Agenda 2030: El papel de EE.UU. (Parte II de “Pedro Sánchez en la cima del socialismo fabiano”)

Hace 99 años nacía Heinz en la ciudad alemana de Fürth, Baviera, muy cerca de Nüremberg, lugar éste conocido por albergar al famoso tribunal contra los crímenes nazis de la II GM. El próximo mes de Mayo, Heinz cumplirá 100 años; sigue en activo; posiblemente, no exista en el mundo de los vivos alguien con más experiencia en la construcción del poder en la dialéctica de Estados e Imperios; tampoco en la destrucción del poder del contrario; recordemos que poder es la probabilidad de que alguien haga lo que otro desea. No existe el poder propio sin la obediencia ajena; mayor será el poder cuanto mayor sea su alcance. En la geopolítica, el poder se mide por la influencia -a veces, simplemente obediencia- de unos Estados o Imperios sobre otros. Siguiendo al politólogo Marcelo Gullo, considero que los ejes principales del poder son tres: el militar, el económico y el cultural, siendo este último el de mayor capacidad de subordinación.

En 1974, Heinz tenía 51 años; había cambiado su nombre alemán por el de Henry; Henry Kissinger había entregado cuerpo y alma trabajando por su país adoptivo, EE.UU.; en concreto, en la consolidación y perpetuación de su hegemonía en un mundo marcado por la pugna con la URSS.

En esa fecha, EE.UU., con el 6% de la población mundial, consumía alrededor del 30% de las materias primas en circulación.

¿Cuáles eran las zonas de clara influencia directa de EE.UU., o indirecta a través de aliados subordinados?: La anglosfera, Europa continental y sus islas, Israel, Japón, Corea del Sur, los países del Golfo, África e Iberoamérica

¿Qué debería hacer para mantener la hegemonía imperial en dicha zona? Dos cosas:

1.-Asegurarse el control de las materias primas.

2.-Evitar el desarrollo industrial, tanto de los países más desarrollados como de los menos.

Heinz, ya devenido en Henry, encargó un informe titulado:

Memorando de Estudio de Seguridad Nacional 200 -NSSM 200-: Implicaciones del crecimiento de la población mundial para la Seguridad de EE.UU.

En realidad, el temor de Kissinger no era tanto por el aumento de la población en sí, como la repercusión que tendría en el consumo de materias primas por parte de los países poseedores de las mismas.

Kissinger se daba cuenta de que el aumento de población conllevaría a una reducción de los recursos naturales disponibles para EE.UU., en favor de los países que los albergaban; al desarrollo industrial para atender la demanda de los nuevos ciudadanos y, como consecuencia del desarrollo, la aparición o fortalecimiento de una competencia indeseada.

El freno al desarrollo ajeno se convirtió en política de Estado. Ya había existido; el Imperio Británico fue un triste maestro en su práctica y los EE.UU. la impusieron desde el final de la II GM, pero la intensidad por el control de las materias primas adquirió una virulencia desconocida; una guerra híbrida de 360º que lo ha abarcado todo: el campo militar, el económico-financiero y la subordinación cultural.

A partir del Informe Kissinger de 1974, el mantenimiento y perpetuación del poder de EE.UU. se vinculará, sin miramientos, a tres tipos de controles: demográfico, recursos naturales y crecimiento industrial; utilizando, como nunca antes, una herramienta mortífera:  el arma de la subordinación cultural.

