Jesús Millán Muñoz.- Todos los intelectuales, entremos todos los oficios culturales, desde hace dos siglos, posiblemente, sueñan con participar en algún café tertulia, sea en Madrid, sea en provincias.
Las diversas tertulias-cafés de las grandes ciudades, especialmente, de la villa y corte, se han convertido, en el símbolo-signo-bandera de ese deseo. No hay escritor del siglo veinte, en este terruño, que no haya pasado algún día, o lo haya intentado por algunas de estas, de la capital del reino o de la república o del régimen que haya sido. Entre otras, la más notoria o famosa, porque ha perdurado más décadas, ha sido la del Café Gijón. Cualquier escritor o pintor o dramaturgo o…, que haya pasado por el poblachón manchego de Azorín, Madrid, no ha dejado de ir, o ha intentado incluirse o insertarse o incrustarse en algunas de sus subtertulias, divididas por géneros, divididas por personalidades.
Se podría hacer una historia de la literatura y del periodismo en español y español, según la historia de las tertulias, de Madrid, Barcelona, Valencia, Granada, Sevilla y de otros lugares, con más tiempo o espacio o menos. Es más, algunas figuras iban pasando de un café a otro, de una cafetería a otra, para ir creando su pequeño reino de taifas cultural. Es la historia eterna de la interpretación del mundo, tener-disponer-contener una pequeña cohorte de seguidores, para que las ideas de tal personalidad se extiendan, sean de literatura o filosofía o teatro o música o religión o…
Nos narra José Estebán Gonzalo, en un artículo largo, titulado El Café Gijón, publicado en El Libro del Café Gijón, 1999, algo de los vericuetos y de la historia de este famoso establecimiento y cafetería y universidad popular que es o era o ha sido o sigue siendo, porque todavía respira, el Café Gijón. JEG nos cuenta una historia parcial del Café Gijón, con algunas personas-ajes que pasaron por este lugar.
Dicen, que no solo asistían los grandes popes de la cultura del momento, los que querían o deseaban ser algo en la cultura, en la rama que fuese, los que empezaban y querían abrirse un camino, sino también, multitud de sinfonías de voces, que querían ver o percibir, o ser vistos o ser percibidos.
También, cuándo no existían los móviles, y, por tanto, potencialmente, saber dónde está cada uno de estos instrumentos, todos los oídos gubernamentales, fuese de un régimen o fuese de otro, tenían también plaza en este lugar, con lo cual, era un sitio-lugar-lagar para recoger información, para percibir el corazón de la intelectualidad, cuales eran de los míos o tuyos o nuestros o vuestros, o, quién sabe recoger algún rumor, que junto a otras fuentes de información, porque así se indica, en tantas realidades sociales. A semejanza como se recolecta agua, se recolectan el agua de la información…
En provincias, generación tras generación se sueña en algo semejante-parecido, crear un café tertulia. En los grandes pueblos también. Y, todos y en todos, cada ciertos años, alguien, se junta con varios amigos/as y realizan un trabajo semejante, ayer y hoy. Pero por lo general, los deseos son buenos, pero las cosechas son pequeñas. Las provincias, los poblachones de las provincias, miran con estupor y temor y envidia, las capitales de sus regiones, y, estas a las grandes ciudades o megalópolis de la sociedad-nación-Estado.
El número de personas que habita un lugar permite el nacimiento de muchos tipos de flores y plantas y árboles. La riqueza cultural surge de la riqueza económica del lugar, y la riqueza económica y cultural renace de la riqueza política de ese ente urbano y político. Esta es la realidad. Al final, Marx quizás tuviese razón, la economía condiciona la superestructura. Pero no se dio cuenta, que la superestructura condiciona la infraestructura, o la economía –lo cito ahora, porque durante décadas, no había contertulio que no le citase, y, desde hace algunos lustros, parece se ha olvidado del/en el corazón de los hombres-. Es un misterio como los humanos recuerdan tendencias culturales y prohombres y promujeres insertos en ellos, tiempos de grandes homenajes, tiempos de grandes olvidos. Es un misterio…
Me pregunto, porque todo lo humano tiene que terminar, y, esta columna ya está dispuesta a realizar esa última bocanada de palabras, me cuestiono, si no deberían incentivarse varias tesis doctorales y trabajos de fin de grado, sobre la cultura y los cafés-tertulias, de una ciudad o de otra. Me pregunto si el Café Gijón, en un esfuerzo debería intentar documentar-archivar-indexar todas las referencias que cientos de autores y autoras han realizado sobre este ente-monumento-acontecimiento que es y ha sido, porque si se coleccionasen citas, de artículos, periódicos, libros, entrevistas, autores, personas y personajes, quizás, acabaríamos siendo conscientes, que todos o casi todos lo han citado. Incluido este modesto polígrafo o plumífero que intenta captar algo de las nubes de la realidad…
¡Mientras tanto, tú, si te dedicas a este laboreo, aunque sea parcialmente, estés bajo el aire de plomo o de ceniza o de arcilla que sea, tenga el nombre que sea, en tu interior sueñas, que se abra un Café Gijón, en tu ciudad, y, allí, diez o veinte de los cultivadores culturales, jóvenes y ancianos/as os juntéis para intentar tener un lugar bajo el sol o la galaxia de la creación cultural. Pero pasan los años, y, no se crea esa realidad, o nadie te invita a esos opúsculos que nacen y mueren en meses…