, lo parte, lo comparte entre los comensales. Por ello, la Misa que se celebra en este día de Jueves Santo, se debe considerar consecuencia del éxito de la muerte de Cristo, que da su vida para salvar a la Humanidad de sus pecados.
Por último, recordar que la Iglesia advierte sobre esta fecha que se debe celebrar lo más solemnemente posible, pero en los cantos, en el mensaje, en los signos…, no debe ser ni tan jubilosa, ni tan espléndida, como la celebración de la Noche de Pascua.
En la noche de Jueves Santo, en ese tiempo de oración y meditación, denominado «Hora Santa», nos situamos en el Huerto de Getsemani. Los cuatro Evangelios describen la angustia de poco antes de ser detenido y de empezar su llamada «pasión», sus sufrimientos. Él, y algunos de sus discípulos, van a orar. Jesús sufre, suda sangre, -de acuerdo con el testimonio transmitido-, y es entregado por Judas al Sanedrín. Es lo que conocemos como «Prendimiento».