El impulso, sin precedentes, de la ideología abortista, de la ideología de género, de los derechos identitarios psicologistas, de la multiplicidad de tipos de familias (en España se pretende aprobar 16 distintos), de la cosificación de la persona y humanización de los animales, etc., no son más que instrumentos para promover relaciones no reproductivas a fin de reducir la población mundial, hasta el punto de que en países con claro suicidio demográfico, como España, predominan la propaganda e incentivos proabortistas en detrimento de los que promuevan la natalidad, o el caso reciente de Paraguay: la UE ofreció una ayuda al desarrollo de 32 M de euros, siempre y cuando se introdujera la ideología abortista en su legislación. Para entender el disparate, veamos esta comparación sencilla:

Paraguay tiene una extensión parecida a la España peninsular (406.752 Km2 vs 494.011 Km2) La densidad de población del país sudamericano es de 17,8 hab/Km2, frente a 94 de España. Puede observarse que Paraguay está prácticamente desierto ¿Qué sentido tiene incentivar la reducción de su natalidad? Muy sencillo, despoblarlo aún más para apoderarse de sus recursos; porque esto no va de derechos; va de controlar las materias primas y, con ello, asegurar la continuidad de la hegemonía de EE.UU. en su zona de influencia planetaria.

Por su parte, la imposición del fundamentalismo ecológico, cuyo ariete es el omnisciente cambio climático, es un planteamiento totalitario sobre el que está prohibido no sólo disentir, sino debatir; donde cualquier científico contrario a sus postulados absolutistas es borrado del mapa y expulsado al ostracismo. Nos afirman día tras día que “la nieve es negra”, tal y como planteaba Bertrand Russell y son los científicos apoltronados en la ubre del sistema quienes se encargan de neutralizar a los colegas que reclaman a gritos un debate abierto y sincero; es decir: científico. Los señalan como negacionistas, presentándolos a la sociedad como los “excéntricos” de los que también hablara el propio Russell. Este fundamentalismo es el método elegido para frenar el desarrollo industrial, por tanto, la entrada de nuevos competidores o la mejora de quienes ya lo son. Suele hablarse de que China es el primer país en emisiones de CO2 y que la India no para de aumentar las suyas. Poco o nada se dice sobre EE.UU.: Es el segundo emisor en cifras absolutas y el primero per cápita. Lo digo porque si se aceptara como cierto un parámetro tan dudoso como el CO2, EE.UU. no estaría en condiciones de exigir nada a nadie.

La ambición geopolítica de las élites estadounidenses casan perfectamente con la cosmovisión supremacista anglosajona, aristocrática, globalista, de una sociedad organizada estamentalmente, a la que se le asegure el sustento básico a cambio de no molestar o, mejor dicho, obedecer, soñada por los socialistas fabianos.

Hace casi cuatro décadas que en España se impulsó la Agenda 2030 aunque, entonces, nadie la conoció por ese nombre. Lo desarrollaré en la siguiente entrega.

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1 COMENTARIO

  1. El dióxido de carbono en la atmósfera supone el 0,04%. El dióxido de carbono generado por el hombre supone una quinta parte, el 0,008%. El dióxido de carbono es necesario para la vida. El cambio climático es uno de los mayores fraudes de la historia. Se pretende condenar al subdesarrollo a los países más pobres con una enorme mentira como excusa. Por el camino se pretende el saqueo de todos esos recursos que no se les permite usar porque producen mucho CO2…

    Lo de USA es ya tan repugnante y evidentemente que me sorprende que la generalidad de la población todavía no se haya dado cuenta. En la ONU el mes pasado se chantajeó a los países en peligro de hambruna a recibir ayuda a cambio de introducir en sus legislaciones la ideología de género y normas proabortistas. No cabe mayor inmoralidad.

    Y mientras China está aumentando su influencia en África a base de llevar desarrollo. Se llevan las materias primas, sí; pero dejan puertos, ferrocarriles e infraestructuras varias. Infraestructuras de comunicaciones, por ejemplo, que luego les vendrán muy bien para vender sus teléfonos. No bombardean un país, o provocan revoluciones de colores, o mantienen un país conveniente quebrado o bajo una dictadura corrupta.

    ¿Cómo llamar la condena a muerte de millones de seres humanos porque molestan a nuestros intereses de imperio?

    En fin. Un placer leerle, don Marcelino

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