Domar la inflación (a base de interés)

Ramón Castro Pérez.- A estas alturas, muchos de ustedes ya sabrán que, cuando los precios se ponen por las nubes, también suelen hacerlo los tipos de interés. Ocurre lo mismo cuando se trata del caso contrario (si los precios dejan de subir, los tipos de interés bajan).

La razón es bien sencilla. Si la subida de los precios se instala en la economía, sea cual sea su origen, se combatirá logrando que empresas y hogares gasten menos y ahorren más. Y esto último se conseguirá subiendo los tipos de interés.

El tipo de interés es el precio que debemos satisfacer por usar dinero ajeno. Si, como hogar, hoy, queremos gastar más de lo que tenemos, pediremos prestado y devolveremos estos fondos con intereses. Si el tipo de interés (el porcentaje de la deuda que se paga en intereses) es bajo, los préstamos serán asequibles y merecerá la pena gastar más. Algo parecido ocurrirá en el mundo de la empresa. Préstamos baratos animarán a estas a invertir y a crecer en tamaño y puestos de trabajo. Conclusión: cuando los tipos de interés son bajos, se gasta y se invierte más. Como resultado, la economía crecerá y los precios subirán.

Razonamiento inverso. Si el tipo de interés es alto, los hogares no solicitarán tantos préstamos y es posible que hasta intenten ahorrar, es decir, prestar, consiguiendo intereses altos. Las empresas, por su parte, demorarán sus decisiones de inversión, ya que ahora los préstamos son más caros. Conclusión: se gasta y se invierte menos. Como resultado, la economía se estancará o crecerá menos y los precios se moderarán.

¿Por qué es tan peligrosa la inflación, sea cual sea su origen? Porque, cuando los precios comienzan a subir y creemos que el asunto va para largo, nadie quiere perder. De esta manera, las empresas subirán los precios de sus productos y los hogares presionarán a las empresas para que suban los salarios (si puede ser, tanto o más como suben los precios). De nuevo, las empresas, intentarán trasladar, a los precios de sus productos, las subidas de los salarios y los hogares, de nuevo, volverán a presionar para que los salarios suban otra vez. Esto es lo que, en Economía, se denomina «espiral precios salarios».

Una vez que todo el mundo (empresas y hogares) espera que los precios sigan subiendo, solamente existe una forma de controlar la inflación: subiendo los tipos de interés hasta que los hogares moderen su gasto y las empresas dejen de invertir. Es decir, creando una recesión económica. Una vez ocurra lo anterior, los precios dejarán de subir y tanto hogares como empresas abandonarán la «espiral precios salarios».

Por esta razón, quien, en primera instancia, determina los tipos de interés, el Banco Central Europeo (BCE), sube los mismos cuando aumentan los precios de manera sostenida y los baja cuando los precios no crecen o se moderan ¿Desean verlo? Miren el gráfico:

Los puntos de la línea naranja corresponden al valor de la inflación anual, en el momento en el que el BCE decidió variar los tipos de interés (puntos de la línea azul). Como ven, el patrón es claro: ante subidas de precios persistentes, el Banco sube el tipo de interés (y viceversa). Verán que es lo que recientemente ha ocurrido y, además, con cautela: el BCE sube los tipos cuando constata que las subidas de precios ya no son temporales, sino que han venido para quedarse.

En el momento en el que los precios comenzaron a subir, a causa de un fuerte «shock» energético, la política monetaria del BCE fue suave, es decir, no subió los tipos. Una vez que estas subidas de precios ya se han trasladado al resto de la economía y todos esperamos que continúen, es hora de «enfriar» la economía, provocando que se gaste y se invierta menos. Combatir la inflación requiere un parón y, por eso, la inflación es tan indeseable.

Una última cosa: la inflación es la subida de todos los precios de la economía (se vigilan 220.000 precios) y no se puede detener colocando topes a los mismos. La razón es bien sencilla: si se regulan, administrativamente, los precios a la baja, las empresas ofrecerán muy poca cantidad de sus productos, pues estarán vendiendo a pérdidas, creando una escasez letal. Paralelamente, proliferarán los mercados «negros» donde se venderán los bienes mucho más caros y sin control alguno. Son las lecciones que hemos aprendido de otros países en los que la inflación ha acabado destruyendo sus economías. El mensaje es amargo: a este bicho solo se le doma con los tipos de interés.

Ramón Castro Pérez es profesor de Economía en el IES Fernando de Mena (Socuéllamos)

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