Comentó ayer entre amigos nuestro presidente, José María Barreda, que “la Torre de Abraham es un claro ejemplo del uso racional que se hace del agua en Castilla-La Mancha” y que “nadie (nos) tiene que dar lecciones de cómo utilizar el agua con criterios de ahorro”.
Ese mismo criterio con el que se ha gestionado la conservación de Las Tablas de Daimiel, Reserva de la Biosfera y Parque Nacional, a punto de desaparecer. El mismo criterio que ha desecado el Acuífero 23, un tesoro hídrico que ha garantizado la supervivencia de generaciones de castellano-manchegos. El mismo criterio con el que el Gobierno de Castilla-La Mancha apoya proyectos megalómanos e insostenibles devoradores de agua, así como monstruosas promociones urbanísticas, como las de Seseña o Ciudad Valdeluz. El mismo criterio con el que se pide la caducidad del trasvase y el alta voluntaria del Tajo cuando su intención es entubarlo hacia La Mancha y condenarlo a un coma permanente e irreversible.
Un criterio cojonudo. Lo que sí que es cierto es que no necesitamos lecciones sobre cómo gestionar el agua… necesitamos un máster.